. Un drama futurista
que trata de la relación sentimental entre un hombre solitario - Theodore, escritor
en un blog de cartas de amor por encargo – y un nuevo sistema operativo para su
teléfono y computador, de nombre "Samantha". Este sistema, nuevo
modelo de inteligencia artificial, ordena la agenda de sus clientes, revisa sus
cuentas, lleva las tareas domésticas, acompaña y aconseja. Todo en uno.
Theodore queda
eclipsado por este programa: su voz, su capacidad de escuchar, de dar buenos
consejos, de satisfacer sus deseos. Un programa que permite tanto un trabajo en
equipo como abrirse a la posibilidad de desconectarlo a gusto. No decepciona. Alimenta
el ego, hace sentir bien. Solo existe un pequeño defecto: no es humano. La
creciente dependencia de Theodore, solo logran aumentar su soledad y desamparo.
La trama se
desarrolla en una gran ciudad, donde las otras personas solo juegan un rol
funcional en la vida del actor principal. El entorno se va deshumanizando a
medida que la relación entre el hombre y el sistema va “madurando”. Todo se vuelve
prescindible, salvo el computador. Se puede vivir sin personas, mascotas,
naturaleza. Pero no sin el sistema operativo.
Los teléfonos
inteligentes son un pálido adelanto de lo que se nos viene. Pero se descubre
también el consecuente peligro de desadaptación, soledad, enajenamiento. He
sorprendido a gente hablándole a su computador con tanto y más cariño del que
lo haría con otro ser humano.
El idioma inglés
conoce tres términos para soledad: alone, loneliness, solitude. Podemos estar
en medio de una multitud, pero solos. Esa soledad del alma, ese vacío, es loneliness.
Cultivar una soledad interior, pero a su vez estar con otros, es solitude. La
soledad así entendida es sana. Hay que saber cultivar una soledad para
relacionarse mejor con los demás. El drama del hombre moderno es ese vacío
interior – loneliness -, el mismo el que experimenta Theodore en “Ella”. El
referente de sus emociones no es un igual de carne y hueso. Es un ser de apariencia
cálida, pero una máquina, un espejismo que regala la sensación de sociabilidad
pero que, imperceptiblemente, nos aísla del resto. Hasta que es muy tarde para
establecer lazos con otro humano.Es fácil
enceguecerse con la falsa ilusión de contacto que nos regalan las redes sociales.
Éstas no reemplazarán nunca la riqueza de lo humano. Si bien el futuro en esta
área es promisorio, ello obliga a recentrar la mirada en el trato directo con
el otro, en la necesaria simetría de las relaciones humanas, en su fragilidad e
imperfección. Es allí donde radica su grandeza.
P.Hugo Tagletwitter: @hugotagle