¡Aleluuuya, Aleluuuya, nos llegó la salvación!, cantaban todos los invitados que abarrotaban el salón de actos del Auditorio Miguel Delibes de Valladolid, imbuidos de un espíritu marianista, que les devolvía a la inquebrantable fe en su líder y la confirmación de que su Partido, más allá de descartes por la derecha y ambiciones personales que de vez en cuando provocan pequeños terremotos en sus filas, seguía siendo el salvador de la patria, y la cruzada para que España vuelva a la senda de las buenas costumbres católicas, de unidad universal y trabajadores agradecidos a la bondad de sus patronos, está más viva que nunca, a pesar de los agoreros de la oposición y las algaradas callejeras de los antisistema.