. Cómo se echan de menos, en ocasiones, esas redacciones donde internet sonaba a ciencia ficción. “La azotea de los innombrables” es nostalgia de ese pasado que Jose Manuel Serrano reivindica y describe como un periodismo no tan lejano. Se estrena como novelista sin disimular que es periodista. Todo lo contrario. Su trabajo es un homenaje con mayúsculas a un oficio tan digno como la artesanía que requiere muchas veces, porque necesita de las palabras, contacto y relación directa con personas y hechos, a pesar de lo que diga la velocidad de vértigo a la que vive actualmente el periodismo.
Jose Manuel Serrano crea a Mohamed Kebira para simbolizar su añoranza. Kebira es un periodista de “La mañana del Magreb”, -en el norte de Africa-, está a punto de jubilarse y ya le han arrinconado como un trasto viejo para que escriba esquelas y obituarios. Pero ni sabe ni quiere hacer otra cosa que contar las verdades que no hay que inventar, porque están ahí, escondidas para ser contadas.
La primera parte de la novela se centra en revivir este contexto que para Kebira es una forma de ser y de vivir que huele a papel y tinta, que suena a máquina de escribir y a miles de horas de búsquedas y esperas mientras aparece el dato o la información que hace vibrar… Serrano reivindica en su estreno en la literatura, la autenticidad de un periodismo que algunos tachan de “carroza” y sobre todo, tan difícil de practicar hoy en día, por la desquiciante exigencia de la rapidez, más que por el contenido.Pero el azar parece ponerse de lado de Kebira. Se topa con una excusa perfecta para “jugar” a lo que hace palpitar al periodista comprometido con la búsqueda de las respuestas a todas las preguntas: quién, cómo, cuándo, dónde, por qué… Encuentra unas fichas policiales que desvelan tres asesinatos ocurridos en la etapa del colonialismo que vivió y padeció la tierra en la que se asienta esta historia.La trama es breve. Tanto, que el lector ansía que dure más, que se extienda en la descripción de los personajes que lanza al escenario, en los hechos que saben a poco, dadas las posibilidades y potencial que cobijan. Por eso, aplaudo que Jose Manuel Serrano, haya avanzado un futuro con nuevos capítulos de Kebira. Tiene mucho de contar y aportar, lo mismo que el propio autor.Se lee como un vaso de agua cuando atenaza la sed. Su lenguaje es sencillo, sin florituras, muy correcto, con el mismo estilo que el propio Kebira, que nos llevará de la mano hasta el final, para que comprendamos qué es y dónde está la azotea y quiénes son esos innombrables que intrigan desde que aparecen reflejados en el llamativo título de la novela.