Al igual que en su opera prima, Home, ¿dulce hogar? (2008), la realizadora y guionista francesa Ursula Meier vuelve a bucear en su segundo largometraje en la quiebra y descomposición familiar, consolidándose como una de las voces actuales más importantes a la hora de hablar de un asunto tan delicado -ambas obras estuvieron preseleccionadas para representar a Suiza en los Oscar-. Comprometida hasta la médula, Sister (2012) es una película terriblemente hija de su tiempo, a pesar de que beba del espíritu neorrealista de la Nouvelle Vague y, muy especialmente, de Los 400 golpes (François Truffaut, 1959) en lo referido a su visión de la infancia. Siempre con la crisis económica como telón de fondo, esta destacada pieza del cine independiente nos recuerda que una sociedad no podrá ser nunca tildada de progre mientras sigan produciéndose casos como el de Simon (Kacey Mottet Klein), un chico que debe mantener a su hermana (Léa Seydoux) y a sí mismo a partir del dinero que obtiene revendiendo los objetos de esquí que se dedica a robar a los turistas de la lujosa estación de las inmediaciones de su casa.