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Jover perteneció a casi todas las sociedades culturales ochocentistas que se crearon en Alicante, y participó como actor en la sección dramática del Liceo Artístico y Literario de Alicante (1839). En su primer libro -Poesías-, impreso en Elche (1841), se advierten las influencias de Víctor Hugo y José Zorrilla.
Residente en Madrid desde 1841 a 1851, Jover ejerció el periodismo en El Heraldo. De vuelta a su ciudad natal, fue director de la revista La Tortuga y de los periódicos El Eco de Alicante y El Constitucional. Escribió dramas en tres actos y en verso como: Cantará y Alí (1842), Dama y señora (1847) y El pensador matritense (1856), y publicó y estrenó: Dios y mi Derecho (1852),Todos hablan y ninguno se Entiende (1858), y la fantasía alegórica, improvisada para solemnizar el triunfo de la soberanía popular en la Revolución Gloriosa, titulada El Iris de la Libertad (1868). Su pasión por el teatro y por las actrices trágicas italianas lo empujaron a escribir sendos poemas de Homenaje, a Carolina Santoni y Jacinta Pezzana-Gualteri cuando vinieron al Teatro Principal Alicantino los años 1862 y 1877 respectivamente.Autor también de novelas -Las amarguras de un Rey (1856), El Rollo de Villalar y El Romancero del Vate (1867), la presencia de Jover en los anales lucentinos destacará en todo momento por sus obras: Reseña histórica de la Ciudad de Alicante, publicada en 1863, y Las fragatas insurrectas y el bombardeo de Alicante, crónica del trágico ataque llevado a efecto el 27 de septiembre de 1873 por los cantonalistas de Cartagena, causando ocho muertos, muchos heridos y numerosos edificios dañados. Publicó también el libro Glorias de España con prólogo de José Peiret Bosque.Murió en 1881. “El cólera- morbo había invadido ya la Península, y el 10 de Agosto de 1854 se presentó en Alicante el primer caso de aquella terrible enfermedad que de una manera tan horrorosa iba a devastar a la población.Se dieron las órdenes oportunas para que los médicos estuviesen prontos a combatir los progresos del contagio, que se declaró oficialmente el día quince; pero fue tal la intensidad con que se desarrolló, que en breve fueron ya inútiles de los esfuerzos de la junta y de los alcaldes para poner dique al pánico que se apoderó de la población entera: más de nueve mil personas emigraron precipitadamente, y Alicante empezó a ofrecer desde entonces un cuadro de desolación cuyo recuerdo estremece todavía a sus habitantes.La desesperación se apoderó al fin del resignado pueblo alicantino, que a pesar de su estoica virtud empezó a meditar planes siniestros; pero la Providencia quiso depararle un ángel de misericordia, y el 22 de Agosto, llegó a nuestra capital el gobernador D. Trino González de Quijano, y con él la esperanza de salvación”.(Fuente: Reseña Histórica de la Ciudad de Alicante de Nicasio Camilo Jover. Cronista oficial)