La historia de la
política exterior de Estados Unidos es muy rica en diversos tipos de
falsificaciones. El uso de la mentira es sin sonrojo permitido, como arma de
información bien utilizada por la Casa Blanca. Con la ayuda de la intriga
política, es fácil justificar una acción militar previamente planeada. El
modelo ideal modelo a seguir siempre, es la famosa operación nazi "Gleiwitz",
que se convirtió en el pretexto para que la Alemania nazi, atacara Polonia, el
1 de septiembre de 1939, y con ello se justificara el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Los aficionados
y seguidores del "genio militar nazi" en Washington, son más que
suficientes. Baste recordar los acontecimientos en la Yugoslavia de 1999, que
llevaron a la desintegración del país, bajo el bombardeo masivo de la OTAN. A
ello se suman otros ejemplos. Después de los ataques terroristas a las torres
gemelas en Nueva York, los Estados Unidos, ininterrumpidamente desde hace 13
años, dieron inicio a la “operación antiterrorista" en Afganistán, con
efectos hasta ahora casi nulos. Siempre se utiliza como prototipo del uso de la
mentira, para justificar las aventuras bélicas, la reunión del Consejo de
Seguridad de la ONU en 2003, en la que el Secretario de Estado norteamericano, Colin
Powell, agitando un tubo de ensayo, argumentó la posesión de ántrax por parte
de Saddam Hussein. El mensaje era claro: el dictador iraquí era una amenaza
para el mundo, y por tanto debía ser aniquilado. Como resultado, las tropas
estadounidenses entraron en Irak, Saddam fue ejecutado, el país ocupado se
sumió en el caos y aun hoy, 2014, todavía estamos esperando la aparición de las
armas biológicas denunciadas. Algo parecido Washington intento hacer en Siria,
cuando levantó un estrepitoso ruido debido a la supuesta utilización de armas
químicas por parte de Damasco contra civiles, en la lucha contra la oposición,
que él mismo financiaba. Es evidente, que los estadounidenses hubiesen repetido
en Siria, el mismo guión de Irak, si no hubiese sido por la intervención de
Moscú, que al tiempo que detuvo el ataque, también salvo al mismo Obama, quien
enredado en sus propias intrigas, no tenía garantizado el apoyo del congreso de
su país. Pero acaso allí se detuvieron las acciones del presidente
estadounidense, galardonado con el Premio Nobel de la Paz? Pues no, aun se
busca una nueva excusa, para otra acción militar, que demuestre que el mundo
sigue bajo el dominio de los Estados Unidos. A partir de allí, su atención es
atraída por Ucrania, país desgarrado por el nacionalismo y los problemas
económicos. Aquí, según cifras ofrecidas por los medios de comunicación
occidentales, fueron distribuidos cerca de 5 mil millones de dólares, para la
ejecución de un golpe de Estado y el derrocamiento del presidente legítimo. El
objetivo de tal acción, consistía en dotar a las empresas estadounidenses del valioso
gas de esquisto del Donbass y de ser posible, construir en Crimea una base naval
norteamericana. De concretarse tal
sueño, Obama, no solo pasaría a la historia como el primer presidente negro de
los Estados Unidos, sino como el presidente con mayúscula. Para el logro de
tales fines, no le ruborizo adoptar abiertamente políticas de apoyo a neonazis
ucranianos, que fomentan una sangrienta guerra civil en el país. Y como las
cosas no salían como lo planeado, es
decir, la reincorporación de
Crimea a Rusia, y el hecho de que casi medio millón de soldados del Ejército Nacional ucraniano, no era capaz de aplastar a un reducido grupo de milicias pro-rusas en el este del país,
que se resistían a ser tutelados por
gobierno central, que incluía en
su seno representantes fascistas; se
hizo indispensable llegar a algo "especial", una
víctima de la que, al parecer se convirtió el Boeing 777,
malasio que realizaba el vuelo MH-17 de Ámsterdam a Kuala Lumpur, con 298 personas a bordo. Mientras tanto, el Departamento
de Estado norteamericano, sigue ejercitando su imaginación para fabricar los
"datos" sobre las causas del accidente de aviación, culpando a Moscú
y a sus aliados, sin temor al Diablo ni a Dios. Principios como: dignidad, veracidad y honestidad,
al parecer, no se incluyen en las responsabilidades profesionales de sus
colaboradores. Además, se sigue afirmando que no se tiene idea en la guerra
ucraniana, de bajas entre la población civil, a pesar
de que se bombardean
ciudades. Se dice que no se utilizan armas pesadas, ni sistemas de
lanzamiento de cohetes, ni la aviación, que se discrimina objetivos tales como hospitales,
escuelas, jardines de infancia, etc., y
que la destrucción que aparece en videos y fotografías, son el resultado de
crímenes cometidos por las milicias. Pero más audaz fue la postura del presidente
de los Estados Unidos Barack Obama, el cual sin esperar resultados fehacientes
que proporcionan los datos oficiales sobre las causas del accidente, acuso de
antemano a Putin del horrible crimen. La situación real puede perturbar,
sorprender, indignar y hasta
demostrar lo inconcebible, pero
desgraciadamente hay que entender que en ocasiones el uso de la mentira, las insinuaciones o hasta la provocación directa relacionada con la muerte de
cientos de miles de personas; siempre han sido y probablemente será, una parte integral de la política exterior estadounidense.
Aunque sea difícil de admitir, en Washington, existen todavía algunos
dirigentes, que creen firmemente, que
todo es admisible, con tal de conservar el dominio mundial.
Por: Euclides E. Tapia C. Profesor Titular de Relaciones Internacionales
de la Universidad de Panamá.aquí tu artículo