Desde mi perspectiva, cuando se observa el escenario
económico global actual, con intercambios económicos crecientes entre
diferentes economías, señala un conjunto de nuevos desafíos en la gestión
estratégica de las organizaciones, marcando un cambio de rumbo notable a como
se entendían las relaciones económicas y productivas de antaño. En este plano,
en términos sencillos, creo que si la comprensión de las relaciones económicas de
antaño podía traducirse bajo el término eficiencia, hoy el imperativo
competitivo se traduce en el término innovación, como un espacio de síntesis
del escenario competitivo actual.
En efecto, gran parte de la concepción en que se basaban
los intercambios económicos uno podía encontrarlos en la teoría de la ventaja
comparativa, la que establece que, bajo condiciones de comercio libre, resulta
conveniente especializar la producción hacia aquellos bienes y servicios que se
pueden producir a costos relativamente más bajos, implicando un cierto abandono
de la producción de bienes en que se es relativamente menos eficiente.
En esta perspectiva, la lógica de competencia residía en
un patrón de eficiencia que especializa la producción en sectores que cuentan
con una adecuada dotación de inicio de factores productivos, originándose en
elementos más bien de orden geográfico – espacial, ajenos a una construcción
social y económica de factores, puesto que se tiende a producir aquellos bienes
que utilizan de forma más intensiva los recursos en los que se cuenta con una
dotación de factores relativamente abundante. Este modelo, explica entonces el
patrón de especialización internacional de cada país, en función de la
disponibilidad y costo relativo de recursos productivos.
Ello, hoy ha cambiado, no obstante la validez empírica que
demostró un lapso muy prolongado de historia económica este plano de teoría
económica clásica propuesta fundamentalmente por David Ricardo y Hecksher –
Ohlin. En la actualidad se constata su contraste más fuerte con la teoría de la
ventaja competitiva, la cual postula que el costo relativo de factores
constituye una ventaja de orden inferior, puesto susceptible de ser reproducida
o superada por la innovación.
La ventaja competitiva sostenible, de orden superior, hoy
se encuentra señalada por la capacidad de ofrecer un valor superior en la
producción, a la vez que singular en términos de calidad, características
especiales y servicios asociados. Tal ventaja competitiva requiere de
capacidades avanzadas, las que se construyen a partir de un flujo de
inversiones generadoras de procesos de aprendizaje, que permiten en definitiva
incrementos de productividad, que es lo que constituye en la actualidad el
fundamento de la competitividad.
En este sentido, vemos como en el escenario actual, las
ventajas comparativas han pasado progresivamente a constituir ventajas de orden
inferior, de imitación o superación relativamente fácil, en tanto se producen
avances técnicos, se acrecienta el conocimiento y se amplían los flujos de
información; aspectos que impulsan la construcción de nuevos factores y
cimientan una posición superior de los productores. Ello, fundamentalmente
porque la perspectiva de la ventaja comparativa hace abstracción del avance
tecnológico, factor cardinal en los incrementos de productividad y que lejos de
hacer ineficiente la producción de nuevos bienes, ha permitido una reducción
notable en sus costos de producción.
Por lo tanto, en la actualidad surge el desafío de agregar
capacidad competitiva, mediante la construcción de factores de orden superior,
que permitan superar el desempeño competitivo. Al respecto, Porter señala que
la competitividad de las empresas está determinada centralmente por su
capacidad de innovación y por lo tanto, la clave estratégica residirá en
promover factores que la estimulen. En este línea, otros estudios han
demostrado que la innovación, especialmente tecnológica, puede explicar
patrones de comercio y comportamientos competitivos y por lo tanto, la
construcción de ventajas competitivas es finalmente un acto de innovación, lo
que implica avances tecnológicos, surgimiento de nuevos insumos, nuevas formas
de organizar la producción, descubrimiento de nuevas demandas, aparición de
nuevos potenciales de mercado y nuevos estilos de organización.
Por lo tanto, planteando que es la innovación un
elemento clave del escenario competitivo contemporáneo cabe en la empresa
actual, abordar el desafío de descubrir cuáles son los factores que le motivan
a asumir, estratégicamente, el impulso innovador.