Artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos
Humanos: Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión;
este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de
investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin
limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
De vez en cuando, alguien inventa un producto de
profundas, y a menudo inesperadas consecuencias en la sociedades humanas.
Ocurrió una vez cuando Ts'ai Lun, un oficial de
la Corte Imperial China inventó el papel en el año 105, proveyendo una materia
esencial para la conservación y difusión del conocimiento. Ocurrió también mil
años más tarde cuando un monje Benedictino (supuestamente Gerbert d'Aurillac,
mas tarde Papa Sylvester II por la gracia del Emperador Otto III) creó el reloj
mecánico para regular el horario de oraciones, para más tarde regular la esfuerzo
humano puesto en la producción industrial. Y cuando el herrero alemán Johannes Gutenberg inventó la
imprenta de tipos móviles en Europa. ¿Quién hubiera podido predecir el impacto de esta invención inicialmente
dedicada a publicar la Biblia? ¿Quién hubiera podido adivinar que un día seria
usada para socavar la autoridad de la Iglesia? ¿O imaginar que los libros,
hasta entonces posesiones de unos pocos y símbolos de riqueza y poder, estarían
un día al alcance de las masas?
Ninguna de estas previas invenciones pivotales,
ni la Internet, contiene intrínsecamente problema alguno ni elementos paradójicos.
Ellas son creaciones neutras del genio humano, con la capacidad imparcial de
registrar, conservar y difundir nuestras
realizaciones más nobles y nuestras perfidias mas aborrecibles.
Inversores del Paraíso--Con papel e Imprenta
Mucho antes de la invención de Internet, a su
regreso a Londres desde América en 1820, el general Gregor MacGregor anunció
ser propietario y Cacique del Principado Independiente de Poyais, una isla de
su imaginación en la Bahía de Honduras.
MacGregor se convirtió así en un exitoso timador,
persuadiendo a muchos de sus compatriotas ingleses a invertir en el imaginario
paraíso tropical de Poyais. El publicitó
su estafa con una guía que detallaba la geografía y los abundantes recursos
naturales de su isla (incluyendo "dólares Poyaisenos impresos por él
mismo), y argumentando que ya contaba con toda la infraestructura necesaria,
pero que necesitaba inversores y
colonizadores, y quería dar la primera oportunidad a los residentes de Londres,
Glasgow y Edimburgo.
Algunos esperanzados inversores emigraron a
Poyais, solamente para descubrir una jungla inhabitable y ser rescatados al mes siguiente por la
Marina de Honduras Británica.
Entra la era Web
"Hola, mi nombre es Howard
Welsh, hoy he hablado con Dios". Así
presentaban su pirámide bendita, Howard Welsh y su amante socia Lee Hope
Thrasher, quienes pudieron extraer 31 millones de dólares ofreciendo a
creyentes cristianos inversiones con ganancias libres de impuestos. Welsh y Thrasher proclamaban ser misioneros inspirados
por la Providencia para levantar la iglesia "Viviendo Tu Única Misión".
Ambos fueron eventualmente detenidos y
encarcelados por el FBI después de dos años de estar en lista de fugitivos más
buscados. Welsh and Thrasher fueron
arrestados en Noviembre de 2004.
Tenemos también el caso del
argentino Eugenio Curatola, quien prometía convertir miles en millones, y
ahorros en fortunas. Curatola y su gente habrían estafado a por lo menos 200
clientes que reclaman, hasta el momento, alrededor de 30.000.000 de dólares, aunque hay
fuertes indicios de que el resultado de la operación habría sido aún mayor.
Curatola ofrecía jugosas
inversiones fuera del país, pero nunca devolvió el dinero a sus clientes.
La suya era una ilusión similar
a la de aquellos antiguos charlatanes de feria que juraban haber descubierto la
maquinita de hacer dinero. Deposite usted 10.000 dólares en una cuenta bancaria
de Bermudas y espere a que le devuelvan ganancias de hasta el 100%. Las ganancias se acumulaban, pero sólo en la
virtualidad de una página de Internet. Entiendo que hasta hoy la causa está
pendiente.
Ningún invento aparece con paradojas o problemas, éstas nacen con las
intenciones y acciones humanas.