Según el informe QS World Ranking 2011-12, España no tiene una sola
universidad entre las 150 mejores del mundo. Otros rankings muestran lo mismo.
La baja consideración de nuestros centros de enseñanza superior es un reflejo
de nuestro ínfimo nivel de innovación.
España
ha elegido la vía populista de apostar por la cantidad y no por la calidad
masificando la educación superior y abriendo sus puertas a estudiantes poco
preparados, lo que ha conducido a una tasa de abandono universitario del 30%,
prácticamente el doble de la europea (16%).
Las
deficiencias de la universidad son fruto no solo de la masificación, también de
la gestión ineficaz y de la falta de investigación, así como de unas enseñanzas
primaria y secundaria mediocres, como queda de manifiesto en los sucesivos
informes PISA.
Es vez de afrontar estos
problemas creando un bachillerato de excelencia con alternativas de
especialización en sectores con buena demanda laboral, se optó por una política a
la argentina: universidad
para todos. Y así estamos, navegando en un mar de mediocridad institucionalizada
que daña gravemente nuestras posibilidades.
Frente
a ello, las reformas propuestas por el Gobierno, siendo todo lo necesarias que
son, no pasan de ser retoques superficiales. Nuestras universidades padecen
males mucho más profundos que no se curan subiendo las tasas u obligando a dar
más clases a los docentes que no investigan.
Nuestro problema más serio
tiene que ver, como bien sabe el ministro Wert –aunque no sea políticamente
oportuno decirlo–, con los intocables:
los funcionarios-profesores que monopolizan los puestos docentes y que han
creado un amplio sistema de clientelas y servidumbres que fomenta la endogamia
universitaria y desalienta la meritocracia. Mientras no nos atrevamos a
remover a esa casta y el sistema que genera, no habrá salida para nuestras
universidades ni para España.
Lo
que el Gobierno de Rajoy no se atreve a afrontar lo ha expresado de forma muy
clara la investigadora sueca Inger Enkvist: dado el evidente fracaso de las
universidades españolas, habría que "sacar a concurso nacional las plazas
de profesor universitario para evitar la endogamia". Habría que despejar
esas nubes
negras que tienen nombres muy conocidos: amiguismo, nepotismo, clientelismo,
enchufismo o endogamia";
Combatir una cultura donde los
puestos y las becas se adjudican no según el mérito y el esfuerzo sino según
los vínculos del solicitante con los que tienen influencia en el departamento o
la universidad [de turno] (...) y las plazas van para los favoritoso
directamente a los que han sabido colaborar.
Este
sistema hace que se frustren muchos talentos jóvenes, que terminan buscando
becas o puestos de trabajo en el extranjero ante la falta de oportunidades en
la universidad española, refractaria al mérito y al esfuerzo. Así, el
porcentaje de los profesores universitarios menores de 35 años se ha reducido
de 21 al 15% entre 2007 y 2010.
La
calidad y la eficacia educativas han de ser un objetivo clave de un gran cambio
que consiga no sólo "que los chicos acaben sus estudios", sino
alcanzar algo mucho más importante y necesario: la transformación de nuestro capital humano, elemento
crucial para poder abrazar un nuevo modelo productivo, tan necesario, que
apueste decididamente por la innovación. Pero esto no se logrará mientras
el Gobierno no se atreva a romper con el sistema medieval arriba descrito.
Apostar
por la meritocracia y evitar la endogamia es el verdadero desafío del Gobierno
de Rajoy en lo relacionado con la universidad. Las medidas anunciadas están
bien, pero solo como primer paso hacia las auténticas y tan necesarias
reformas.
Este
análisis de la enseñanza superior española, nos permite deducir la calidad de
tanta universidad española que brinda sus estudios en Chile, ya sea vinculado a
una universidad chilena con la cual tiene convenio o bien directamente. Dentro
de esta profusa oferta de títulos académicos (Magister y Doctorados), llama la
atención la denominación de Máster (como título propio). Efectivamente España
otorga máster oficial y que cuentan con todas las rigurosidades de créditos
académicos y evaluaciones que exige la mayoría de las universidades serias.
Pero paralelamente ofrece y entrega este tipo de Máster (como título propio) y
que está sometido a un procedimiento de evaluación y de garantía de calidad,
pero internamente en la propia universidad. Su flexibilidad es tal que en
muchos casos no exige el grado académico de licenciado, solo un titulo técnico
y en otros casos permite el ingreso de personas que solo cuentan con una
experiencia laboral. Obviamente no da la posibilidad de acceder a un doctorado,
pues no cuentan con las competencias exigidas.
El
problema ya está instalado en Chile y desde hace mucho tiempo, contando con una
vasta red de profesionales y con sendos diplomas, certificados de magister e
inclusive de doctorados de dudosa calidad, tal como lo refiere la autora del
citado artículo.
Más
aun, el mismo Estado de Chile (Ministerio de Educación), no hace mucho por
controlar y evaluar la calidad de estos títulos académicos y que justamente van
en contra de la calidad de los contenidos en la educación. Se puede colegir que
de alguna forma que el Estado de Chile avala este tipo de formación universitaria,
basado en un modelo donde impera el contar con la mayor cantidad de titulados,
aun cuando su calidad como profesionales sea de menor calidad.
Otro
paralelismo entre el modelo educacional español y chileno es la obtención de
becas universitarias (magister y doctorados), por parte de profesionales que no
contaban con los meritos del caso. ¿No le recuerda el caso del actual Senador
Ricardo Lagos Weber, que en 1990 obtuvo la beca Presidente de la republica para
estudios de doctorado en el extranjero y que dejo inconclusos? ¿Cuánto dinero
perdió Chile? ¿Mereció obtener esta beca, en detrimento de otros postulantes?
Entonces,
podemos deducir que las actuales reformas educacionales y que impulsa
actualmente el Gobierno de Chile, con el apoyo de la Nueva Mayoría en el
Congreso nacional, son concordantes en una gran medida con el sistema español
donde importa más la educación universitaria para todos (cantidad a ultranza),
en detrimento de la calidad. Un ejemplo de ello es la actual reforma
educacional, donde destruye la meritocracia en la educación media y con ello la
destrucción a la larga de liceos emblemáticos como lo es el Instituto Nacional.