Allá por octubre de 2012, hace casi un siglo, escribía en este espacio que el nuevo fantasma que recorría Europa era, no el del comunismo, sino el de la impotencia. Y decía entonces, hace casi un milenio, que la inoperancia más burda y la desidia mortal se habían apropiado de nuestras conciencias, tornando imposible cualquier atisbo de respuesta ante el ataque más bárbaro cometido nunca contra los pueblos del occidente civilizado. Sin embargo, razonaba en el eón pasado, había algún indicio de que el paciente mantenía las constantes vitales y que, con alguna terapia de shock quizás podríamos recuperarlo. Creo que no iba mal encaminado. Hoy es probable que aquellos razonamientos antediluvianos puedan empezar a tomar realidad en la única realidad real, no en la de aquellos que se dedican a predicar la jauja de todas las soluciones a los cuatro vientos. Como la crisis no ha terminado, ni nunca terminará, pues se trata de un vector estructural de la forma de vida sobre la Tierra, todavía queda tiempo, quizás lo único que nos queda antes del fin, para empezar a ver que sí, que efectivamente podemos, siempre que queramos, como tan finamente añade Alba Rico a la iniciativa liderada por Pablo Iglesias Turrión.