Rodeada de cientos de
figuras hechas de ébano, roble, vera, mora, curari, zapatero, miguelito,
cartan y sierra iguana, pasa sus días María Lobatón Bonilla.
Su
abuela, Narcisa Bonilla, fue una de las precursoras del arte del
tallado que ha hecho celebre en el mundo un caserío, cercano a
Barquisimeto, capital del estado Lara de Venezuela, que tiene nombre de virgen
mexicana: Guadalupe, el lugar de los artesanos de madera fina.
Antes
en estas tierras, azotadas por el sol, había mucha madera seca, que era
usada por sus pobladores para hacer tallas de santos. Hoy
en día las pocas plantas que siembran se las comen los chivos, por lo
que deben comprar la materia prima de su arte a vendedores que las traen
de otras regiones del país.
Cuando
se le pregunta qué siente por la madera, María se estremece de la
emoción: '¡Uy, mijo! Yo siento mucho amor. Pues, mire usted, la madera
nos da todo: con una pieza que se vende se le da de comer a mucha
gente'.
Y es que si no
se acuerda cuantos miembros conforman su familia, cómo podría recordar
cuantas personas le dejan piezas en su casa, la de mayor variedad de
tallas de toda Guadalupe.
Bandejas,
frutas, juegos de mesa, y estatuas de Don Quijote, Sancho Panza, Simón
Bolívar, el Presidente Hugo Chávez, entre muchos personajes, compiten
por un espacio en la casa-taller-tienda de María. 'Si una pieza se vende
no se le entrega el dinero al que la hizo si no a quien más la necesita
de entre todos los artesanos que dejan sus trabajos. Así se trabaja
aquí desde siempre, mucho antes de que se escuchara hablar de
cooperativas', comentó la señora Lobatón Bonilla.
Nadie sabe porqué Guadalupe se convirtió en el reino de los artesanos
de la madera de Venezuela, quizás fue la fortaleza de los alemanes y la
pasión de los españoles la que se fundió con los pobladores de la zona
en la colonia la que produjo el interés por sacar arte de duros troncos.
'Las mayoría de la gente de aquí es blanca de ojos claros. Los Lobatón y
los Bonilla somos gente muy trabajadora. Mi madre era la única que
tenía bodega en el caserío por lo que los vecinos les traían sus piezas
para exhibirlas acá, luego mi padre las sacaba en burro para cambiarlas
por queso y otros vivieres', recordó María de la Guadalupe de su niñez.
Hoy
en día los guadalupanos de Lara esperan que por la carretera asfaltada
que llegó a la vera de sus casas en agosto del 2006 aumente el número de
visitantes para llevarse desde pequeñas tallas de 2 mil bolívares,
hasta detalladas esculturas de tamaño humano a 2 millones de bolívares.
Asimismo desean que llegan los médicos que aún no posee su ambulatorio,
los inversionistas que instalen un abasto en la zona, los educadores
que eviten que sus hijos se vayan a estudiar lejos de casa, y sobre todo
el servicio de CANTV que les permitiría vender sus apreciadas tallas a
los turistas que acostumbran a viajar con dinero plástico y realizar
transacciones electrónicas.
Nico,
Hola Joaquin!
por casualidad tienes un número/correo donde pueda ponerme en contacto con los artesanos o la bodega? o si sabes de una pagina web que tal información también me serviría.
Muchas gracias de antemano y muy interesante el reportaje, especialmente el uso que le dan al dinero que ingresa.
Saludos!
Nico
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Nico
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