. Hace dos meses, cuando descubrí a Víctor del Árbol con Un millón de gotas, decidí buscarle en otras novelas “cual posesa”. Y la persecución ha merecido la pena porque con La tristeza del samurai ha confirmado lo que ya era evidente: escribe como los ángeles, cautiva de manera inteligente y absorbe con tramas trepidantes, tan negras y oscuras como sus personajes.
Presenta dos tiempos cronológicos, dos escenarios distintos y personajes que parecen de distintas galaxias. Intuimos que todo irá fundiéndose poco a poco, pero “desquicia” pensar cómo será capaz el autor de atar todos los cabos. Y si no, atentos: ¿cómo podría tener relación María, una abogada que se presenta casi a dos pasos de la tumba en un hospital en 1981 en Barcelona, con el asesinato de Isabel en 1941 en una Extremadura del año 1941? Si le añadimos un título que despista hasta al lector más avezado, todo se presenta a priori como una misión imposible.
Pero Víctor del Árbol no sólo tiene buenas musas para urdir historias. Demuestra el arte de un mago pluma en mano, sesudo, que con trucos bien elaborados y macerados, consigue llegar al final de la función, uniendo -voilá- piezas aparentemente inconexas. Y por si fuera poco, sin aportar pistas muy claras que arrojen esa luz que anula la intriga que requiere una historia de estas características.Para ello nos llevará a través de varias generaciones, entre una época de posguerra y el ambiente turbio previo al golpe de Estado de Tejero. En momentos puntuales, la complejidad te obliga a parar para recapitular datos y sientes la tentación de coger papel y bolígrafo para ordenar nombres con los que construir sobre la marcha, las ramas de un árbol genealógico.El lado histórico en el que se apoya la obra es importante, muy interesante, pero es la crudeza, la negrura y lo sórdido de hechos, momentos y situaciones concretas que se describen junto a la psicología desmenuzada a trocitos de los protagonistas, las que elevan a La tristeza del samurai al grado de novela espectacular.Eso sí, Víctor del Árbol, te pregunto -y perdona que te tutee-, pero estoy consternada: ¿no hay nadie que no tenga un lado oscuro? Es terrorífico el mundo humano que nos presenta y desgraciadamente, puede que sea verdad: la esencia y los hechos de los seres que poblamos el planeta, no dan para muchas esperanzas. Ni ahora ni en el pasado. Pero angustia tanta maldad, tanta incapacidad para albergar y aplicar algo bueno con el alma de las personas.Víctor del Árbol en su samurai “más que triste” desarrolla la teoría que arrastra a sus personajes: las manchas y los pecados del pasado viajan hasta el presente para destrozarlo. Nadie parece escapar al río de lava dañino que traspasa generaciones por más que nos empeñemos o intuyamos que existe la bondad, en el sentido más ingenuo y simplón de la palabra. Todos, son víctimas y verdugos. En distintas proporciones e intensidad, desde luego, pero casi nada ni nadie, consigue en La tristeza del samurai estar a salvo de la maldad -por mucha carne que ponga en el asador-, ya que por el camino han sido golpeados por miserias, miedos, rabia y torturas del alma, que pesan demasiado hasta para “el mejor” de los hombres.Un argumento que me recuerda también a Un millón de gotas, donde cada una de esas gotas iba calando, sin prisa pero sin pausa, horadando la roca, incluso del espíritu más fuerte, hasta conseguir que el mejor de los héroes se convirtiera en un auténtico villano. Real, pero desesperanzador. Snif.Evito deliberadamente entrar en la trama porque si empiezo, no podría reprimir la tentación de contar más de lo que debo (¿ves Víctor que a ratos se puede ser bueno/a? Sólo un poco. Lo sé.) Sólo quiero invitarles a que pasen y lean, a que disfruten de una novela negra, negrísima, -no sólo como género, sino como color-, y de una escritura elegante, de las que coloquialmente me gusta llamar “de las buenas” (en mi humilde opinión).Con el primer libro Un millón de gotas de Víctor del Árbol que cayó en mis manos, me conquistó, con el segundo, ha vuelto a hacerlo. Y es muy, muy difícil, en un espacio tan breve de tiempo y con una estructura y estilos muy similares.Impresionante.