En
estos días de vacaciones, como es usual, nos damos tiempo para descansar y
pasar un tiempo con la familia; no obstante, aunque tengamos la intención de
alejarnos de los problemas comunes que a todos nos afectan, no es posible del
todo.
Es
el caso de los recientes datos de pobreza que dio a conocer el CONEVAL, el
INEGI y la postura del gobierno federal en su conjunto: deben preocuparnos las
posiciones distantes y visiones muy contrastantes unas de otras y, al final de
todo, por el abismo que separa a ricos y pobres de nuestro país que sigue allí
frente a nosotros.
En
este contexto, hace sentido la reflexión de Tony Judt en su libro: Algo va mal, que es un alegato muy
pertinente para recuperar el espíritu de la socialdemocracia que instauró,
después de la segunda guerra mundial, el estado de bienestar en Europa y que
sigue consolidado a través de la Unión Europea. Lo hemos visto nuevamente con
el caso de Grecia.
Recordemos
que, posterior a la gran guerra, lo que Europa buscó a través del estado de
bienestar es instaurar los principios de igualdad y libertad. Eso es en esencia
lo que la socialdemocracia persigue. El libro de Tony Judt trata de tomar nota
y analizar las políticas neoliberales que reemplazaron el estado bienestar en
Inglaterra y Estados Unidos a partir de los años ochenta y más recientemente
con lo sucedido posterior a la crisis de 2008.
¿Por
qué recuperar la tradición socialdemócrata? Es la pregunta que envuelve el
argumento del libro. Judt contesta: “comparte
con los liberales la defensa de la tolerancia religiosa y cultural; pero en la
política pública cree en la posibilidad y
en las ventajas de la acción colectiva para el bien común (…) propugna la
tributación progresiva a fin de financiar los servicios públicos y otros bienes
sociales que los individuos no pueden conseguir por sí solos, lo que implica,
un papel mayor para el Estado y el sector público”.
En
su libro, Judt navega contra un cierto sentido común imperante por casi tres
décadas que vio en la intervención estatal un mal y en el mercado una fórmula
natural de regulación. El resultado después de treinta años está a vista de
todos: creciente desigualdad, corrupción, privilegios de unos cuantos que
trastocan la democracia. Esta es la reflexión del libro que recomiendo a usted,
estimado lector, lectora.
Con
ello quiero enfatizar el fracaso de Enrique Peña Nieto y de este gobierno al
pretender instaurar una nueva gestión de gobierno a partir de mayor
intervención estatal. El problema no es la teoría sino la forma en que se pone
en práctica y quiénes la ponen en práctica. El diagnóstico previo de los
jerarcas del gobierno de Peña Nieto es brutalmente cierto y apegado a la
realidad (en conjunción con lo que Tony Judt y otros de su clase proponen): entendieron
que había que recuperar el papel rector del Estado y generar mayores
regulaciones contra el apetito de los monopolios y los oligopolios; también
saben muy bien que una economía totalmente abierta, que tiene abandonado el
mercado interno, requiere de un nuevo orden institucional; que requiere de
mayores fuentes de financiamiento (o lo que es lo mismo: de mayores impuestos),
pero la ejecución no ha salido bien y esto no lo quieren ver, no lo quieren
reconocer y mucho menos se ve que intenten realizar un cambio de timón. Antes
de la mitad del sexenio se han metido en un monólogo de un solo acto totalmente
absurdo.
La
persistencia de altos índices de pobreza tiene su explicación en tres
elementos. El primero es el más que mediocre crecimiento económico durante las
últimas tres décadas, con un PIB por habitante prácticamente estancado. El
segundo, un arreglo institucional que, al fomentar la búsqueda y premiar la
apropiación de rentas, además de inhibir el crecimiento, genera un proceso de
desarrollo notoriamente inequitativo. Tercero, programas gubernamentales de
desarrollo social que están mal diseñados y mal focalizados, lo que deriva en
una notoria ineficiencia e ineficacia del gasto público; cientos de miles de
millones de pesos de gasto gubernamental que no son más que un enorme derroche
de recursos y que, por lo mismo, necesitan ser rediseñados o inclusive
eliminados.
El
libro de Tony Judt cobra vigencia en México ante los recientes datos de pobreza
que dio a conocer el CONEVAL, el INEGI y la postura del gobierno federal en su
conjunto. Ello nos debe preocupar por las posiciones distantes y visiones muy
contrastantes unas de otras: al final de todo, el abismo que separa a ricos y
pobres de nuestro país sigue allí frente a nosotros.