. Alex tiene
cinco años y Síndrome de Dow, lo que no le quita ni un ápice de simpatía y
alegría. Afortunadamente, como todos los niños, Alex vive en su mundo de juegos
y fantasías, que le permite, como a todos los niños, vivir en una burbuja que
le aísla del mundo de los mayores, cargado de miserias e injusticias. Porque
los padres de Alex no lo están pasando muy bien, gracias a la insensibilidad del
Consell de la Generalitat Valenciana, que ha ido aplicando recortes que van un una
escala progresiva hacia abajo: cuantos menos se tiene más recortes se aplican,
y así van salvando la cara ante quienes, desde el poder de las instituciones y
el gobierno, antepone la salud del dinero, y por tanto del que lo tiene, a las
necesidades y la vida de las personas. Alex, su familia, dejó de cobrar hace
más de un año la ayuda que recibía su madre como cuidadora de su discapacidad.
No le han recorta ayuda, directamente se la han quitado, alegando que no tiene
discapacidad para cobrarla. Un chaval con Síndrome de Dow, que necesita
cuidados y atenciones especiales más intensas, por eso cobraba la ayuda
anteriormente, después de haber pasado todos los controles de evaluación,
ahora, con este gobierno autonómico, no tiene derecho ya ha cobrarla. A lo
mejor se está obrando el milagro que hace unos días pedía el ministro del
Interior a Santa Teresa y la discapacidad de Alex se ha curado, gracias a Dios
y a la Santa.
Este es un ejemplo del retroceso
que estamos padeciendo en la Comunidad Valenciana a todos los niveles, heredado
de los gobiernos anteriores del Partido Popular, e incrementado con el gobierno
actual del presidente Fabra. Lo que nos está abocando a los valencianos, de
hecho y de derecho, a una pérdida de nuestra calidad de vida sin precedentes
desde que se instauró la democracia, que ha ido produciéndose como un goteo
desde que la derecha ppopular llegó al poder hace 18 años. Un tiempo en el que
se ha ido desmantelando el tejido social, económico y cultural de la Comunidad,
en favor de los intereses de una élite de poder que se ha repartido el
territorio valenciano y los beneficios de nuestro trabajo a su antojo. Ya lo
dijo Zaplana en una conversación telefónica que destapó el primer gran
escándalo de corrupción valenciano, el caso Naseiro, que estaban en política
para forrarse. Y así ha sido: ellos, los dirigentes del PP valenciano y sus
amigos, se han forrado a costa nuestra, y ahora el Consell actual quieren que
además paguemos la factura de los desperfectos provocados en el local, por esa
orgía de despilfarro, sexo y corrupción que se han pegado con dinero público, y
nos ha empobrecido hasta límites insospechables hace veinte años. Estamos en el
número octavo en la lista de Comunidades Autónomas más pobres, con un 26,3% de
pobreza, para estadísticas de 2011. Con una tasa de desempleo, según la EPA del
4º Trimestre de 2014 de 27,9. Es decir, casi un 30% de la población activa
valenciana viven los lunes al Sol, como retrataba aquella maravillosa película
de Fernando León de Aranoa en 2002.
Un Consell permisivo con la
corrupción en las filas del Partido que lo sostiene, que hace la vista gorda
cuando su Secretaria de Relaciones Institucionales se gasta 3.000 € del erario
público en la cesta de la compra. Con la educación pública en pleno proceso de
desmantelamiento y la sanidad bajo mínimos, con sus largas listas de espera;
con las ayudas a la dependencia en proceso de extinción; con la cultura
valenciana reducida al folclore y el casticismo; con una consellera de
Infraestructuras que no sabe lo que significa la palabra inversión pública. Una
Generalitat que abandona sus universidades a la quiebra y liquida el medio de
comunicación público, que era la RTVV, después de manipularlo hasta el sonrojo
de la sociedad valenciana. En definitiva, un Consell vasallo de las decisiones
de su Partido en Madrid, incapaz de sacar a la sociedad valenciana del agujero
en el que la ha metido. Por todo ello tienen que dimitir. Sin paliativos, sin
excusas, sin rodeos, tienen que dimitir, y su presidente dejar de marear una perdiz
que nunca va a ser capaz de cazar, y convocar elecciones nuevas que tengan como
resultado un gobierno de la Generalitat con ideas e impulso para salir adelante
y devolver a esta Comunidad la dignidad que le han quitado y la riqueza que le
han robado.
Urge convocar elecciones, para
que la herida deje de supurar. Los valencianos no queremos ser, como San
Francisco de Asís, los portadores de las llagas de Jesucristo, inmersos en el
dolor penitente de nuestros pecados, Queremos gobiernos responsables, que
piensen que una sociedad no es nada si sus habitantes no viven en condiciones
dignas, sin pobreza, con empleo, y las necesidades básicas del estado de
bienestar cubiertas. Y este gobierno sólo puede salir de las urnas, sin temores
a las amenazas de tripartitos, rojos y malos cristianos. Es necesario que los
valencianos demos un golpe de timón, mandando a la derecha, representada por el
Partido Popular, a las sombras de la oposición por un tiempo, para que ellos
sí, hagan acto de contrición, y mientras tanto nos dejen en paz, reconstruyendo
todo lo que han destruido.
La sociedad valenciana necesita
tomar el rumbo de su futuro, un futuro de esfuerzo y trabajo, sin bombos ni
platillos, sin tener que ser los que más molamos del mundo, sin fuegos
artificiales que escondan el humo de unas políticas destructivas de nuestro
bienestar. Esa es nuestra tarea como ciudadanos, y esa es la responsabilidad de
la oposición política actual, presentarse ante nosotros como alternativa en
positivo, lo negativo ya lo conocemos. Alternativas que han de ser mesuradas y
creíbles, pero también ilusionantes y un poco utópicas. Porque solamente si
tenemos la utopía en el horizonte podremos mejorar la realidad que nos circunda.
Y esto, queda sobradamente demostrado, la derecha dirigente actual es incapaz
de hacerlo. Por eso, lo mejor es que se vayan cuanto antes y nos ahorren tiempo
de sufrimiento. Alex se lo gradecerá, desde su simpática inocencia.