. Entre la realidad y el deseo se extiende el vasto espacio de la existencia humana. Por eso, me es imposible comprender ya los términos “pesimista” u “optimista”, tampoco “realista”. Las cosas son como son, no como queremos o deseamos que sean. La realidad, la res, está ahí, como un muro que hay que saltar, rodear o adornar, más nunca derribar. Lo real es el núcleo duro de la existencia. Contra lo real, frente a lo real, el hombre opone lo imaginario, como estructura propositiva subjetiva, y lo simbólico como el amalgama común de lo humano que subyace en todos y cada uno. Esta triada lacaniana, lo imaginario, lo simbólico y lo real, constituye la esencia de lo que nos hace humanos en medio de un mundo natural y social.
El día 16, en Granada, pude impartir una conferencia en el Centro Cultural Nuevo Inicio, con el título El fin del paradigma globalizador: hacia un nuevo éxodo. Como siempre me sucede cuando hablo de estas cosas, la gente adopta una actitud pesimista, pues mi análisis parte de hechos y datos contrastados que demuestran que nuestra civilización se encamina hacia un desastre de proporciones nunca conocidas y lo hace a pie firme y aumentando la velocidad cada día. Basta con ver cómo los niveles de CO2 en la atmósfera ya han superado las 400 ppm, cómo las banquisas de hielo de la Antártida ya han “crujido”, cómo el hielo del Polo Norte desaparecerá en dos años, cómo los recursos petrolíferos caerán un 40% en dos años, cómo la acidez de los océanos rompen la cadena trófica…, en fin, cómo estamos destruyendo esta maravilla de equilibrio biológico que es el planeta Tierra. Todo ello se debe a un paradigma humano que ha quebrado y del que aún no podemos salir del todo. Se trata del productivismo capitalista y del más es mejor siempre. Este paradigma, que llamo salus per oeconomiam, lleva casi tres milenios desarrollándose, y hoy llega a su fin, pero con él llega a su fin también el mundo tal y como lo conocemos.
Todo esto lo explico en dos de mis últimas obras: Un mundo en quiebra. De la globalización a otro mundo (im)posible, Madrid 2011; No podéis servir a dos amos. Crisis del mundo, crisis en la Iglesia, Barcelona 2013. Son libros nada fáciles, pues cuentan una verdad que está ahí desarrollándose. Mucha gente me dice que soy pesimista, catastrofista, incluso extremista. Si soy sincero, yo pienso de quienes esto dicen que en realidad no saben cómo está el mundo, no tienen información o no quieren tenerla. Yo mismo no tengo que rebuscar mucho para encontrar la información. Lo que sucede es que los medios de comunicación sesgan los contenidos que entienden problemáticos; los dividen y los ofrecen en espacios para público especializado. El pesimismo no es un buen negocio y no quieren caer en ello.No me defino como pesimista, simplemente me mantengo en lo real, lo enfrento, miro la crudeza del futuro que se avecina e intento no caer en la locura de negarlo. El verdadero y único pesimismo es la negación de lo real que se acabará imponiendo. Pero, el mundo entero avanza directo al abismo de la locura más inhumana de todas, la locura de seguir riendo mientras se avanza hacia la catástrofe. Lo siento, es así y así hay que decirlo. Extraño mundo en el que los locos encierran a los cuerdos.