. Lo digo por el nuevo escándalo que se ha destapado con el latrocinio de Cajamadrid-Bankia. Aunque nos han robado los más de 30.000 millones que ha costado al Estado rescatar la Caja de todos los madrileños, la minucia de 15 milloncejos gastados con nocturnidad por la cúpula directiva puede llevar a abrir las puertas del Hades en este país. A pesar de haber aguantado que nos roben, mientan, insulten y apaleen, probablemente no soportemos la última afrenta, esta especie de sodomización social que supone la desfachatez de haberse repartido unas tarjetas de crédito ocultas a la gestión y que después iban a parar a “errores informáticos” para hacer desaparecer la felonía.
Mientras se repartían sueldos astronómicos, dietas opíparas, créditos sin aval ni contraprestación, o se compraban terrenos y empresas de amigotes, o se invertía en empresas ruinosas con el fin de aliviar la economía de allegados, estos mismo sinvergüenzas engañaban a los pobres trabajadores y jubilados con las cuentas preferentes. “Es usted un cliente preferente”, decían al incauto que, llevado por su fe en el lenguaje entendía que tenía preferencia para el banco, lo que no le aclararon es que la preferencia es en el orden de saqueo: “es usted el cliente al que preferentemente vamos a robar”. Y todo para que esta panda de chorizos, esta casta económica y política, se lleve el dinero a espuertas, adquiera bienes y servicios que ahora son de su propiedad y pueda permitirse una vida de lujos a salvo de cualquier autoridad judicial. Saben muy bien que los jueces están en el ajo, que también son de la casta y que no harán nada que no deban. Si alguno se atreve, ya se encargarán los demás jueces de ponerlo en su sitio, en el banquillo de los acusados, por atreverse a remover la poza de mierda que es este país.
No sería muy extraño que algún pobre jubilado, que tras 40 años de ahorros le llamaron un buen día diciéndole que era “cliente preferente” y que ahora lo ha perdido todo, salga a la calle en busca de justicia, de esa que no puede encontrar en los tribunales, y cometa una locura. En un mundo donde el sentido común ha permitido el latrocinio constante de lo común, la destrucción de lo público en aras de lo privado, el saqueo de las cuentas públicas por empresas privatizadas y la impunidad de los poderosos, la única opción es la locura. Hagamos pues un “elogio de la locura”, como Erasmo, pero pidiendo que nadie se olvide de esto, que exijamos que todos los sinvergüenzas de la casta se escondan bajo los colchones y no salgan de allí, a menos que quieran acabar donde sus acciones les hacen merecedores.¿Qué coño de pasar en este país para que la gente haga saltar por los aires a la casta?