Estamos a 27 días de iniciada la crisis por la
desaparición de los estudiantes normalistas en el municipio de Iguala, Guerrero.
Hasta hoy, la justicia continúa brillando por su ausencia, lo mismo que la
responsabilidad de los poderes del estado. Es un tema que no se supo contener
ni resolver, y por eso escala con velocidad.
La aparición de múltiples fosas clandestinas repletas de
cadáveres, de seres humanos, no hizo más que confirmar la incapacidad de los
tres órdenes de gobierno para proveer de seguridad y garantías básicas a los
ciudadanos. Se trata de una región donde no existe el estado de derecho; y
tampoco la vergüenza de los gobernantes, pues nadie asume su responsabilidad
política.
Es un trance de gobernabilidad que ya marcó el sexenio
del Presidente Enrique Peña Nieto, que ya quedó registrado para los libros de
texto. Lo mejor que le puede ocurrir al gobierno es que la situación no se
complique aún más y que se capturé y enjuicie a los responsables de tanto
crimen. Por lo demás, el daño ya está hecho; en el tejido social y en las
opiniones públicas nacional e internacional; el control de daños es ya intrascendente,
solo con justicia se resolverá.
Creo que vale la pena reflexionar: ¿qué pasó en Iguala?
¿Se trata de una estrategia del crimen organizado para apropiarse del control
político municipal y desestabilizar a la entidad y al país? ¿Son otros poderes
fácticos que buscan dinamitar el proyecto del gobierno federal, quizá para
sabotear el ciclo reformador? ¿Acaso el radicalismo de Andrés Manuel López
Obrador y compañía está detrás de la crisis política? ¿Busca Morena derrocar al
presidente antes de diciembre, para forzar a nuevas elecciones?
Como en toda crisis, son hipótesis de coyuntura, surgidas
a costa del dolor de los familiares y de la indignación ciudadana. Es el
sospechosismo que le amplia las consecuencias al problema.
Hasta dónde nos ha informado la Procuraduría General de
la República, el narcotráfico sí estuvo involucrado en los hechos, a través de la
corrupción de las autoridades y policías del municipio. Todo lo demás es solo
eso, hipótesis que benefician a quienes las construyen.
Claro, lo anterior no significa que los opositores a la
administración federal actual no las aprovechen si les benefician. Así son la
política y el poder, la condición humana pues.
Más allá de ello, conviene tener claridad en el entorno: las
hipótesis se generan por la ausencia del estado, por la incapacidad del
gobierno para ofrecer soluciones justas y creíbles a los deudos. Por eso surgen
las teorías, porque el gobierno es víctima del caos y no atina en sus
movimientos.
Las consecuencias son la desobediencia civil y la
repetición de la violencia, las que a su vez solo producen más de lo mismo. Es
un círculo autodestructivo. Así sucede cuando el gobierno no se da a respetar,
las circunstancias le pasan por encima.
¿Cuándo se irá el gobernador? La lógica nos dice que
cuando la dignidad lo haga entender que es el responsable político por el
desorden de una entidad a su cargo. Pero bueno, como ya demostró que no tiene, pues
seguirá durmiendo como sí fuera inocente.
¿Cuándo actuarán los partidos políticos para aportar soluciones
al desastre? Supongo que cuando el cálculo electoral se los indique, pues desafortunadamente
es a lo único que se dedican, a calcular su rentabilidad en las urnas por
encima del bien común.
¿Y la izquierda que representa el PRD, seguirá empeñada
en no recoger su tiradero? Parece que sí, y como el suicidio siempre es
opcional, pues ya decidieron.
¿Andrés Manuel López Obrador y Morena se posicionarán
para tomar el liderazgo social y encabezar una protesta pacífica permanente? Podrían
hacerlo, pero como el ex Jefe de Gobierno igual salió salpicado, han preferido
no aparecer. Vaya, quizá el tabasqueño debería de rectificar, pues los niveles
de intolerancia que demuestra nos regresan a los tiempos de Luis Echeverría.
Creo que muy pocos actores públicos han dilapidado tanto
capital político como Andrés Manuel López Obrador, pero creo también que muy
pocos tiene su potencial para recuperarlo y reinventarse.
¿Y cuándo resolverá esto el ejecutivo? Esperemos que muy
pronto, porque ya se tardó y el proyecto que tan bien llevaba hoy luce en
absoluto comprometido. El gobierno federal ya perdió la confianza de la
sociedad, por su errado actuar. Y bueno, sucede como en los matrimonios, pues
cuando está se pierde, el diario convivir se vuelve un ahogo.
Igual pasa con la prensa internacional, que tampoco logra
entender cómo puede suceder tanta atrocidad en un país que se supone civilizado
y con potencial.
El presidente Peña Nieto, su gobierno, ya tiene que salir
de las arenas movedizas. Se han perdido muchos días valiosos, de ese tiempo que
cuesta mucho y que no regresa nunca. Hace falta que se despierte al gabinete,
que se de un golpe de timón y se redistribuyan cargos, roles y
responsabilidades. Es menester que el estado vaya en busca del respeto perdido y
que se recobren la gobernabilidad y las condiciones de vida para Guerrero.
De no hacerlo, la alternativa es confirmarle al mundo que
México es un país en donde puede pasar de todo sin que haya consecuencias. O
bien, que es una nación donde simplemente no pasa nada. Como gusten verlo.
Amable lector, recuerde que aquí
le proporcionamos una alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado,
le corresponde a usted.
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