“Si
lees las noticias te dejarás llevar por algún sentimiento y las palabras se
acomodarán en tu boca dejando escapar lo que sientes”. Es la frase de uno de
mis personajes que intenta hacer leer a sus alumnos para que puedan abrir sus
sentidos y expresar sus sentimientos.
En
el mundo se enseña a los adultos a evadir la realidad y poco a poco vamos creando en nuestra mente una
realidad de la realidad que se nos presenta. Somos tratados como niños porque
dirigen nuestra vida y pensamos sólo en nosotros mismos y como conseguir lo que
anhelamos.
Estamos
cada día más absortos por un sistema que nos engaña a cada segundo y la
realidad se va transformando un monstruo de cien cabezas con un cuerpo amorfo
que no sabemos cómo reaccionará al contacto. Tenemos miedo a la realidad porque
la realidad nos lleva quién sabe a dónde, como una corriente que nos arrastra a
una gran catarata.
Los
niños no afrontan sus miedos, se imagina cosas y ante el temor se ocultan y
cierran los ojos a la realidad en el confort del egoísmo. Si se preguntan: ¿Por qué existen cada día más
pobres? Están expresando el temor a la pobreza. Pero la respuesta a esa
pregunta si les atañe. Porque aquel que cayó en la desgracia y no le importó a
nadie, pasó a ser parte del monstruo amorfo que es mejor ignorar a toda costa ya no presta un beneficio, pero genera temor.
Somos
tratados cómo niños pero actuamos como niños malcriados y soberbios, sólo
estiramos la mano para ayudar por interés. Acomodamos al grupo de amigos en
situaciones de ventaja para tenerlos cerca y utilizarlos en algún momento.
Somos
una sociedad que está sometida a un traumático retroceso de personalidad,
dejando a los niños con ventajas más matonescas
que intelectuales, a cargo de la realidad. Nos engañan tan
fácilmente que no necesitan realizar grandes esfuerzos para someternos y
aprovecharse de nuestros recursos, sólo
apelan a nuestra ignorancia, al miedo y la incertidumbre.
Si tiene alguna duda observe a un niño:
Los niños están compitiendo todo
el tiempo, sueñan con ganarse el primer
lugar y quedarse con el trofeo. Quieren brillar en todo lo que hagan y si no
brillan, se molestan y se van del equipo. Su visión es egocéntrica. Ellos ven
al equipo simplemente como una herramienta para crecer y brillar. Cuando ya lo
lograron se van a casa y duermen tranquilos sin importar el sufrimiento de los
caídos, golpeados que se produjeron al fragor de la competencia, porque
disfrutan más el fracaso del otro que el éxito obtenido. El vencido tiene que
sufrir.
Al día siguiente, quieren
disfrutar sin importar las consecuencias del mañana. Todos se saludan como si nada, sólo viven el
día a día. Todo su enfoque está en la búsqueda del placer temporal y el beneficio instantáneo, quitar a otro si es
necesario. Un niño con éstas características, que se hacen cada día más
comunes, siempre busca la aprobación del grupo; la popularidad, estar bien con
el mundo, la moda y la última tendencia. Su criterio está moldeado por la sociedad y su valor está
en la aceptación y no en la convicción interna de sus principios y valores.
Nunca logran desarrollar el
dominio propio y la ética del trabajo. Buscando llamar la atención no le importará faltar el respeto a los demás,
si tiene que realizar alguna acción temeraria; lo hará sin medir consecuencias.
Lo importante el lograr su objetivo. Si descubren el “talón de Aquiles” de
algún individuo, se aprovechan de este para obtener una ventaja competitiva de
manera no ética. Si roba, compartirá su
botín y después dirá que es robado para que nadie lo pueda acusar. Es hábil
manipulador.
¿Se ha fijado que los niños nunca
quieren trabajar? Siempre son víctimas de su situación y constantemente tienen
pereza mental y física Es cierto que hay niños que actúan distinto, pero en general, a pesar de que jugar es algo
importante y necesario, los niños siempre están jugando: jugando con sus
proyectos, con las relaciones, con la vida en general.
Estos son niños que dominan al
resto, tienen atrayentes personalidades y hasta su familia los adulan todo el
tiempo a pesar que conocen bastante bien sus maquinaciones. Tienen ese extraño
influjo sobre las personas y están muy conscientes de su ventaja; son maestros
en utilizarla siempre a su favor.
¿Ves alguna de estas
características en adultos?
Si tiene alguna duda, observe a
un adulto.
El objetivo de un adulto en la
realidad vivencial, sobre todo de quienes tienen grandes responsabilidades
empresariales, sociales y personales; es
lograr resultados y no sobresaltar sobre los demás como si se tratase de una
competencia. Entiende que para lograr
grandes cosas necesitan a un equipo, ya su familia o todo un organigrama
gubernamental.
Los adultos
tenemos un profundo sentido de
protección, buscamos proteger no sólo a nuestra familia y seres queridos, sino también al
débil y al necesitado y hasta los animales. No aprobamos el acoso, la
intimidación o humillación de otros. No tomamos ventajas de la debilidad ajena. Por el
contrario, los adultos nos motivan el
deseo proteger al necesitado.
Un adulto no se sentirá
menoscabado por ser minoría, a pesar de
hacer todo lo contrario de lo que dice grupo, como en el caso los niños. Conoce sus valores y no le afecta que se
burlen por hacer lo que es correcto, porque tienen una visión de largo plazo y
sabe que las consecuencias de una mala decisión pueden acarrear serios
problemas, en el futuro.
Es por eso que los adultos no
tememos enfrentarnos a las críticas, al
trabajo duro. Despertarse temprano, estar cansados o acostarse tarde, sobre
todo cuando una urgencia lo requiere; es un orgullo y motivo de
satisfacción, ya que sabe perfectamente
que para lograr un sueño en la vida se requiere de empeño, en hacer el trabajo
a conciencia y bien hecho.
Este modo de pensar se ve reflejado
en todas las áreas de la vida de quién piensa y actúa como un adulto y no como
un niño; en el trato y el valor que le da a su familia, en el
manejo de la finanzas, de sus valores,
del tiempo, el trato con los demás, van demostrando una clara y abismante
diferencia.
Así es. Mientras analizo, recuerdo aquella serie futurista que
veía en mi niñez, donde los niños dirigían el mundo. Pero los niños que nos dirigen hoy, han crecido y tiene mucho poder. Sin embargo siguen tan mal educados, malcriados
y manipuladores que no me cuesta nada imaginarlos en pantalones cortos y
faldita con encajes. Creo que la frase: “No
dejes nunca de ser niño” debiera tomarse con más responsabilidad, porque hay
niños que nunca fueron buenos niños. Y, cuando iban perdiendo algún partido, hasta
ahí no más llegaba la cosa porque se
iban enojados con su trofeo bajo el brazo diciendo a viva voz:¡La pelota es
mía!
Les comporto mi personal visión
de las cosas de ésta vida.