Antonio Gutiérrez, antiguo
compañero en la Dirección General
de Medio Ambiente de la Junta
de Extremadura, se adentra en el mundillo literario con este trabajo sobre la
memoria viva y no tan viva, por desgracia, de la Sierra de San Pedro, su
zona de trabajo durante muchísimos años.
“Oak, vivencias de un agente
forestal” es, como el título indica, un conjunto de pensamientos envueltos en
el anecdotario de un trabajo fabuloso donde los haya, el de agente forestal
(también medioambiental).
Resultan graciosas algunas
anécdotas, como la de la liebre, la de la bellota gigante en el río Guadiana o
“Un error lo comete cualquiera”, pero más me llaman la atención las
introversiones del autor. Dado que yo he trabajado circunstancialmente en el
mundo medioambiental, de otra manera, no como agente, me resulta confiable la
manera de narrar algunas de sus historias. De hecho, las introducciones en cada
una de ellas tienen ese aire mitad nostálgico, mitad bucólico, con aderezos
reivindicativos, que introduce al lector inmediatamente en la “vivencia” convertida
en un relato personalizado de ciertos hechos que a muchos de sus colegas de
profesión le pueden ser comunes (trasiego con animales esquivos, pero bellos,
algunos ausentes desde hace mucho; servicios profesionales no demasiado
relacionados con lo forestal o medioambiental; circunstancias críticas
relacionadas con los incendios; etc.).
Recuerdo a Antonio como a alguien
muy auténtico, y con la lectura de este libro suyo se demuestra que debe seguir
igual de apasionado por su trabajo y su familia, de lo cual me alegro. Pero lo
que más me llamaba la atención de él era una integridad absoluta, calificativo
éste que puedo extender a todos los agentes que he conocido en mi vida.
Así pues, ya que he adquirido la
segunda parte de estas primeras “memorias” serranas, seguiré disfrutando de ese
estilo directo, sencillo, amplio a la hora de hablar de la naturaleza y, por
extensión, de sus cualidades como ser humano, cosa que puede comprobar
cualquiera que llegue a conocerlo.
En fin, que animo a cualquiera a
leer con disfrute este libro, para impresión de todos, risa de muchos y lloro
de aquellos pocos que han vivido situaciones extraordinarias e introspectivas
en el campo, “destroncando jaras”, como dice a menudo el autor.