La Canalla y el Bufón

Podría parecer el título de un cuento de esos que comienzan con había una vez…, pero no, no es un cuento de ese estilo, es el cuento que nos cuentan algunos para que le salgan las cuentas. Veamos. Resulta que hay un señor mayor que fue enviado a la cárcel por un juez muy malo que abusó de su poder para dañar a este señor. El señor ha sido amparado por las leyes y ha conseguido sentar en el banquillo al juez malvado. El juez malvado, temeroso de las consecuencias, ha montado todo un circo para evitar ser procesado y está consiguiendo dilatar el proceso y ganar tiempo para, entretanto, obtener un acta de diputado europeo que le salve de la condena. Este es el cuento según nos lo están retransmitiendo los medios de comunicación en su inmensa mayoría. Resulta increíble para cualquiera que haya vivido en este país en los últimos cinco años, pero la mentira, repitiéndola, se torna verdad a los ojos de los idiotas, y así estamos, idiotizados.

 

. Veamos. Resulta que hay un señor mayor que fue enviado a la cárcel por un juez muy malo que abusó de su poder para dañar a este señor. El señor ha sido amparado por las leyes y ha conseguido sentar en el banquillo al juez malvado. El juez malvado, temeroso de las consecuencias, ha montado todo un circo para evitar ser procesado y está consiguiendo dilatar el proceso y ganar tiempo para, entretanto, obtener un acta de diputado europeo que le salve de la condena. Este es el cuento según nos lo están retransmitiendo los medios de comunicación en su inmensa mayoría. Resulta increíble para cualquiera que haya vivido en este país en los últimos cinco años, pero la mentira, repitiéndola, se torna verdad a los ojos de los idiotas, y así estamos, idiotizados.

Yo propongo otro cuento, un cuento distinto pero que puede asemejarse a la realidad algo más que este que nos están bombardeando los medios cañallescos a diario. Resulta que un señor, hasta aquí las coincidencias, llamado Blesa, gestionó un banco como si de su propiedad se tratara. Hizo y deshizo, dio préstamos a los amigotes, subvencionó a sus politicastros amigos, puso dinero en lugares poco recomendables, se dio la vida padre y, al final, el banco quebró y la quiebra nos ha costado a todos un pastón. Además, resulta que hay miles de correos corporativos que muestran claramente que el señor este lo hizo con conciencia y a sabiendas de lo que hacía, que lo de las preferentes era una estafa y que todo estaba muy bien organizado. Resulta que un juez, perdón por la segunda coincidencia, se tomó en serio juzgar a este señor como si fuera un ciudadano normal que hubiera cometido una estafa y que por ello lo envió a la cárcel preventivamente para evitar males mayores, como hubiera hecho con cualquier hijo de vecino. Pero también resulta que todos los amigotes del señor estafador, que son muchos y temen un mismo fin, empiezan a maquinar para ayudar a su amigote, no por solidaridad, sino para evitar que cunda el ejemplo entre los jueces. Pues bien, se ponen manos a la obra y lanzan una ataque frontal contra el juez, en un intento por amedrentarlo. Si este se hubiera achantado todo habría quedado en un mera suspensión, pero ha optado por defenderse y lo único que podía hacer era como los buhoneros en la antigüedad, gritar por las calles las bondades de su mercancía, de ahí que deviniera en bufón (origen onomatopéyico de la voz buff: sonido emitido por los búhos al que se parece la voz estridente del buhonero que vende sus productos). Ahora, el juez-bufón se enfrenta a los poderosos medios de los amigos del banquero.

Son amigos del estafador los políticos que lo elevaron, sostuvieron y alentaron, los otros banqueros supuestos estafadores, al menos en ánimo, los dueños de las grandes empresas, solidarizados con el futuro del señor estafador y, ahora, los medios de comunicación sostenidos con el lucro de la estafa. Todos los medios de comunicación importantes han cerrado filas en defensa del estafador y contra el juez-bufón. A modo de jauría de perros hambrientos se han lanzado sobre su presa y cada uno ha tirado de una parte del animal hasta desgarrarlo. Ante esta Canalla (del latín canis, devenido en castellano canalla, jauría de perros) nada puede el Bufón, pues su histrionismo no hace sino alimentar su odio y afilar sus dardos. La Canalla española, los medios de comunicación apacentados con el dinero estafado a todos los españoles, no cejará hasta que de la presa no quede ni el más mínimo despojo de bondad ante los ávidos ojos de los espectadores.

La Canalla destrozará la imagen pública del juez Silva, la Justicia su carrera y el sistema carcelario su vida. Lo siento, pero este cuento acaba muy mal, espero que no se confirme lo que digo, pero me temo que será así, a menos que los ciudadanos apliquemos aquellas palabras de Niemöller: “cuando vinieron a buscarme no había nadie más que pudiera protestar”.

UNETE



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