. Clara Sánchez se interna en este campo a dos voces.
Empieza a hablar Verónica, que sospecha del silencio y la tristeza que en ocasiones aturde el hogar y en especial a su madre. Los primeros cabos los ata a los diez años cuando encuentra una foto que su madre se ha encargado de ocultar, aunque sin demasiado éxito.
El lector sabe muy pronto cuál es el escenario en el que se va a mover la autora que buscará el encuentro entre Verónica y la segunda voz-pilar de la novela: la de Laura.Un encuentro forzado por la primera, después de que la madre de Verónica caiga enferma y ya no pueda parar hasta encontrar las respuestas que le faltan.Pero Clara Sánchez no ha escrito sobre las tramas, la infraestructura o las personas que tejen el robo más infame del mundo. No. La autora nos cuenta el drama que viven los dos lados. El de quien descubre que un día le robaron a alguien, lo sufre y no sabe si revelarlo a la parte que lo desconoce. Porque Verónica no sabe si hará bien al contarle a Laura que fue arrancada del hogar al que pertenecía en un principio. Su hermana no sabe que lo es, ya tiene otra vida y obligarla a conocer su pasado, puede ser más grave que el desconocimiento de lo que nunca pudo llegar a imaginar. Es precisamente ese conflicto planteado por la escritora, el de Verónica, el que me gusta especialmente en la novela.Por eso, a lo largo de la historia, parece que Verónica adoptara cierto tinte maligno, cuando realmente, lo que está haciendo es sufrir un terrible conflicto interno. Y es por ello, por lo que no entiendo que Clara Sánchez, adjudique a una joven de diecisiete años semejante carga con la suma de otros factores que la obligan a ser la adulta que no es. Y es que Verónica, se convierte -por hechos que no sería adecuado revelar- en la matriarca de la casa, la que lleva un sueldo a casa, la que se interna en despachos de psiquiatras e investigadores. No es creíble que una chica de esa edad, pueda cargar semejante cantidad de lastres e iniciativa sobre su espalda.Hasta que se produce el encuentro y se desvela el secreto, vamos conociendo la vida de Laura, que tiene la sombra permanente sobre su cabeza de una abuela que lo domina todo y una madre que evita serlo. Pero cuando ambas chicas se miran como hermanas y se produce el escalofrío y surge la necesidad de tomar decisiones drásticas, es Laura el personaje que se muestra más interesante. Aun me hace “disfrutar” más su calvario, cuando la abuela se percata de que su nieta cuenta con la información que toda su vida le ha ocultado. Clara Sánchez juega aquí bien con la tensión que pide el momento.Pero la novela, aun teniendo material interesante y un estupendo escenario con los dos puntos de vista de las chicas principales, pierde peso -en mi modesta opinión- por el desnivel y la desproporción en la intensidad adjudicada a algunos personajes, que lejos de ser pequeños satélites para la historia, podría ser unos auténticos secundarios de los buenos. Y me refiero al padre y al hermano de Verónica. ¿Por qué les relega y les aparta de una trama en la que están tocados directamente por semejante drama? Están desperdiciados como parte básica del día a día de Verónica. Para qué hablar de Ana, la amiga supuestamente misteriosa de la que comenzamos a sospechar muy pronto. Tan pronto, que la intriga se recorta para desgracia del lector, porque sabe demasiado a la primera de cambio. Y qué decir del sucedáneo de noviete o lo que sea, de Verónica. Ocupa demasiado espacio en letras para la relevancia que aporta su presencia en “Entra en mi vida”. Es una especie de adorno forzado que no hace más que molestar. Probablemente puede sonar demasiado crítica mi opinión sobre personajes que tan sólo son de Clara Sánchez. Soy consciente de que nacieron de ella y son “sus hijos”. De nadie más.No obstante, merece y mucho la pena, conocer “Entra en mi vida”, para disfrutar de las emociones -aunque no falte la angustia- que ofrece al consumidor, para meternos en la piel de quienes las inspiran en un nuevo intento de entender -si es que se puede- la complejidad de la mente humana, para saber lo elevados y cuantiosos que son sus recursos de supervivencia y las diferentes formas que existen para afrontar tragedias del calibre relatado, que duelen, con tan sólo imaginarlas.