.bp.blogspot.com/-4qcxTzjfhag/TZizZ6-NBcI/AAAAAAAACAM/5-6AyINi6qI/s1600/La%2BMilagrosa.jpg"> @Joaquin_Pereira
No
me gustan los cementerios pero hay que reconocer que entre sus rincones
se encuentran estupendas historias. En 2005 conocí uno muy curioso en
la Habana, Cuba, en mi viaje de investigación para mi tesis de grado de
periodista. Es inmenso y cobran por entrar. Allí conocí a la tumba de La
Milagrosa.
Tocar
tres veces la lápida de mármol con uno de los anillos de bronce, para
dar a conocer su presencia; después tocar sucesivamente las figuras de
la madre y el niño; seguidamente colocar un ramo de flores sobre el
sepulcro, antes de solicitar una gracia oralmente o por escrito; por
último, retirarse sin jamás das la espalda. Éste
era el ritual que siguió hasta su muerte el cubano José Vicente Adot
cuando visitaba la tumba de su esposa, luego de quedar viudo a los 24
años de edad. Hoy
en día la muestra de amor se ha convertido en un rito que repiten
cientos de cubanos que buscan en una lápida la esperanza que no
encuentran en el sistema político de la isla caribeña. La
Milagrosa es el nombre que le han puesto los creyentes a la tumba,
ubicada en la Necrópolis Cristóbal Colón, en La Habana, donde reposa el
cuerpo de Amelia Goyri de la Hoz. Murió el 3 de mayo de 1903, a los 23
años de edad, mientras daba a luz a su hijo, quien también falleció. Pasados
algunos años se realizó una exhumación que sorprendió a los presentes,
pues el pequeño, que había sido enterrado sobre las piernas de su madre,
fue encontrado entre sus brazos. La historia se propagó por la isla, lo que generó con el tiempo el peregrinaje de devotos a la búsqueda de favores. Los
deseos no sólo incluyen protección contra complicaciones de parto o
dificultades para concebir, sino también salir favorecido en el sorteo
de televisores chinos que entrega el Gobierno a los trabajadores de
bajos ingresos a finales de año, en vez de prestaciones sociales. Los creyentes en La Milagrosa incluso han pedido la canonización de Amelia Goyri por la Iglesia Católica. Aún
me sorprende como mucha gente sigue algunos rituales creados a partir
de la acción autentica y original de una persona. De hecho siempre me
interesa más esas historias originales que la posterior conformación de
una tradición: es como orar, me gusta hablarle a Dios de forma diferente
cada día que repetir una fórmula establecida. La historia de amor de José
Vicente Adot y Amelia Goyri me recuerdan un poco las historias
románticas de Tristán e Isolda o Romeo y Julieta. Son pruebas de la fe
en el amor.