.000 euros; Hacienda investigando a Pablo Iglesias; detenidos en Andalucia
por el escándalo de la formación; Artur
Mas y la cuenta de su padre en Liechtenstein;
Tania Sánchez y los contratos de su
hermano; Oleguer Pujol y sus
inversiones; los españoles de la lista Falciani y sus 1.800 millones de euros escondidos
en Suiza, Bárcenas y sus amenazas al
PP… En fin, una página tras otra repleta de casos de corrupción, falsedad,
mentira, escándalo y putrefacción.
Hay
quien dice por ahí que todos los políticos no son iguales, pero esa es una
afirmación realmente difícil de defender. Hay
una maravillosa frase de Edmund Burke,
filósofo y político del 1.700, que dice que “Para que triunfe el mal, sólo es
necesario que los buenos no hagan nada”. Durante muchos años, durante
demasiados años, esos políticos que dicen ahora que no son como los demás han
estado callados, sin denunciar lo que sucedía a su alrededor, sin sentirse
avergonzados de pertenecer a un partido o a una institución rodeada de corrupción
por todas partes. Ellos, tan honestos como mudos, también permitieron con su
silencio que el mal terminase triunfando, lo cual les convierte tristemente en
culpables.
Después de todos los casos de corrupción abiertos en los
últimos años y que son una vergüenza nacional e internacional, nuestros
políticos siguen día tras día acusándose unos a otros de corrupción. El PSOE al
PP, el PP a Podemos, Podemos al PSOE, y así continuamente como una estúpida
ruleta de acusaciones. Pero, tras un análisis más profundo, hay que reconocer
que el problema de la corrupción en España no está en la política; sencillamente,
es parte de la sociedad.
El honor, la honestidad, la integridad han desaparecido del
vocabulario común de los españoles. No solo de los políticos. Desde hace ya varias
décadas, nuestro país ha dejado aparcado el esfuerzo, el sacrificio, la
responsabilidad y el honor y lo ha cambiado por el buen-rollismo y el
compadreo. Nos juzgamos unos a otros no por el trabajo que realizamos o por
nuestra moral, sino por lo majos que somos. Incluso muchas empresas se
preocupan más del buen clima de trabajo que del propio trabajo. Así, los
trabajadores españoles ostentan el récord de bajas falsas, muchos ciudadanos se
preocupan más de las ayudas estatales que de las exigencias laborales, los
sindicatos buscan sus beneficios a través de subvenciones más que defender a
los trabajadores, los ciudadanos no respetamos las normas de convivencia, ni
las de cortesía, ni las de imparcialidad y los telespectadores reímos a
carcajadas las gracias de los seres más vagos y despreciables que se hacen
famosos y millonarios gracias a la televisión.
La corrupción política que sufre nuestro país es solo el
reflejo de lo que somos. De nosotros nace el problema y de nosotros debe partir
la solución. Para que este tipo de actuaciones corruptas y deshonestas no se
den en capas altas, los ciudadanos debemos comenzar a recuperar todos esos
valores que hemos perdido. Solo creando una sociedad donde los mentirosos, los
ladrones y los vagos no destaquen lograremos que la mala hierba no crezca. ME GUSTASÍGUEMECONÓCEME