Ismael (Marcelo Piñeyro, 2013) se estrenó en España el día de Navidad, un hecho muy significativo para una emotiva película que apela a la unión familiar y, muy especialmente, a la paternidad y las segundas oportunidades. Valores, todos, que cobran especial relevancia en estas fechas. La nueva criatura del director de Kamchatka (2002) y El método (2005) es una historia que disfrutarán todos los miembros de la casa por igual gracias a la universalidad de los temas tratados y su rico plantel -y edad- de personajes. Y eso que el director no nos pone fácil empatizar con ellos debido al cúmulo de errores que arrastran a sus espaldas O, precisamente por esto, la película funciona. Porque en la vida real, el ser humano es así de imperfecto, nadie puede presumir de una trayectoria ejemplar. No son ni héroes ni villanos: son personas de carne y hueso. Lo importante, parece querer decirnos la película, es tener la voluntad de enmendar las decisiones equivocadas. La película cuenta la historia de Ismael (Larsson do Amaral), un mulato de 8 años que coge un AVE en Atocha dirección a Barcelona con la firme intención de conocer a Félix (Mario Casas), su padre biológico. Al llegar a su destino conocerá a su abuela, Nora (Belén Rueda), quien no tarda en ayudar al pequeño a conseguir su objetivo. Así, viajarán a un pequeño pueblo costero donde hace años se instaló el padre de Ismael, cuando éste decidió dar un giro radical a su vida y se convirtió en un profesor de instituto de jóvenes con problemas. La figura del pequeño será el pretexto para que tanto madre como hijo vuelvan a verse las caras después de muchos años de ausencia. El cauce narrativo de la película se expandirá con la llegada de la madre biológica del pequeño (Ella Kweku) y su marido (Juan Diego Botto), que también verán sacudida su hasta ahora apacible existencia. Lo mágico de la película es cómo la simple figura de un niño es capaz de derrotar el estancamiento vital y emocional de todo el plantel de personajes adultos que desfilan por ella, sometiéndolos a todo tipo de imprevistos y descubriendo emociones que ya creían olvidadas. Ahí tenemos, por ejemplo, al personaje de Belén Rueda, a la que su obsesión por el trabajo le había taponado cosas más importantes, o el maravilloso personaje de Sergi López, amigo de Félix, refugiado entre las paredes del hostal rural que regenta mientras un viejo piano simboliza los éxitos pasados.