Andrés Manuel López Obrador es
el líder más popular que ha tenido México en los últimos 12 o 13 años. Todos lo
conocemos y todos le reconocemos gran liderazgo y habilidad política. Eso sí,
no ha podido ser Presidente de México, es su gran pendiente. Lleva dos intentos
y ahora trabaja en un tercero. En opinión de su escribidor, nuevamente se
quedará cerca. Claro, a menos que trabaje en sus debilidades y potencie sus
fortalezas; pero luce difícil, es muy obstinado para hacer un examen de
conciencia.
Hace días que Don Federico
Arreola; quien lo conoce con detalle; y Elisa Alanís, argumentaron sobre la
intolerancia que mostró al ser cuestionado por la revista Proceso. Reaccionó
como todo hombre autoritario: sin juicio de valor alguno.
Pero no fue la primera vez,
pues lo mismo sucedió con el periodista Julio Astillero hace algunas semanas, y
con el resto de los comunicadores que le han efectuado cualquier señalamiento
en algún momento de su carrera. Su comportamiento siempre ha sido el mismo: a
favor o en contra, sin chance de matices.
El líder tabasqueño es un
hombre con la habilidad para acomodarse según le convenga, así lo hizo con
Televisa cuando esta lo apoyo fuertemente durante sus años de Jefe de Gobierno
en el Distrito Federal, misma que después repudió en el transcurso de las
elecciones de 2006.
Lo mismo hizo con Reforma,
periódico al que utilizó en 2012 como verdad irrestricta de que su candidatura
ya se encontraba a sólo cuatro puntos del candidato puntero. Empero, ayer
domingo, cuando el mismo rotativo lo evidenció por no haberse deslindado de
José Luis Abarca, Alcalde de Iguala que hoy se encuentra prófugo de la
justicia, la casa editorial ya no le mereció ningún respeto, se dedicó a intentar
evadir lo evidente.
Lo anterior no es delito, sino
parte de la política; es habilidad importante para esta actividad pública donde
aprovechar la circunstancia es fundamental. Sólo que Andrés Manuel López
Obrador parece haber extraviado el toque, pues ya no sale avante, sino que se
exhibe y enreda.
Ayer domingo, el periodista
Federico Arreola criticó su estrategia de manejo de crisis, opinó que la
reacción fue tardía y deficiente. Creo que, salvó la segunda mitad de su
campaña en 2012, así ha venido reaccionando desde 2006: tarde y mal.
Hace días escribí que ningún
político había dilapidado tanto capital político como López Obrador.
Reflexionemos que sí hubiera actuado con civilidad y propuestas constructivas a
partir de 2006, y dada la violenta gestión del Presidente Calderón, en 2012 se
hubiera convertido en Jefe del Estado Mexicano, ni cómo concebir lo contrario.
Pero bueno, el hubiera no existe. Y sus actitudes han sido autodestructivas.
Considero que la principal
debilidad del líder de Morena es que no ha aprendido de sus errores, que no ha
logrado interpretar lo que el país le ha expresado en las urnas. Aún en 2006
que estuvo tan cerca, fue su arrogancia previa la que le permitió crecer al
candidato del PAN.
Hay momentos en donde Andrés
Manuel López Obrador se muestra como un fiel heredero del testamento político
de Luis Echeverría. Huelga decir que en pleno 2014, ello no resulta muy
rentable. Sin duda hay mucha gente que cree en él, claro que sí, pero la
mayoría de los mexicanos aún no le creen, y por eso no gana. Ese es el punto,
el pendiente.
El otrora exitoso Jefe de
Gobierno capitalino, luce cada día más atrasado y más fuera de época, su imagen
ya no transmite ni vigor ni frescura. Ya no luce como el candidato fuerte y
natural de 2006, sino como un hombre entrado en edad que se aferra al mismo
discurso belicoso de hace una década. Y no digo que dicho discurso sea falso,
es simplemente que ya no vende, que ya no convenció a la mayoría.
Para el licenciado López
Obrador, su trayectoria es un activo, es valiosa, pero también insuficiente
para llegar a la presidencia de México. Igual, su equipo ideológico tiene
calidad moral y empaque intelectual, pero es muy cerrado y ajeno a nuevas ideas
que puedan reinventar el potencial del tabasqueño.
En su cuarto de guerra, se han
obstinado en las debilidades y olvidado de las fortalezas; han equivocado el
diagnóstico y, cuando ello sucede, la víctima es la estrategia.
Sería muy bueno para México
que Andrés Manuel López Obrador cambiará, que se permitiera la introspección y
el diagnóstico, que dejara de trabajar para ser el hombre fuerte de Morena y
comenzara a hacerlo para alcanzar la banda presidencial, pero la verdadera, no
la del Zócalo.
En México necesitamos un líder
como el que veíamos en 2005, pero actualizado a la época, en versión moderna,
en versión 2014.
Amable
lector, recuerde que aquí le proporcionamos una alternativa de análisis, pero
extraer el valor agregado, le corresponde a usted.
Con
gusto recibo sus comentarios en Twitter: @oscar_ahp