Petroelo

El petróleo se acaba. Sólo tenemos que ver como las compañías petrolíferas se han lanzado a una carrera desesperada en la búsqueda de yacimientos del denominado oro negro, aun a costa de causar graves perjuicios ecológicos. Aunque tampoco nos vamos a echar las manos a la cabeza ahora, porque las petroleras no respeten el medio ambiento, si no lo han hecho nunca. Como el poderoso lobby que son, han ejercido una presión insoportable en aquellos países que albergan grandes cantidades de crudo y gas en el subsuelo, quitando y poniendo gobiernos, cuando han podido, y financiando políticas represoras contra los movimientos civiles y ecologistas que se han opuesto a sus intereses. Pero también comprando voluntades de gobiernos democráticos mediante la presión internacional, o la promesa de ayudas financieras, o mediante la financiación de campañas electorales en muchos de los países más demócratas del mundo; o pagando sesudos estudios a expertos que han vendido su prestigio al mejor postor, e impidiendo que se desarrollen las energías alternativas o los combustibles ecológicos, para poder seguir manteniendo el monopolio de la energía en el mundo. Todo esto y mucho más ha tenido como resultado la degradación peligrosa del medio ambiente en la que nos encontramos hoy, que está provocando un cambio en la delicada armonía que las fuerzas de la naturaleza mantienen en la Tierra. Un equilibrio que se empieza a romper provocando grandes catástrofes naturales, fundamentalmente, por lo que algunos expertos llaman “aberraciones climatológicas”, que no es otra cosa lo que estamos viendo y padeciendo este año, por ejemplo en el Atlántico Norte, con un invierno de grandes tormentas de frío, agua, viento, olas gigantes, hielo y nieve. O como acontece en otras partes de planeta donde las inundaciones se suceden, en algunos casos, sin solución de continuidad. O las grandes sequías que afectan a África. Alguien se ha puesto a pensar por qué los tifones y huracanes cada año son más potente y provocan más destrucción en el Pacífico o el Atlántico; o por qué los tornados azotan, cada vez con más virulencia, el centro de los EEE.UU.

 

. Sólo tenemos que ver como las compañías petrolíferas se han lanzado a una carrera desesperada en la búsqueda de yacimientos del denominado oro negro, aun a costa de causar graves perjuicios ecológicos. Aunque tampoco nos vamos a echar las manos a la cabeza ahora, porque las petroleras no respeten el medio ambiento, si no lo han hecho nunca. Como el poderoso lobby que son, han ejercido una presión insoportable en aquellos países que albergan grandes cantidades de crudo y gas en el subsuelo, quitando y poniendo gobiernos, cuando han podido, y financiando políticas represoras contra los movimientos civiles y ecologistas que se han opuesto a sus intereses. Pero también comprando voluntades de gobiernos democráticos mediante la presión internacional, o la promesa de ayudas financieras, o mediante la financiación de campañas electorales en muchos de los países más demócratas del mundo; o pagando sesudos estudios a expertos que han vendido su prestigio al mejor postor, e impidiendo que se desarrollen las energías alternativas o los combustibles ecológicos, para poder seguir manteniendo el monopolio de la energía en el mundo. Todo esto y mucho más ha tenido como resultado la degradación peligrosa del medio ambiente en la que nos encontramos hoy, que está provocando un cambio en la delicada armonía que las fuerzas de la naturaleza mantienen en la Tierra. Un equilibrio que se empieza a romper provocando grandes catástrofes naturales, fundamentalmente, por lo que algunos expertos llaman “aberraciones climatológicas”, que no es otra cosa lo que estamos viendo y padeciendo este año, por ejemplo en el Atlántico Norte, con un invierno de grandes tormentas de frío, agua, viento, olas gigantes, hielo y nieve. O como acontece en otras partes de planeta donde las inundaciones se suceden, en algunos casos, sin solución de continuidad. O las grandes sequías que afectan a África. Alguien se ha puesto a pensar por qué los tifones y huracanes cada año son más potente y provocan más destrucción en el Pacífico o el Atlántico; o por qué los tornados azotan, cada vez con más virulencia, el centro de los EEE.UU.
                Los medios oficiales de comunicación tratan de hacernos creer que estas son catástrofes puntuales, que no obedecen a ningún patrón climático, más allá de suceder de vez en cuando. Posiblemente detrás de estas informaciones estén aquellos que prefieren negar la evidencia, si esta atenta contra sus intereses, poniendo en cuestión el cambio climático, directamente relacionado con la quema de hidrocarburos. Nos quieren hacer creer que lo que estamos viendo año tras año es un espejismo, un acontecimiento puntual, normal en la naturaleza que, en ocasiones, tiene este tipo de comportamientos. Todo para poder seguir explotando unos recursos, que científicamente ya está demostrado son perniciosos para el medio ambiente y la humanidad, y empiezan a ser escasos. ¿Alguien se ha puesto a cuantificar el coste económico de estas catástrofes? Científicos expertos de Kuwait, aplicando un nuevo modelo de predicción elaborado por el profesor Ibrahim Nashawi, sobre la producción de los 47 mayores países productores del mundo, han llegado a la conclusión de que el techo máximo de producción de crudo se va a dar en el año 2014, y no en el 2020, como se creía anteriormente. Esto significaba que, con el aumento de la demanda que se está produciendo en todo el mundo, las reservas de petróleo tienen sus fechas contadas.

                Este es el origen de la búsqueda desesperada de yacimientos en todo el mundo. Ya no importa el coste económico de la extracción, total luego se la repercutirán a los consumidores. De ahí las exigencias de realizar prácticas de fracking en el interior de Castellón y otras zonas del país, y/o exploraciones por bombardeo sonoro de altísima intensidad frente a las Islas Columbretes, que pueden acabar afectando al todo el ecosistema del Mediterráneo suroccidental. O de haber autorizado la construcción de un gran almacén subterráneo marino frente a las costas de Vinaroz, sin haber tenido en cuenta los estudios que advertían de la inestabilidad del suelo, por encontrarse en una falla, que ha acabado provocando centenares de terremotos y miedo en la población. Todas ellas son prácticas de altísimo riesgo ecológico y medioambiental. Pero también degradadoras del territorio que puede provocar graves consecuencias económicas y sociales en la zona.

                Si las secuelas de estas prácticas de sondeo son tan perniciosas, no tiene explicación que los gobiernos las estén autorizando. O sólo cabe una: que las compañías petrolíferas han vuelto a tirar de talonario para comprar voluntades políticas y, quién sabe, si no ambiciones personales. No es una conjetura, estas prácticas son una realidad. Sólo tenemos que ver cómo se ponen impedimentos al desarrollo de las energías alternativas, sobre todo en nuestro país que, curiosamente, ha frenado el crecimiento de la energía eólica y solar, cuando estas ha dejado de ser proyectos experimentales, convirtiéndose en un peligroso competidor para el petróleo como fuente de generación de energía. Un ejemplo: en 2014 el 42,4% de la energía producida en España corresponde a las renovables, y esto asusta al lobby del petróleo, que está fomentando, con la participación del gobierno, que se cree inseguridad jurídica y pérdidas en las inversiones, para que los inversores abandonen un sector que está creciendo demasiado rápido.

                Al final estamos ante el problema de siempre, el de la voluntad política. Todas las campañas, declaraciones, engaños sobre supuestas riquezas, etc. sólo se pueden explicar en una razón: que los gobernantes españoles pasados, actuales, y no sabemos si los venideros, han optado por seguir favoreciendo el petróleo como fuente de energía, al margen de sus peligros medioambientales y para la salud pública, en vez de fomentar la producción de energías de fuentes menos dependientes y más limpias con el medio ambiente y las personas. Las energías renovables son muy caras de producir y exigen muchas subvenciones, dicen. ¿Y las convencionales? ¿No tienen un alto coste financiero, social, sanitario y medioambiental? ¿Nos quieren decir que estas no están subvencionadas, directa e indirectamente por el erario público?

Estamos pues, una vez más, ante una decisión política, y los dirigentes actuales está claro que tienen su opción elegida desde hace tiempo, que no es otro que seguir dependiendo del petróleo, a pesar de saber que existen otras alternativas más saludables y menos costosas (si tenemos en cuenta el coste global y social de unas energías y otras). El lobby nuclear y el lobby del petróleo pesan mucho, y este gobierno no va a enfrentarse a ellos, más bien, al contrario, les va a favorecer en todo lo que esté en su mano.

UNETE



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