. Son raras las ocasiones en las que tras un marketing machacón no llega la decepción porque las expectativas se presentan tan elevadas que finalmente casi nunca se cumplen. Pues bien, “El guardián invisible” de Dolores Redondo es una de esas excepciones.
Un libro ambientado en el valle navarro del Baztán con todos los complementos y adornos para envolver un paquete intrigante: asesinatos en serie de niñas adolescentes, una inspectora que regresa a casa para investigarlos, Amaia, con un trauma infantil a sus espaldas, -de los que se escriben con mayúsculas-, en un pueblo Elizondo, donde mandan las mujeres fuertes y todo ello, aderezado de leyendas mitológicas -ciertas o no-, en las que descubrimos al “basajun”, el señor del bosque. Es un todo un guiso con ingredientes con los que Dolores Redondo cocina un plato sabroso, ágil y lleno de misterio.
Me he resistido un tiempo a leerlo por el “boom” mencionado antes, hasta que la impaciencia me ha ganado y he de decir, que efectivamente es un libro ameno y muy recomendable.Amaia, mujer de orden, tiene debilidades que intuimos al comienzo y que sabemos que descubriremos por el camino. No puedo ni debo decir cuáles son, pero confieso que me han aterrorizado algunos de los pasajes en los que recuerda esos momentos de la infancia que le dejaron la cicatriz de una herida que se reabre en canal, al regresar a su pueblo y con la familia: sus hermanas, Flora y Ros y su tía Engrasi, su segunda madre. Y es que está claro que el matriarcado campa a sus anchas en esta tierra. Por contra, el papel de los representantes masculinos en esta novela es sin duda llamativo, por negativo. Digamos -para no desvelar demasiado-, que casi ninguno se salva. El que no es un simplón, es un desecho humano o un decepcionado y/o frustrado de la vida precisamente por la mujer que tiene, tuvo o perdió.En lo que se refiere a la mitología que define a muchas zonas de hermosos bosques del País Vasco y Navarra con sorgiñas incluidas y que la autora introduce a lo largo de su historia, me siento un tanto confundida porque los trazos, las pinceladas de esas leyendas creo que se le van un poco de la mano. Tanto, que el hecho de que la inspectora protagonista llegue a ver con sus propios ojos lo que ve, no aporta demasiado a la historia, salvo para decir al público que la incredulidad y el rechazo a lo irracional, a veces caen por su propio peso ante la evidencia de los hechos.Me gusta lo que confirma esta novela de trabajo de documentación previo: con tanto asesinato, con un autor que se supone que sigue un ritual muy particular, la escritora ha tenido que ponerse al día en temas como la medicina forense. Puede cansar al lector, pero también es cierto que puede valer para “los curiosos de casi todo” y para los que decimos “no te acostarás sin aprender algo nuevo”.Y Dolores Redondo, tiene ya la segunda y tercera parte de una trilogía que comienza con este guardián invisible del que me gusta hasta la portada, un detalle que casi nunca me aporta demasiado. Sencilla pero atractiva, con un verde de bosque tan intenso como las historias que aloja y una mano tan blanca, que aporta tanta sensación de fragilidad como de inquietud, en la que casi imaginas la niebla y la humedad que la acompaña en su soledad, como las que dominan en ese hermoso valle del Baztán al que me ha encantado viajar con Dolores Redondo. Reseña realizada por la autora Begoña Curiel