Pasar el Rubicón

La vuelta del estío, que por mi tierra murcia apenas se nota, seguimos con el mercurio por las nubes y las ganas de salir por el suelo, sólo viene a confirmar lo que dejamos dicho antes del mes de Augusto: que los detentadores del poder en nuestra patria se han empeñado en no dejarlo ni con agua caliente ni con elecciones ni con la madre que los parió. El prócer registrador de la propiedad ha echado las cuentas y le salen a la perfección. Como está claro que el montante de votos que son capaces de insertar en las urnas en las próximas elecciones municipales no da, ni de lejos, como para elegir a un alcalde del PP, y como ningún partido está tan loco como para pactar con ellos, lo único que puede hacerse es cambiar el método para el recuento de votos: los míos se multiplican por dos, el resto se divide por dos. Es muy sencillo y no necesita de pactos o acuerdos explícitos con el otro partido de la élite. Basta una sencilla modificación de la ley electoral que indique que quien obtenga el 40%, o menos, ya se verán las necesidades, ganaría la alcaldía. En caso de no llegar ninguna opción a esa cifra, una segunda vuelta donde se midan las dos opciones más votadas.

 

. El prócer registrador de la propiedad ha echado las cuentas y le salen a la perfección. Como está claro que el montante de votos que son capaces de insertar en las urnas en las próximas elecciones municipales no da, ni de lejos, como para elegir a un alcalde del PP, y como ningún partido está tan loco como para pactar con ellos, lo único que puede hacerse es cambiar el método para el recuento de votos: los míos se multiplican por dos, el resto se divide por dos. Es muy sencillo y no necesita de pactos o acuerdos explícitos con el otro partido de la élite. Basta una sencilla modificación de la ley electoral que indique que quien obtenga el 40%, o menos, ya se verán las necesidades, ganaría la alcaldía. En caso de no llegar ninguna opción a esa cifra, una segunda vuelta donde se midan las dos opciones más votadas.

Cualquiera puede ver que las cuentas del ínclito monclovita (así llama Juan Laborda al habitante de la Moncloa) son multiplicar el efecto electoral de los votos insertados en las urnas con papeletas del PP. Si las papeletas con el emblema sucesor del aguilucho llegan al 40%, entonces el efecto es como si fuera el 50% más 1, se multiplica por 1, 25; en caso que no lleguen al 40% y sean el 30% o menos, pero entre los dos más votados, en un segunda vuelta se asegura el cierre del voto diestro, mientras divide el siniestro cuya sangre cainita acabaría descuartizando sus opciones y poniendo un alcalde de la gaviota, multiplicando los votos por casi 2. Sería genial si no fuera tan retorcido. Se trata de una estrategia magnífica, digna del general romano que con sus tropas cruzó el río prohibido a los generales y tomó el poder en Roma para no soltarlo sino con su vida en las escalinatas del senado. Lo mismo está a punto de perpetrar el ilustre registrador en la democracia española. Una vez que cruce el rubicón de modificar la ley electoral para su propio beneficio, no habrá vuelta atrás y su fin estará sellado.

Tras las municipales, si la cosa sale bien y mantienen en sus puestos a los custodios de las políticas de destrucción del Estado de derecho en España, el siguiente paso será maquinar una solución final para el problema de las urnas nacionales. Será imposible revalidar el 42% con el que gobierna holgadamente, de ahí que sea necesario tomar medidas y rápido. La baronesa de la Mancha le ha indicado el camino: primero hay que reducir el número de elegibles, de 350 a 300. Para ello no es necesario modificar ninguna ley. Hecho esto tiene seguro que los votas de la gaviota tengan mayor valor. El siguiente paso es redistribuir los diputados por las circunscripciones de modo que el peso relativo del voto PP sea superior al resto. Si con esto no es suficiente, se puede establecer algún cupo para acceder al recuento, el 5%, por ejemplo, eso favorecería a las opciones mayoritarias, como el PP.

Sin embargo, podría darse un sarcasmo electoral que daría para unas cuantas risas. Imaginemos que el PP no estuviera entre las dos opciones más votadas en algunos ayuntamientos y que el PP se viera en la tesitura de tener que recomendar el voto para el PSOE o PODEMOS, no digo ya a Bildu, sería glorioso ese día. O bien, que el castigo electoral, por supuesto merecido, llevara al PP a la marginalidad donde quiere poner a otros. ¡No querrá Dios que mis ojos lo vean!

UNETE



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