La infancia es una etapa de la vida en la que, según algunos, nos preparamos para el resto de nuestra vida. Todo lo que se aprenda allí será usado en el futuro, así como lo que no se aprenda nos dificultará aprendizajes futuros.
Pensando de esa manera, cabría entonces a la escuela la responsabilidad de dar al niño o niña las herramientas necesarias para que en ese futuro no muy lejano este pueda desarrollar todas sus potencialidades humanas. He ahí el problema: niños que frecuentan escuelas pobres tienen casi marcado un futuro de pobreza, o dicho de otra forma, niños pobres no les queda otra que ir a una escuela en situación de pobreza. Y, muchas veces, a la pobreza material le acompaña una pobreza moral y de espíritu, transformando a la escuela en una institución castigadora, aunque no sea su intención.
Es en la infancia donde se anidan nuestros sueños y nuestros traumas. Es en la infancia donde aprendemos a ser fuertes, valientes o temerosos. A algunos les asiste el poder de la resiliencia, pero la gran mayoría tiene marcado su destino prácticamente al nacer. Por ello la escuela tiene como misión superar su materialismo histórico, su asistencialismo y funcionalismo. El Estado subsidiario no lo hace nada mal en ese sentido. Mientras continúe subsidiando la educación y no otorgándola como un derecho, con gratuidad y calidad, sus hijos seguirán siendo discriminados por el lugar y la hora en la que nacen.
Los que logran vencer las zancadillas del destino pobre, les deben prácticamente toda una vida de esfuerzo y sacrificio a sus padres. Fue en la infancia de estos niños pobres que se anidó en sus corazones un aroma a resentimiento. No desean estar allí, pero la vida los golpea y pocos se detienen para ayudarles a pararse de las caídas (que no son voluntarias). En fin, el niño o niña no sabe esto. No sabe que su infancia es una preparación para el futuro. Tampoco sabe que los adultos somos los responsables de asegurar ese futuro.
El niño, en todo su derecho, juega, se divierte con lo que puede o tiene, vive mundos de fantasía. Sueña que se encumbra sobre las nubes, galopando arcoíris, riéndose a su manera de las cosas que no entiende. Busca entre esos sueños un camino. Una luz que ilumine ese sueño, anidando en la inocencia de su corazón que todo es posible, que la vida no solo es sacrificio, que también él puede crear y hacer realidad sus propios sueños.