. Perdonen, pero Zadie Smith deja boquiabierto al lector. Más cuando sabes que “Dientes Blancos” fue su primera novela ¡Escrita con tan sólo veinticinco años!
Este estreno, propio de un escritor de abultada experiencia, es un portento narrativo. Me sonroja confesar que aún no había leído nada de esta autora inglesa con mezcla jamaicana, pero por fin, he salido de mi tremenda e imperdonable ignorancia.
Zadie Smith describe en Londres un mundo lleno de piezas donde las claves son dos viejos camaradas de la segunda guerra mundial. Las peripecias de Samad y Archivald hacen de su amistad algo tan particular y especial que, pese a su larga separación tras el conflicto bélico, en su reeencuentro prosiguen su historia como si nada hubiera pasado.La novela tiene ya un comienzo sorprendente: un intento de suicidio del que se libra Archivald Jones de la manera más cómica posible. Ha colocado el vehículo en el lugar que no debe y la llamada de atención por su molesto aparcamiento le salva sorprendentemente la vida.Para abrir boca, semejante escena, hace salivar al lector que desea más desde la parrilla de salida, donde comienza a conocer a Archivald, inglés y blanco, en un enjambre multicultural en el que vuelve a verse las caras con su antiguo amigo, Samad, un bengalí (nada de pakistaní, indio o bangladeshí…). Compartirá su día a día con sus respectivas familias, combinadas en “colores”, religiones, opiniones y capacidades.Archivald tiene a Irie y Samad a sus gemelos Magid y Millat. Samad enviará al primero de ellos a su país de origen para que respire y conserve la rígida doctrina de vida que pretende seguir manteniendo su padre en Londres.Una tarea complicada porque, según Smith, es difícil dejar de ser quien eres y lo que has mamado. Y si pretendes inculcar tus ideas a fuego con tus hijos, la empresa puede salirte rana.“Dientes Blancos” describe, y de qué manera, la complejidad de la integración y el choque generacional con los hijos, que no saben ni quieren saber de ese pasado que tanto pesa y con la que tanto teorizan sus padres en la vida.Al puzzle se le añade otra familiar, los Chaflen, que alardean de “supermegas” porque se miran y están encantados de conocer. Los hijos de Samad y Archie entran como un huracán en su casa para caer del tirón en sus redes, tanto para admirarlos como para acabar odiándolos. Esta aparición en sus vidas hará estallar en dolorosos pedazos sus problemas de identidad.Para este entramado, Zadie Smith nos deslumbra con una infinita capacidad para esquivar el caos que crea, sin perder el hilo entre tantas historias paralelas y con un humor corrosivo -en ocasiones muy duro- digno de quitarse el sombrero. Con una frescura que apabulla, sin complejos a la hora de describir, ni miedo a equivocarse. Y no lo hace.Los personajes son absolutamente impresionantes. El listado es largo y temo destrozarlos con una rápida descripción, porque proponen tantas posibilidades que es mejor disfrutarlos en las páginas. Y además, todos: los que son pesos pesados de la novela y los que participan con pinceladas y “brochazos”.De verdad, Zadie Smith ha sido este comienzo de año, mi gran descubrimiento para el que muestro mi más profunda admiración. Valentía, capacidad narrativa a raudales, sarcasmo, divertimento y toda una miga de contenido les van a hacer vibrar con esta joya.