La Convención

¡Aleluuuya, Aleluuuya, nos llegó la salvación!, cantaban todos los invitados que abarrotaban el salón de actos del Auditorio Miguel Delibes de Valladolid, imbuidos de un espíritu marianista, que les devolvía a la inquebrantable fe en su líder y la confirmación de que su Partido, más allá de descartes por la derecha y ambiciones personales que de vez en cuando provocan pequeños terremotos en sus filas, seguía siendo el salvador de la patria, y la cruzada para que España vuelva a la senda de las buenas costumbres católicas, de unidad universal y trabajadores agradecidos a la bondad de sus patronos, está más viva que nunca, a pesar de los agoreros de la oposición y las algaradas callejeras de los antisistema.

 

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                Si al principio, las tensiones de las últimas semanas, que les habían hecho creer que su proyecto de derechización de la sociedad estaba haciendo aguas, se reflejaban en sus rostros, a lo largo del fin de semana los gestos se fueron suavizando (no hay nada como reunirse en cónclave con los tuyos, lejos de los críticas, para que las identidades de grupo se refuercen) y la emoción catártica estalló después del discurso de Mariano, fino y seguro, templado con los suyos y duro con sus enemigos. Era lo que necesitaban escuchar, que España va bien (esto suena al ausente) y va a ir mejor en el futuro, gracias a la política reformista del gobierno, que empieza a ser la envidia del resto del mundo.

                Ya no importaba la desazón que había provocado el desplante de J. M. Aznar, el gran viajero, según nos ha rebelado su mujer, la ínclita alcaldesa de Madrid; ni Vox, el inoportuno Partido creado para recoger el aceite que va perdiendo el PP por la extrema derecha; ni las críticas de las Asociaciones de Víctimas afines al Partido y reas de una megalomanía que les han hecho creer que ellas son las únicas que pueden opinar sobre el final del terrorismo etarra, los otros terrorismos parece ser que nos les importan. Todo ha quedado en un “pelillos a la mar”, y si no, para aquellos navegantes que puedan pensar, todavía, en enrolarse en otra nave, ya han tenido advertencia en diferido de M. D. Cospedal: “Todos somos el Partido Popular…es el PP o la nada”. Un aviso hecho por alguien, que sabe muy bien que si no fuera por el paraguas del Partido, no serían ella y su marido rapiñadores profesionales de sueldos públicos. Es decir, fuera del PP la nada.

                El gran Rajoy estuvo crecido como siempre que habla ante los suyos, porque sabe que ahí juega en casa y es fácil contentar a la afición, sobre todo cuando a los hinchas les va el sustento en ello, y necesitan autoafirmarse en la adversidad. El presidente del Gobierno, Rajoy, y el presidente del Partido, Mariano, que son una única persona en la divinidad de la derecha, dijo grandes cosas, que fueron como una música balsámica, de estas que proliferan invitando a exóticos mundos de relajación, a oídos de los suyos. Mariano les habló de bajar impuestos, una espina clavada por su alter ego Rajoy, que ahora promete sacar, con la fina cirugía de una reforma fiscal, que va a incentivar el ahorro. Claro que será el ahorro de los que puedan ahorrar, cosa que está muy lejos de la mayoría de los españoles. Lo que no ha dicho es a quién va a bajar los impuestos. Si los ricos ya no pagan casi nada, acabarán pagando nada y al resto de los mortales, como siempre, migajas para los que menos tienen y más reducción conforme aumentan las rentas y los patrimonios. Y aquí está la trampa, en lo que no dijo Mariano: ¿Quién va a pagar el estado de bienestar? Conclusión, que la feliz propuesta, lo que esconde es la liquidación total del incipiente estado de bienestar que teníamos, ya herido mortalmente con los copagos y las reducciones presupuestarias. Hay gato encerrado.

                   Pero no debemos preocuparnos, Rajoy-Mariano, el presidente bicéfalo, nos promete una recuperación económica, que va a ser como el premio gordo de la lotería (aunque mas bien parece el anuncio de Raphael y la Caballé), en una España idílica, donde todos vamos a disfrutar de ese maná que se llama crecimiento y fin de la crisis. Con qué caras de ansía por creer las palabras de Mariano escuchaban todos. Tantas eran las ganas que tenían, que han salido catequizados, y van a tratar de convencernos que, también en esto, es el PP o la nada. Incluso nos ha sorprendido la actitud “choni” del presidente Rajoy, al dirigirse a Rubalcaba: “O te callas, o reconoces el mérito de los españoles”. Todo un ejercicio de formación democrática. Que es lo mismo que decir, tú no tienes derecho a hablar si no es para hacerme la ola; o las hordas marxistas son la anti España, que decían los buenos franquistas. Y ya puestos, podemos acabar en el “¡Se callen coño!” de Tejero a los diputados en el 23-F, o el ¿Por qué no te callas? del rey a Chavez, en la cumbre iberoamericana, que puso al monarca a la altura política del increpado.

                Habría que pensar qué opinión tienen los seis millones de parados de la recuperación económica; o los miles de desahuciados y los trabajadores low-cost, que es el modelo que está imponiendo la Reforma Laboral de Fatíma/Soraya/Rajoy; o los pensionistas, o los dependientes, o los niños y mayores expulsados a la pobreza y el hambre, por el crecimiento de Mariano; o quienes tenemos que sufrir el deterioro del estado de bienestar, disminuyendo nuestra calidad de vida. Quizá no piensen lo mismos que los asistentes a la convención, iluminados por el gran Mariano, ni todos aquellos que han visto como su riqueza aumentaba al ritmo que la pobreza se extendía por la sociedad española.

                Lo que sí hemos sacado en conclusión quienes no hemos sido ungidos por la palabra de Rajoy-Mariano, es que lo único que les importa de todo esto es ganar las elecciones europeas. Y si no sale bien su gran baza mediática de la recuperación económica, siempre quedará el conflicto con Cataluña, la herencia recibida, las víctimas del terrorismo, los grupos antisistema, y todo lo que se puedan sacar de la chistera para desviar nuestra atención y poder llegar a las comicios europeos victoriosos, que es en definitiva lo que les importa, y para lo que han convocado la Convección vallisoletana.       

UNETE



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