Reseña literaria "Hombres buenos" de Javier Pérez Reverte

Título: Hombres buenos

 

. Pero está claro, no se puede pasar por las páginas de Hombres buenos sin tener en la mente el homenaje que Pérez Reverte brinda a una institución como la RAE, aunque en su trama no falte la dosis de aventura que corre por las venas del autor. Es necesaria porque si tenemos en cuenta el contexto histórico, en el que tendrán que desenvolverse sus dos académicos-protagonistas, el bibliotecario Hermógenes Molino y el brigadier Pedro Zárate a dos pasos de presenciar la revolución francesa y procedentes de una España estancada en cuerpo y alma-, hace falta un par… de valores.

El dúo será el encargado de buscar y adquirir en París  laEncyclopédie de D´Alembert y Diderot, prohibida –como no podía ser de otra manera– en la España de finales del siglo XVIII y supuestamente prohibida en la tierra de las libertades. Aunque enHombres buenos todo es “muy supuesto” y al final, casi todo o casi todos, –o gran parte del escenario y sus intervinientes– presentan incertidumbres elevadas a la máxima potencia.

El arriesgado viaje –porque en los caminos a recorrer están plagados de salteadores, entre otros motivos– cuenta por supuesto con la reticencia de algunos compañerostemerosos de que las nuevas ideas “infecten” las anquilosadas mentes de un país asolado por una Iglesia castrante que entra por puertas y ventanas para quedarse en las vidas de todos sus fieles.

El viaje por el que nos lleva Pérez Reverte nos muestra a dos personajes que aparentemente no dan mucho de sí, para después revelarse como auténticos héroes que luchan por no serlo, ajenos en su recorrido a los complots que les rodean para su objetivo no se cumpla.

Las horas, noches y días de aventuras y desventuras unirán –pese a sus diferencias ideológicas y vitales– a una peculiar pareja que nos descubrirá el París que les dejará boquiabiertos: lleno de cafés donde las tertulias y el peligro de las ideas campan a sus anchas.

Aquí le “cojo prestada” la expresión utilizada en un artículo de prensa por el director de la actual RAE, Darío Villanueva, en su análisis de Hombres buenos. Dice Villanueva que “se quita el cráneo” ante la obra. Yo, también lo hago, ante la calidad, altura y profundidad de los diálogos entre el bibliotecario y el brigadier.

Su particular misión les acercará en fondo y forma pese a que su visión de la vida y la sociedad que les toca vivir –sufrir– está tan separada como las astillas que vuelan tras una explosión. Sencillamente magistral, sublime la forma y el estilo empleado –ya sabíamos de la capacidad de Pérez Reverte para estas lides – a la hora de poner sobre la mesa, la infinita capacidad del ser humano –cuando se quiere– para buscar los puntos de conciliación frente a los conceptos y formas de observar la vida, con los que el mundo podría ser mucho mejor.

Seguro que la reflexión parece ingenua, propia de quien busca los denostados happy end en la literatura y en general, en el mundo que nos desenvolvemos. Soy consciente de ello, aunque también, ferviente admiradora de la esperanza y la creencia que se apoya en esa manida expresión de “hablando se entiende la gente”.

Es evidente que esta novela no es un sólo un pasatiempo para el lector que la abra. Obliga o más bien, nos lleva –obviamente, de forma premeditada– a tomar partido, a pensar qué sociedad y mundo queremos, porque pese a todo, el debate que plantea, vale para nuestro supuesto maravilloso –también– siglo XXI.

Los enviados por la insigne institución no ensombrecen, en mi opinión, la talla de otros personajes como el abate Bringas. Un secundario excelente, que nos ayuda a ahondar en ese debate interno que llevamos dentro. Es tan despreciable que a primera vista, las náuseas iniciales que provoca, acaban por convertirse en una nueva excusa y razón para volver a afirmar aquello de “me quito el cráneo”. Bringas es un secundario que Pérez Reverte va elevando como la espuma en categoría. Considero, que es un pilar de la obra y el mensaje –uno de tantos– que pretende transmitirnos este escritor tan valioso como su poderío con las letras.

Todo ello, a pesar de que a lo largo de su dilatada carrera –le admiro como escritor, aunque me rindo ante su etapa como periodista– me ha hecho admirarle tanto, como aburrirme con su reiterativo hastío y agresividad hacia tantas cosas y personas. Estoy convencida de que tiene razones y justificación de sobra, para obrar, pensar, criticar y denunciar con su característico estilo, pero no las conocemos todas y por eso, a veces, me han resultado excesivamente dañinas y dolorosas. Seguro, que son el fruto de una vida en la que ha podido conocer tanto y tan malo, pero por desgracia o por fortuna –quién sabe– los ciudadanos de a pie, no tenemos ni tendremos la oportunidad de ver, por mil vidas que viviéramos, una pequeña parte de lo que han presenciado sus ojos.

En fin. Vuelvo a Hombres buenos, porque de eso se trata. Es una novela de categoríacuidada, profunda, intensa, que trata de pincharnos –y lo consigue– para que no nos quedemos quietos ante el desbarajuste y desatino al que a diario tenemos que enfrentarnos: da igual si el fondo es la lucha de la ilustración contra el racionalismo o si nos quedamos con nuestro escenario actual de decadencia política y humana.

Arturo Pérez Reverte, nunca ha sido sólo periodista, ni sólo escritor, ni sólo miembro de la RAE: es un compendio de muchos hombres en uno, que pese a su desesperanza, creo –o quiero creer–, que confía en que por todas partes hay hombres buenos, por mucho que los malos pueblen en demasiada proporción nuestro globo terráqueo.

Gracias Arturo Pérez Reverte por esta obra. Recomendable no. Lo siguiente.

UNETE



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