. Escribo esto el
mismo día que escuché a Iñaki Gabilondo, sobre las ocho de la mañana, dar la
siguiente noticia: “Ha habido una
explosión hace unos minutos en las vías del AVE, ya les daremos más detalles”.
Recuerdo que iba en el coche camino de CC.OO. y una pulsión incómoda me
recorrió el cuerpo. No sé si se debió al tono de la noticia, o la solemnidad
con que Gabilondo la dio, esa que te hace intuir que algo peor de lo que te
informan en ese momento ha sucedido (posiblemente en la Cadena Ser sabían más
de lo que comunicaron, pero con muy buen juicio y cordura filtraron la noticia,
para no alarmar a los oyentes con una información todavía no contrastada). El
caso es que cuando llegué al despacho, por aquel tiempo ejercía de Responsable
de Salud Laboral en Comisiones Obreras de Castellón, entré en tromba en
internet y el mal cuerpo ya no se me fue al ver el aluvión de noticias que
empezaban a inundar la red, todas ellas a cada cual peor. Fue una mañana de
bloqueo mental absoluto, de no dar crédito a la magnitud de la barbarie que se
acababa de cometer contra personas que iban a su trabajo, y de estar pegado a
la radio e internet sin desfallecimiento. A las 12,00 horas se convocó una
concentración a las puertas del Ayuntamiento de Castellón y ahí ya empezó otro
malestar que fue convirtiéndose a lo largo del día en indignación. Cuando
fuimos a la concentración ya sabíamos que los medios internacionales estaban
cuestionando la autoría de ETA en el atentado, a pesar de la actuación del
gobierno de Aznar, queriendo capitalizar él solo la gestión de la crisis, y su
insistencia en atribuirles a los etarras la responsabilidad de tantas muertes.
Y nuestras sospechas se incrementaron cuando el concejal del PP de Castellón que
leyó el comunicado, en lo que más hincapié hizo fue en acusar a ETA, con un
discurso claramente de Partido en clave electoral (con los años nos hemos
enterado que fue directamente Aznar el que dio instrucciones precisas de a quién
había que acusar, pues en su mente retorcida creyó que siendo así tenía ganadas
las elecciones). Ángel Acebes, entonces ministro del Interior, declaró sobre la
una y media: “ETA buscaba una matanza en España… ETA ha conseguido su objetico”
La catarata de mentiras fue tal
a lo largo del día que estando en la masiva manifestación que se celebró por la
tarde en Castellón, al igual que en toda España, me llamó mi hermana para
contarme que en la manifestación de Madrid la gente estaba gritando indignada:
“¿Quién ha sido?” La gran mentira no había funcionado, y lo que menos puede
soportar un pueblo es que le mientan, para instrumentalizar el dolor que está
padeciendo en beneficio de quienes le han mentido. Y lo pagaron tres días
después con la pérdida de las elecciones. Aquí empieza el otro relato, el de la
ignominia de un Partido que empieza a alimentar la conocida como Teoría de la
Conspiración”, sin pudor, pasando de la instrumentalización electoral de las
víctimas del 11-M al descrédito y abandono. Con unos medios de comunicación
afines lanzados a vituperar y despedazar a todos aquellos que participaron en
la búsqueda de la verdad, una verdad incómoda para la derecha aznarista y su
caverna, que no ha dejado títere con cabeza.
A lo largo de estos diez años la
crónica del post 11-M es, si me lo permiten, tan pavorosa como el propio
atentado. Porque aquel fue obra de unos criminales que en nombre de su fe no
dudaron en asesinar a 192 personas y herir a casi 2.000. Eran rostros anónimos
marcados por el fanatismo y el desprecio a la vida de todo aquel que no pensara
como ellos. Portadores de un fascismo religioso que truncó las ilusiones y proyectos
de miles de personas, y dejó una profunda herida en la sociedad española, de la
que hemos sabido reponernos, para ejercer justicia con las garantías de la
democracia, sin aspavientos, ni medidas especiales que cercenaran nuestra libertad.
Ese es el legado que hemos dejado a las víctimas: que no han podido con
nosotros, y sus intenciones de atemorizarnos y subyugarnos han sido en vano, a
pesar del altísimo precio pagado. Pero al final han acabado en la cárcel,
purgando sus delitos, mostrándonos a nosotros mismo y al mundo, que se puede
hacer justicia sin vulnerar nuestros derechos civiles, porque esa habría sido
la victoria de los terroristas.
Sin embargo, en estos diez años
ha habido otros canallas. Aquellos que han procurado a las víctimas del
atentado un doble sufrimiento: el de padecer en primera persona el horror de la
masacre, con pérdidas insustituibles de familiares, secuelas físicas y
psicológicas de muy difícil curación, y el de sentirse agredidas por el abandono
de un Partido, que las ha relegado a un nivel inferior a las otras víctimas del
terrorismo etarra, que ellos sí manipulan; de verse insultadas por los
pedrojotas varios que pueblan el periodismo servil y ruin; de tener que
soportar el desprecio de una parte del poder, que nunca ha consentido haber
perdido las elecciones por culpa del atentado y, de alguna manera, culpabiliza
a las víctimas de su derrota.
Nos venimos enterando estos días
que ese comportamiento de los líderes del PP y su prensa afín se ha traducido
no sólo en declaraciones, sino en presiones insoportables y vejaciones al honor
de las personas, que deberían avergonzarnos como sociedad. El descrédito, las
amenazas y los insultos sufridos por Pilar Majón, el juez Bermúdez, el juez del
Olmo, la fiscal Olga Sánchez, el comisario de Vallecas Rodolfo Ruiz (el que por
cierto, ha perdido su mujer al no poder soportar esta el sofocante acoso al que
estaba siendo sometida su familia), las acusaciones a la policía de manipular
pruebas, al PSOE de estar detrás de todo para ganar las elecciones. Todo un
sinfín de disparates, que han amargado la vida a muchas personas y puesto en
cuestión la solvencia de importantes instituciones del Estado, dichos por afines
de la derecha aznarista, sin más objetivo que defender sus intereses, aunque
sea a costa de la degradación de las instituciones, las personas, y la sociedad
española.
Los inspiradores y ejecutores de
la Teoría de la Conspiración han hecho mucho daño, a sabiendas que lo estaban
haciendo, y no estaría mal que pidieran perdón a la sociedad y a las víctimas,
incluidas las que han ido creando durante estos diez años.