En esta ocasión tengo que agradecer la amabilidad de Margarita Ramírez Reyes
que me ha facilitado toda la información necesaria para poder daros a
conocer su Biblioteca ubicada en Granada. Así como reiterar el
agradecimiento a María José Ariza Rubio y Cristina Peregrín Pardo por el
artículo que a continuación detallo y en el que se explica la historia
de la misma.
Para
comprender la historia de la Biblioteca Universitaria debemos
considerar el origen y la evolución, tanto de la biblioteca como
institución al servicio de la Universidad que le da su propia razón de
ser, como el de los fondos que han ido conformando su rico legado
cultural.
Origenes Bajo los Austrias
La
documentación que se conserva de esta primera etapa es bastante escasa,
debido principalmente al incendio que se produjo en el Archivo
Universitario en 1886. Puede decirse que la vida de la Biblioteca
arranca prácticamente con la fundación del Estudio General de Lógica,
Filosofía, Teología y Cánones, gestada en la visita que realizó a la
ciudad Carlos V en 1526.
Durante este
período la Universidad vive unida al Colegio Real y la biblioteca
ocupa, junto con la de éste, el salón principal de la actual Curia,
frente a la Catedral y a la Capilla Real. La supeditación a las
autoridades eclesiásticas y el control de éstas en la actividad
intelectual de la Universidad se reflejan en los documentos que
atestiguan las frecuentes visitas del Santo Oficio para vigilar la
ortodoxia de las enseñanzas y los textos. Sobre el volumen y contenido
de ellos no queda sino el inventario de la Biblioteca del Colegio
reunido de Santa Cruz (Colegio Real) y Santa Catalina, realizado con
motivo de su supresión en 1835 y que consta de 1.775 volúmenes.
Etapa de desarrollo bajo los Borbones
Como
en otras facetas de la vida civil, la Universidad se ve positivamente
afectada por los cambios políticos y culturales que conllevan la venida
de la dinastía francesa de los Borbones y la influencia del pensamiento
ilustrado, reflejado en el intervencionismo estatal en todas las facetas
de la vida de los súbditos y la preocupación por elevar su nivel
intelectual.
Sucesivos Planes de
Estudios y Reformas Universitarias a lo largo de la segunda mitad del
siglo XVIII y de todo el siglo XIX van conformando la Universidad
moderna, y abriéndola a las corrientes intelectuales del resto de
Europa.
Desde el punto de vista de
las infraestructuras, la expulsión de la Compañía de Jesús, decretada
por el rey Carlos III en 1767 y la consiguiente incautación de todo su
patrimonio, y, posteriormente, la desamortización eclesiástica de
Mendizábal, dotará a la Universidad de unos recursos que hasta entonces
no tenía.
La Universidad de se
traslada al edificio del antiguo Colegio jesuita de San Pablo,
instalándose la Biblioteca en una espaciosa sala del piso superior, bien
iluminada por grandes ventanas. Los fondos de la librería del Colegio
pasan también a uso de la Universidad, con lo que se incrementan en
29.483 volúmenes de impresos, entre los que figuran varios incunables,
además de algunos valiosos códices y numerosos legajos (según el
inventario realizado en estas fechas por lor los hermanos Rodríguez
Mohedano). Otra muestra de la importancia que va cobrando la Biblioteca
como institución es el nombramiento en 1780 del primer bibliotecario
conocido, D. Juan Gil Palomino, al que le sucede a partir de 1784 el
catedrático Juan Velázquez de Echevarría y más tarde D. Antonio de
Pineda y Barragán, autores ambos de posteriores inventarios, fruto de su
buen hacer profesional.
En 1841, la
Biblioteca Universitaria vuelve a enriquecerse con otro importante
conjunto bibliográfico: el de los libros incautados a los conventos de
la capital y provincia, y que, tras un breve intento de crear un Museo
de la Ciudad para ubicar los bienes artísticos y culturales
desamortizados, se decide ponerlos bajo la custodia de la Universidad.
Los cimientos de la Biblioteca actual
A
lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y los comienzos del XX se
van configurando las líneas de la moderna Biblioteca Universitaria.
Desde el punto de vista funcional, con la creación en 1858 del Cuerpo
Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios y el de
Auxiliares en 1932, la actividad bibliotecaria se profesionaliza y se
independiza del estamento docente, dejando las tareas organizativas y
técnicas a los especialistas y liberando de ellas a catedráticos y
maestros. Por otro lado, la estructura misma de la Biblioteca va
cobrando mayor complejidad, y de ella se van desgajando las distintas
bibliotecas de Facultades, Seminarios y Cátedras, con fondos cada vez
más especializados. Cada Biblioteca se dota de un catálogo propio, tanto
alfabético como sistemático para control e información de sus fondos, a
la vez que la Biblioteca General cuenta con un catálogo central de
estructura análoga.
Desde la segunda
mitad del siglo XIX las Facultades van independizándose de hecho, ya sea
en el mismo edificio central de la Universidad (como Filosofía y
Derecho) o en nuevos anejos (como Ciencias) o en edificios propios
(Farmacia y Medicina), con lo que las Bibliotecas cuentan con salas
propias, depósitos para ubicar sus fondos y partidas presupuestarias
para la adquisición de éstos.
Con
el nuevo siglo varias Facultades se trasladan a nuevos edificios: la de
Farmacia al cercano Palacio de Caicedo, frente al Colegio Mayor de San
Bartolomé y Santiago ; la de Filosofía y Letras al Palacio de la
Columnas (hoy sede de la Facultad de Traducción e Interpretación) ;
Medicina deja el edificio de la calle Rector López Agüeta, junto al
Hospital de San Juan de Dios y se instala en 1944 en el construido
expresamente para ella , junto al Hospital Clínico. Ya en la segunda
mitad del siglo se construyen nuevas sedes para la Facultad de Ciencias
(1968) y para la de Filosofía y Letras (1977). La geografía
universitaria de la ciudad se dibuja ya en grandes campus, que aglutinan
a las distintas Facultades y Escuelas (área centro, con Medicina,
Derecho, Traducción , Arquitectura, Trabajo Social, Ciencias Políticas y
Rectorado ; Campus de Fuente Nueva, con Ciencias, Arquitectura Técnica y
el reciente edificio Politécnico ; y el Campus de Cartuja, con Letras,
Psicología, Ciencias Económicas y Empresariales, Ciencias de la
educación, Odontología, Documentación y la editorial Universitaria,
además de algunas dispersas en otras zonas, como Bellas Artes o
Informática). En 1980, la Biblioteca General se trasladó a la nueva sede
del Rectorado, en el hermoso edificio renacentista del Hospital Real,
fundado por la Reina Católica y construido bajo Carlos V, que había sido
recientemente restaurado. Desde esa fecha la Biblioteca ocupa el
crucero superior, donde se expone la mayor parte del rico fondo
histórico en las estanterías realizadas a medida, que son reproducción
casi exacta de la antigua sala del Colegio de San Pablo. Junto con los
fondos y la sala de lectura e investigación, se ubican también en este
edificio la dirección de la Biblioteca Universitaria y sus servicios
centrales.
En todos estos edificios
la Biblioteca del Centro ocupa un lugar importante y, aunque convive
hasta la actualidad con las bibliotecas de departamentos, creadas como
dijimos a partir del primer cuarto del siglo (sobre todo en las
Facultades con mayor raigambre, como Derecho, Letras o Medicina), la
tendencia general es la de centralizar fondos, servicios y presupuestos,
para lograr una mayor rentabilidad de los recursos humanos y
económicos. Desde 1990, se cuenta con un presupuesto centralizado para
inversión en monografías, publicaciones períodicas y encuadernación, que
se reparte entre las bibliotecas de Facultades y Escuelas, siguiendo
determinados criterios para su distribución. Este presupuesto se
complementa con los recursos que aportan los Centros, Departamentos,
Grupos y Proyectos de Investigación.
Fondos: Procedencia y Evolución
De
los datos de que disponemos podemos deducir que hasta mediados del
siglo XIX los fondos procedían de donaciones. Los primeros que aparecen
por compra lo hacen a partir de 1839.
Hasta
1875 podemos establecer, a partir de los diferentes inventarios y de
las estadísticas, que en la Biblioteca Universitaria de Granada habían
ingresado un total de 16.789 obras en 42.629 volúmenes a lo largo de las
diferentes épocas, a saber: en 1768 había 10.555 obras en 29.483
volúmenes; en 1837 ingresaron, procedentes del Colegio de Santa Cruz y
Santa Catalina, 822 obras en 1775 volúmenes; en 1840, de los conventos
extinguidos, 3.131 obras en 5.583 volúmenes; entre 1839 y 1875
ingresaron por compras y donaciones un total de 2.281 obras en 5.788
vols.
Pero en 1875 de estos ingresos
sólo quedaban 11.014 obras en 20.406 vols. (habían desaparecido 5.788
obras en 22.223 vols), que versaban sobre Teología, Jurisprudencia,
Ciencias y Artes, Bellas Letras, Historia.
¿Cuál fue la evolución de los fondos durante esta época, y a qué se debe la desaparición de estos 22.223 vols?.
Los datos que arrojan los diferentes índices que se habían realizado hasta 1856 son los siguientes:
Año 1768, índice de PP. Mohedanos: 10.555 obras en 29.483 vols.
Año 1785, índice de Velázquez de Echevarría: 4.979 obras en 9.549 vols.
Año 1813, índice de Antonio Pineda: 4.780 obras en 7.260 vols .
Año 1856, índice de Antonio José de Córdoba: 8.291 obras en 14.222 vols.
En
ellos se reflejan cómo la mayor pérdida de fondos se había llevado a
cabo en el periodo comprendido entre los años 1768 y 1785, debido a que
después del traslado de la Universidad y de la Biblioteca al Colegio de
San Pablo, todos los fondos de la biblioteca de los PP. Jesuitas y los
de la Universidad, fueron depositados desordenadamente en un local
inadecuado, donde permanecen hasta 1780, sufriendo daños y pérdidas
irreparables.
Aparte de las bajas por
robo y deterioro, numerosos documentos (actas del Claustro de 7 de
junio de 1780 y de 30 de junio de 1784, Orden del Consejo de 9 de Agosto
de 1780) hacen referencia a la costumbre de la venta de libros
“inútiles, viejos y deteriorados”, para sufragar gastos de la biblioteca
(material para escribir, estanterías, etc.), pero nunca para reponer
fondos bibliográficos. No hay que resaltar el peligro de esta medida, y
cuántas obras que hoy tendrían inestimable valor dejaron de pertenecer
al patrimonio de la Universidad debido a ella.
Entre
1785 y 1813 se observa un pequeño descenso, pero en este caso puede
reflejar las pérdidas normales en el funcionamiento de una biblioteca,
más aún si tenemos en cuenta que el único incremento de fondos en este
tiempo eran las donaciones, y en el periodo comprendido entre estos años
no se llevó a cabo ninguna.
A partir
de estas fechas la evolución de los fondos es ascendente, observándose
un claro incremento entre los años 1813 y 1856 debido, sobre todo, a la
anexión de los fondos del Colegio de Santa Cruz y Santa Catalina y de
los de los Conventos extinguidos, que habían sido depositados en el
Museo Granadino, pero que posteriormente pasan a la Universidad.
Los
dos artículos adicionales del primer Reglamento de la Biblioteca
Universitaria de Granada, redactado en 1839 y aprobado en 1840, nos
pueden dar idea de los procedimientos que se seguían para seleccionar
las nuevas adquisiciones. En ellos se expone que el Claustro nombraría
una comisión formada por un catedrático de cada Facultad y cuatro
miembros del mismo para que elaborasen unas listas por orden de urgencia
de libros y suscripciones necesarias. Estas listas se presentarían al
Claustro para que dispusiera la compra de los mismos según lo
permitieran las posibilidades económicas.
Los locales y organización de los fondos
Cuando
en 1769 se inició el traslado al Colegio de San Pablo, la biblioteca
que había pertenecido a los Jesuitas se encontraba organizada en tres
dependencias diferentes: la librería general de la Compañía de Jesús,
que contenía a la derecha las obras de las que eran autores miembros de
la Compañía y a la izquierda las obras de autores externos entre las que
se encontraban obras de los Santos Padres y Sagradas Biblias; una
“segunda librería” o archivo donde se guardaban los manuscritos; y las
obras que se encontraban en los aposentos de los miembros de la
Compañía.
Parece ser que a la
Universidad la desbordó la gran cantidad de fondos, limitándose en este
momento a amontonarlos todos en los locales de la “librería general”,
donde permanecieron desordenados hasta que en 1780 se ubica en un local
adecuado. De las dramáticas consecuencias que estos años de desorden y
abandono tuvieron para los ricos fondos legados a la Universidad nos dan
idea las cifras que resultaron del inventario que en 1785 realizó el
Padre Echevarría en comparación con el de los PP. Mohedanos.
En
su nueva ubicación (que hoy ocupa la Biblioteca de la Facultad de
Derecho), en la que permanecerá ya la biblioteca hasta su traslado en
1980 al Hospital Real, los fondos son organizados por el P. Echevarría
en catorce secciones que coinciden con las materias del catálogo o
índice, a saber:
1. Escritura
sagrada, Santos Padres, Expositores: 2. Teología escolástica y
dogmática; 3. Teología moral; 4. Derecho civil y canónico. 5. Historia
sagrada y profana; 6. Oratoria sagrada o predicable; 7. Medicina; 8.
Filosofía escolástica; 9. Filosofía moral y natural; 10. Artes
liberales; 11. Poesía; 12. Gramática y lenguas; 13. Ascéticos y libros
de devoción; 14. Miscelánea .
En
1813, Antonio de Pineda y Barragán lleva a cabo un nuevo índice y una
reorganización de los fondos consistente principalmente en el cambio de
nombre de algunas secciones y añadir nuevas que se adaptaran a la
evolución de las disciplinas impartidas; así, se incorpora una de
“Química, botánica e historia natural”, otra de “Física, geografía,
matemáticas y artes liberales” y otra de “Economía política y
cristiana”; esto significa una muestra de la evolución desacralizadora
que la Universidad venía experimentando a favor de un mayor incremento
de las ciencias puras y naturales.
La
anexión de los fondos pertenecientes al Colegio de Santa Cruz y Santa
Catalina en 1837 y de los conventos extinguidos en 1840, así como el
incremento de los mismos por compra y otras donaciones, hacen necesaria
una nueva reorganización y un nuevo índice de toda la biblioteca,
comenzándose la primera con el Sr. Pineda y terminándola y realizando el
segundo Antonio José de Córdoba y Gómez en 1856. La sala se dividió en
tres partes en las que se distribuyeron las siguientes secciones: 1.
Sagrada Escritura y Patrología, Religión, Filosofía; 2. Artes mecánicas,
Industria; 3. Medicina, Cirugía, Farmacia, Veterinaria; 4. Botánica,
Química, Mineralogía; 5. Matemáticas, Bellas Artes, Literatura,
Miscelánea; 6. Oratoria, Gramática, Lenguas; 7. Poesías; 8.
Jurisprudencia. 9. Historia, Geografía .
En
la actualidad los fondos que alberga la biblioteca están constituidos
por más de 1.100.000 volúmenes de monografías en papel y más de 240.000
libros electrónicos; las publicaciones periódicas en papel son 17.000
títulos y las electrónicas más de 45.000.
Estos
fondos (excepto los de formato eléctronico que se consultan en línea)
se distribuyen por los distintos puntos de servicio, coincidiendo su
temática con los estudios impartidos en el centro donde se halla situada
cada biblioteca.
El fondo antiguo se
encuentra ubicado sobre todo en la Biblioteca del Hospital Real, y en
las Facultades de Filosofía y Letras, Derecho, Medicina y Farmacia; la
primera posee unos 20.000 volúmenes, entre los que podemos citar: 47
incunables, 6.472 impresos del s. XVI, 2.556 del s. XVII, 5.746 del
XVIII, y 3.154 impresos comprendidos entre los siglos XVI al XVIII de
los que no se puede especificar la fecha. También cuenta nuestra
biblioteca con 792 manuscritos: 4 de ellos del s. XIV, 153 del s. XV,
191 del s. XVI, 268 del s. XVII, 93 del s. XVIII, 46 del s. XIX y 37 del
XX.
En la organización de los fondos
dentro de las diferentes bibliotecas se sigue combinando el libre
acceso con los depósitos de libros, aunque en la actualidad, en todas
las bibliotecas en las que el edificio y el espacio lo permiten, los
fondos de más frecuente consulta se colocan en libre acceso.
Índices y Catálogos
En
los apartados anteriores, ya hemos hecho referencia a los distintos
índices que se realizaron en esta época, el número de obras que
reflejaba cada uno y las materias que contemplaba. Ahora repasaremos muy
brevemente la organización de cada uno de ellos.
-
Índice de Rafael y Francisco Rodríguez Mohedano e Ignacio Carmona Valle
. Terminado en 1769, se hizo a raíz de la expulsión de los Jesuitas y
de la anexión de su biblioteca a la Universidad. En realidad realizaron
un índice de los impresos y otro de los manuscritos, pero sólo se
conserva el primero. Está ordenado alfabéticamente, y bajo cada letra se
relacionan, en primer lugar, las obras existentes en la “Librería
General”; en segundo lugar, las obras impresas existentes en la segunda
biblioteca; y por último las que estaban ubicadas en los aposentos de
los Padres.
Los datos que contiene
este índice son: autor, título, lugar, impresor, año, número de
volúmenes, tamaño y precio. Las obras que no tienen autor y son de
asuntos relacionados con la Compañía van colocados bajo “Societatis
Jesu”, a excepción de los documentos que aparecen encuadernados en
misceláneas, de los que se da relación individual bajo la palabra
“miscelánea”; las alegaciones, informes y otros papeles jurídicos, que
no guardan relación con la Orden, aparecen bajo el epígrafe “Papeles en
derecho”.
- Índice de Juan
Velázquez de Echevarría. Realizado en 1785, está ordenado
alfabéticamente y dentro de cada letra subdividido en catorce materias
que coinciden con las secciones en las que estaba dividida la biblioteca
y a las que ya hemos hecho referencia en el apartado anterior. Los
datos bibliográficos se hallan repartidos en seis columnas: autor (por
el apellido, a excepción de los que eran más conocidos por el nombre),
título, lugar de impresión, tamaño, número de volúmenes, número del
estante, número de la tabla y número de la obra en el estante.
-
Índice de Juan de Pineda y Barragán; se lleva a cabo en 1813 y va
ordenado por materias (en total, 17 que coinciden con las secciones de
la biblioteca que ya tratamos en el apartado anterior). Los datos que
recoge de cada obra son los mismos que los del inventario de Echevarría.
En
1837, Pineda y otros realizaron un inventario de los fondos
pertenecientes al desaparecido Colegio de Santa Cruz y Santa Catalina,
al pasar éstos a la Biblioteca Universitaria. En el apartado de fondos
ya hemos explicado las cifras que arroja el mismo, así como también del
inventario que se hizo en 1840 de los fondos de los conventos
extinguidos. Al no ser índices sino inventarios, no entraremos en más
detalles sobre ellos.
- Índice de
Antonio José de Córdoba y Gómez: se realiza en 1856, paralelamente a una
nueva reorganización de la biblioteca impulsada por la gran entrada de
fondos que había supuesto la anexión de las bibliotecas del Colegio de
Santa Cruz y Santa Catalina y de los Conventos extinguidos. En él se
reflejan ya unas características más modernas como instrumento de
descripción respecto a los índices anteriores. En realidad son dos: uno
por autores y otro por materias, según la clasificación que se siguió
para ordenar la biblioteca (véase apartado de fondos).
Los
datos que recoge de cada obra son mucho más completos que los de sus
antecesores: autor, título, idioma, tamaño, año, lugar, impresor,
edición, encuadernación, volúmenes, estante, tabla, número de la obra y
observaciones.
En este índice, al que
Francisco Fernández Alonso, sucesor en el cargo de Antonio José de
Córdoba, tacha de poco esmerado, pues “en la palabra anónimo figuran
muchos que no lo son; constan varias obras por el comentador o por el
traductor; aparecen otras con errores en las fechas y en las ediciones;
hallase también la casilla de observaciones toda en blanco. Además de
tales defectos, estos índices existen encuadernados y carecen de claros
indispensables para las intercalaciones” , sin embargo, ya se recogen
los datos fundamentales necesarios para la descripción bibliográfica y
para la localización de las obras; adviértase que en el comentario de
Fernández Alonso ya se notan las especificaciones técnicas de un
especialista (no olvidemos que en 1858 se crea el Cuerpo Facultativo de
Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios).
Es
precisamente en 1865, ya siendo bibliotecario Francisco Fernández
Alonso, cuando se comienza el catálogo en fichas y otras tareas como la
toma de datos estadísticos a partir de 1870.
Los
catálogos existentes en la actualidad se pueden dividir en varias
etapas: hasta 1989, en que comienza la informatización de la biblioteca,
subsisten un catálogo manual alfabético de autores y obras anónimas y
otro sistemático de materias según la CDU. Estos catálogos manuales
comprenden dos épocas diferentes: el anterior a 1982, y el que contiene
las obras que ingresaron desde 1982 hasta 1989, cuyos registros están
redactados según la ISBD.
A partir de
1989 se comienza a formar la base de datos informatizada de la
Biblioteca Universitaria de Granada que en la actualidad contiene
578.215 registros de ejemplares.
El
proceso técnico de las obras se realiza en cada una de las bibliotecas,
ya que el sistema informático permite alimentar una única base de datos
desde los diferentes puntos.
El sistema de Gestión informatizada que utiliza la Biblioteca es el Millenium.
La Biblioteca de la Universidad de Granada
(BUG) está compuesta por la biblioteca del Hospital Real y por las
bibliotecas que sirven a las Facultades, Escuelas Técnicas Superiores,
Escuelas Universitarias y otros centros o servicios; además cuenta con
otras unidades de gestión técnica y coordinación cuya actuación afecta
al conjunto de bibliotecas de la UGR.
Al
frente de la Biblioteca están las personas responsables de la Dirección
y Subdirección, con la colaboración de una comisión técnica y la
supervisión de una Comisión delegada de la Junta de Gobierno de la
Universidad.
La
responsabilidad de cada centro y servicio bibliotecario recae sobre
sobre la persona que ostenta la Jefatura de Servicio o similar.
En el siguiente enlace se pueden ver desarrollados los servicios que
ofrece la Biblioteca así como los servicios que ofrecen. Así como los
premios concedidos.