Al parecer, occidente
se empieza a cansar del problema ucraniano, por lo que se desprende de las publicaciones,
que al respecto se reproducen, las cuales reniegan de las solicitudes sin límites,
de la parte ucraniana.
Recientemente, el New York Times publicó un material,
que muestra una visión alternativa de la crisis ucraniana. En efecto, el ex.-oficial
de inteligencia del Ministerio de Defensa estadounidense y Presidente del Proyecto
para las Democracias en Transición, Bruce Jackson, asevero que un “país tan impredecible
y poco confiable como Ucrania, no es digno de confianza.” Jackson cree que
Estados Unidos y la Unión Europea, no están satisfechos por la forma como Ucrania,
a desgano cumple con las promesas hechas, saboteando las reformas, que se ha
comprometido realizar.
Constituye sin duda objeto de preocupación también para occidente,
el problema de la corrupción sin precedentes, que campea en el país. Cabe
destacar, que opiniones con similares connotaciones semánticas, relativas a Ucrania,
por primera vez aparecen en las páginas de publicaciones de un nivel tan
elevado, como el New York Times. Es evidente que semejante posición respecto al
problema ucraniano no es común, aunque en el fondo se mantiene la postura pro-ucraniana
de las publicaciones en ciernes. Sin embargo, el medio no se equivoca cuando sentencia
que los créditos que se asignan a Ucrania, incluyendo los de credibilidad, podrían agotarse.
El artículo de Jackson puede
ser un indicativo de lo que vislumbra en el exterior, cuando se concluye que es
imposible apostar por un Estado, que no está en sintonía con las notas que
tocan los compositores políticos estadounidenses. En otras palabras, el
objetivo no es ayudar a Ucrania, sino combatir a Rusia.
Hoy, sin embargo, en “el
trono de Kiev”, aun pululan algunos políticos, amantes del dinero fácil, que
como limosna proviene de fuera, frente a una realidad interna, caracterizada
por un desastroso empobrecimiento del atormentado y ensangrentado país. Al
parecer a occidente, se le dificulta comprender, que independientemente se
cumpla adecuadamente con exigencias, la mentalidad persistente en Ucrania, es
que la ayuda ofrecida siempre será mínima por lo que siempre exigirá, más. De tal
conducta, no se excluye ni siquiera, la política exterior. Más aún, si por un
milagro, se logra que se proporcione todo lo que se pide, es muy probable que la
clase oligárquica ucraniana se aproveche de ello, para replantear, nuevas exigencias,
mientras que la población, rasa se deslice sobre la línea de pobreza. Prueba de ello, lo constituyen las exigencias del triunvirato:
Poroshenko-Yatseniuk-Turchinov, al fácticamente plantearle a la Unión Europea, la
incorporación de Ucrania en la casa común, sin que ello signifique cumplir con
los compromisos económicos o deudas y créditos que el país mantiene con el FMI, el Banco Mundial y
otras instituciones financieras.
Tal es la situación, que el gobierno se da el
lujo de chantajear abiertamente a los acreedores extranjeros, toda vez que el
Parlamento aprobó una ley de moratoria mediante la cual el gobierno ucraniano
se reserva el derecho a suspender, si es necesario, el pago a los tenedores
de deuda internacional, hasta julio de
2016.
La comunidad internacional puede colmarse del argumento de
la agresión rusa, al punto que la “deuda bomba”, que mantiene el país, puede
conducir a Ucrania a la bancarrota.
Para ello, basta citar la revista Forbes, la cual asegura, que la restructuración
de la deuda ucraniana, no supone la reducción de la misma, haciendo imposible
el pago de los intereses, que se agrava con la caída del PIB en un 50% y la emigración
de mano de obra calificada del país.
En conclusión, es posible que la
tolerancia, aclamada a socios europeos llegue a su fin, provocando que la “cuestión
ucraniana”, empiece a incomodar a occidente y el país termine a solas con sus
problemas.
Por: Euclides E. Tapia
C. Profesor Titular de Relaciones Internacionales de la Universidad de Panamá.