Roberto Bolaño, un salvaje en tierra de “escribidores”

Hace 11 años, el 15 de julio de 2003, el líder de los infrarrealistas tiró su pluma a causa de una insuficiencia hepática que lo mantuvo en coma hasta su deceso. El detective salvaje por excelencia ya no haría más ficción de la realidad y se acallarían sus críticas a sus coetáneos chilenos por ser tan sólo unos “escribidores”.

 

. El detective salvaje por excelencia ya no haría más ficción de la realidad y se acallarían sus críticas a sus coetáneos chilenos por ser tan sólo unos “escribidores”.
Roberto Bolaño nació el 28 de abril de 1953 en Santiago; para su desventura, o nuestra fortuna, vivió la enfermedad de su madre, lo que hizo que la familia se tuviera que trasladar a México. Hijo de un camionero y boxeador profesional, León Bolaño, y una profesora de primaria, Victoria Ávalos, fue ella quien inculcó en el joven Roberto el gusto por las letras y el saber en general.

Roberto llegó a una colonia popular, específicamente a la Guadalupe-Tepeyac, a un edificio de tres pisos en el que vivió, junto a su familia, “de prestado”. Vivía sus 15 años metido en casa, escribiendo y fumando, bebiendo litros de café y le daban lo mismo las noches que los días para leer a Kafka, Proust, Joyce, Borges y Cortázar. Nunca terminó la secundaria.

Se entregó a los libros con devoción de santo y de ellos obtuvo la manía de “ficcionalizar” la realidad; hacer de ella una novela, una narración de escenas prestadas que reconstruía de lo que sus amigos le contaban, de lo que escuchaba para erigir un mundo real desde la ficción.

Decían, quienes tuvieron la fortuna de compartir con él, que gozaba de un humor negro, ácido, “que picaba fuerte”; una mente adelantada que siempre tenía algo bueno qué decir. Coinciden en que su ausencia era notoria en reuniones y pláticas en el Café La Habana.

En 1976 el movimiento de los Infrarrealistas vio la luz en casa de su amigo, el también poeta chileno, Bruno Montané, y del que fuera uno de sus mejores amigos: Mario Santiago Papasquiaro. El movimiento alcanzó su premiada obra Los detectives salvajes, con los real visceralistas, los que, al igual que en la vida real, se oponían a las posturas literarias establecidas en el país y que lideraba Octavio Paz.

Las bases del movimiento quedaron sustentadas en el Manifiesto Infrarrealista que el mismo Bolaño escribió. Entre sus principales acciones destacaron el boicotear actos literarios de reconocidas personalidades como una protesta contra lo oficial y las antiguas formas de llevar la poesía.

Siempre con un comentario arremetedor contra sus compatriotas escritores, Bolaño nunca ocultó sus opiniones respecto a la obra de Isabel Allende, a quien no consideraba una escritora; lo mismo a la mexicana Ángeles Mastretta, el español Arturo Pérez Reverte o el chileno Antonio Skármeta. Contrario a ellos, veía en Borges y, principalmente, en Nicanor Parra figuras indiscutibles que habían influenciado e influenciaban su ejercicio literario.

Entre sus libros más destacados se encuentran Estrella distante, Putas Asesinas, Amuleto, Una novelita lumpen, Entre Paréntesis, Llamadas telefónicas y la novela que le entregaría el Premio Rómulo Gallegos en 1999: Los detectives salvajes, considerada una de las más brillantes novelas mexicanas, después de La región más transparente, de Carlos Fuentes, y uno de los 100 textos que hay que leer antes de morir; comparada con Rayuela, de Cortázar. 

“Se acostaba tardísimo y siempre decía que él, antes de pensar, ya estaba escribiendo, que le pasaba un fenómeno muy raro porque el lápiz se le movía antes de que pudiera elaborar las frases; era bien extraño [...]“

UNETE



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