La
muerte enfrentada a la vida ha de vivirse con una maldición:
<<Mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espalda sin filo:
desespera y muere>>. Una repentina e inoportuna muerte, acaecida
en circunstancias muy especiales, eleva la intriga a un máximo interés
desde las primeras páginas. Solo la escena final pondrá luz calmada y
serena a los difíciles hechos. No hay aspavientos ni atañerías.
Víctor
Francés ha sido invitado a cenar. Marta Téllez, una amiga cercana a su
mundo intelectual, ha preferido que vaya él a casa de ella porque no era
fácil verse en un restaurante si no encontraba a alguien que cuidara de
su hijo. El marido de Marta está de viaje en Londres. Inesperadamente,
después de la cena pasan al dormitorio. Allí empieza ella a sentirse mal
y muere. La infidelidad no se ha consumado pero ha nacido una poderosa
intriga, espesa e inconvenientes, a la que se ha de dar explicación y
poner soluciones. Veremos primero las dudas del invitado, ¿llamar a un
médico?, ¿comunicarse con el marido?, ¿llamar a un familiar? Víctor
añade a su peculiar secreto su también oculta vida de escritor negro o
fantasma que vende sus textos a otros para que los firmen, hace guiones
de televisión y redacta discursos de hombres importantes desde su
condición de escritor de tercera fila. Lo veremos al servicio de quien
es llamado el Único, mientras se sumerge en el desconocido mundo (para
él y para el lector) de la difunta Marta, entra en sus modos de vida, en
su intimidad y en sus veleidades y pone en duda su responsabilidad en
la muerte. Conoce al padre de ella, Téllez, viejo académico; a su
marido; a la hermana mayor; Luisa y con unos y otros está en juego su
secreto. Contar con exactitud lo que ha pasado sería un riesgo de
consecuencias imprevisibles, de responsabilidades insospechadas, con
razón o sin ella. Sus reacciones vendrán influidas por la incertidumbre,
la perplejidad y la sorpresa, y se van a caracterizar por su inacción,
por su dejar pasar los días en un cuestionamiento de todo. Algunas
iniciativas como la de llamar por teléfono a Londres al hotel del marido
fracasan, porque allí, no acostumbrados a los dos apellidos, lo han
confundido y han utilizado el segundo. El marido, además estaba en
Londres con un amante. Un capítulo está dedicado a Victoria, la
prostituta amiga del narrador, esa novia romántica que para muchos
bohemios es la ideal precisamente por dedicarse a esa profesión. El
intruso Víctor y los familiares acabarán siendo amigos con el tácito
acuerdo de silenciar los asuntos.
Interesar
al lector desde las primeras líneas por la difícil situación de una
muerte es el procedimiento que tan buen resultado había dado a Marías en
dos novelas anteriores (Todas las almas y Corazón tan blanco) y
luego dedicar el grueso de la obra a poner a la luz al infausto hecho.
Pero ningún interés tendría la intriga sin la seducción narrativa, la
capacidad de sugerir un ambiente, una personalidad y los continuos
guiños al lector a medida que se completan los hechos con independencia
de que éstos defrauden o no. Los dos personajes acaban de entrar en dos
mundos contrapuestos: en el de los muertos ingresa Marta Téllez, y hay
que recomponer su pasado; en el de la vida intensa entra Víctor Francés,
y verá alterada y recompensada en vivencias su grisácea existencia. Los
desenlaces son individuales, están en la intimidad de su personajes y
del lector, auténtico propietario del mundo narrativo desde su
implicación en el monólogo interior de Víctor. Se muestra aquí el autor,
más que en otras novelas y cuentos suyos, maestro en el control de la
información, de unos datos que privilegian a su encumbrado lector en
todo momento por una elevada información que supera a la de los demás
personajes. Es docto Marías en ofrecer seres que no molesten, personajes
que superemos unas veces porque no hacemos las tonterías de ellos
(morirnos en una invitación a cenar), otras porque no nos sometemos a
sus humillaciones (escribir para otros, tener una novia prostituta) y
otras porque no tenemos el orgullo de los poderosos (aprovechar los
escritos de los humildes, ser engreídos). Nos sentimos así
constantemente halagados, satisfechos en el ego. La novela, además,
cuida al detalle la estructura, la indagación narrativa. Para algunos
lectores el entramado, perfectamente dosificado en información y
ocultamiento, puede resultar precipitado y poco pulido. A veces no
soporta un serie y crítico análisis porque junto a grandes hallazgos
surgen discutibles paisajes, porque junto al dominio del lenguaje surgen
incomprensibles olvidos, y porque junto a la credibilidad de los
personajes surgen vacíos, lagunas. En ciertos momentos resulta lenta,
pero en último caso atractiva. La crítica la ha destacado por su
capacidad de llegar al ánimo de las lectoras, más que de los lectores,
precisamente por ese juego con los sentimientos.