Tuvo
qué pasar un mes de iniciada la tragedia para que Ángel Heladio Aguirre Rivero
tuviera la decencia de renunciar a la gubernatura de Guerrero; y para que el
Presidente del PRD entendiera que tenían que dejarlo ir, pues era indefendible
con más de 200 restos humanos recuperados de la clandestinidad. Nadie acusó al
gobernador de haber jalado el gatillo, pero sin duda es el responsable político
por lo que sucede en su estado. Es el gobernador quién debe impedir el
desgobierno.
La
salida del mandatario es justa y necesaria, porque su permanencia representaba
una muestra más de impunidad; empero, para nada representa la solución al
problema, ni la justicia para los deudos de los normalistas desaparecidos y de
los seres humanos que están apareciendo en las fosas. Ángel Aguirre era un
elemento más de la crisis. Lo prioritario continúa, el gobierno federal debe
hallar a los desaparecidos.
Más allá
de quién ocupe la silla del ejecutivo estatal durante los pocos meses de
mandato que restan, creo que lo relevante es la estrategia a seguir por el
ejecutivo federal, pues es quien realmente está y estará a cargo de la entidad.
Considero un error permitir que la protesta social violenta continúe, pues sólo
se logra que el pánico y la anarquía se expandan. El gobierno tiene que
establecer el orden o pronto los demás estados empezarán a sufrir el
vandalismo.
La
tensión social es mucha, el pueblo de México está muy enojado y tenemos razones
para estarlo, así que cualquier acontecimiento se volverá relevante. Los
gobernadores deben estar bastante preocupados, lo mismo que el presidente.
Supongo que no se puede dormir tranquilo cuando la nación esta impregnada de
gasolina. El miedo a cualquier otra chispa debe ser monumental.
Es
obvio que la prioridad del presidente Enrique Peña Nieto debe ser encontrar a
los 43 jóvenes, el poder explicar a los familiares, al país y al mundo entero,
que el Estado Mexicano sí es capaz de saber qué pasó con 43 almas que se
atrevieron a ejercer su libertad de expresión, a solicitar mejores condiciones
de vida. Desde luego, encontrar y castigar a los responsables es parte de la
lógica elemental que aún no se concreta,
La
crisis ya tiene un impacto generalizado y a gran escala en el mundo entero. La
prensa internacional ha hecho suya la tragedia, basta con abrir cualquier
periódico de cualquier país para leer la fuerte y justa crítica al gobierno
mexicano. A manera de muestra, sirva que al escribir estas líneas, las revistas
The New Yorker y The Economista mencionaban que el país se le puede ir entre
las manos al primer mandatario. Y el señalamiento va más allá, pues hablan de
que se pierde la credibilidad ganada con la reformas, y reflexionan si en estos
dos años de gobierno solo se habría estado simulando la regeneración del
país.
Solo
son dos revistas, pero ya le escribía que la prensa de cualquier nación está
por las mismas. E igual sucede con las instituciones, pues en la semana vimos
como el Canciller mexicano fue cuestionado por otras autoridades diplomáticas
durante sus giras de trabajo, o como el Parlamento Europeo fijó y difundió su
posicionamiento sobre los crímenes en Iguala. Para nada son poca cosa o asuntos
transitorios. México está ardiendo y el orbe entero lo mira hervir. Claro, el
gobierno nada desearía más que apagar el fuego, es lo lógico.
Seguro
de que todos deseamos que encuentren pronto a los normalistas desaparecidos y a
los responsables de tanta atrocidad, también debemos preguntarnos qué seguirá
para México, cuáles serán los daños que se arrastrarán de esta crisis y, cuánto
tiempo habremos de cargar con ellos. Le compartía que el descrédito
internacional ya es manifiesto. Y bueno, quizá valga la pena preguntarnos si la
sociedad mexicana se tranquilizará al terminar esta vorágine, o si finalmente
exigirá cambios trascendentales en las formas de vida y gobierno y dejará de
ser la misma de siempre.
Resolviéndose
esta problemática; y reiteró que ojalá sea rápido y con el mayor bienestar
posible para las víctimas; el gobierno difícilmente podrá volver a su hoja de
ruta previa, a su plan de gobierno preconcebido. Habrá que trabajar mucho en
verdaderamente modificar la precaria realidad en que viven muchos mexicanos.
Establecer un verdadero estado de derecho y recuperar el respeto perdido será
fundamental para el gobierno.
México
jamás fue el mismo después de 1968. Su columnista le augura que tampoco lo será
después de Guerrero 2014. Algo, ojalá que mucho, tendrá que cambiar. Lo de
Tlatelolco concluyó sin justicia; por el bien de todos, esperemos que no suceda
de nuevo.
Amable lector, recuerde que aquí le proporcionamos una
alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado, le corresponde a
usted.
Con gusto recibo sus comentarios en Twitter: @oscar_ahp