Novela picaresca de Francisco de Quevedo
y Villegas publicada (probablemente sin autorización del autor) en
Zaragoza en 1626, pero redactada muchos años atrás, tal vez en 1604. Su
título completo es: Historia de la vida del Buscón llamado don Pablos de vagamundos y espejo de tacaños.
Fracaso
de un hombre de origen humilde en su intento por ascender socialmente,
contado por él mismo a ritmo vertiginoso mediante una embebida
acumulación de fechorías. Sus continuados esfuerzos, alimentados por
cierto rencor social, se transforma en frustraciones y humillaciones, y
su descenso se hace cada vez más profundo. No hay digresiones morales.
Pablos
nos introduce en el ambiente de su extraña familia. Es hijo de una
alcahueta, bruja y prostituta y de un barbero que combinaba su oficio
con el robo. Su hermano murió en la cárcel. En la calle se acerca a los
hijos de los acomodados y hace allí amistad con el hijo de un caballero,
don Diego Coronel, cuyo favor Pablos intenta alcanzar. La vergüenza por
las deshonrosas profesiones de sus padres y su voluntad de escapar a su
pasado lo animan a ascender a la sociedad por cualquier medio y
acompaña a don Diego al colegio, según los hábitos de la época, como
criado. Pasan de ahí a la Universidad de Alcalá, donde Pablos es víctima
de terribles burlas con que los estudiantes veteranos acogen a los
recién llegados. Sufre azotes, salivazos de sus compañeros de hospedaje,
y ha de revolcarse en su cama entre los excrementos…Pero Pablos, a su
vez, se convierte pronto en maestro de estas bromas y se inicia en el
robo, y también en trampas y engaños, pues su deseo de agradar lo incita
a seguir la corriente de hipocresía del mundo. Determina hacerse pícaro
y llega a ser el mayor tunante de Alcalá. Una estupenda carta de su tío
verdugo público de Segovia, cita a Pablos a reclamar su herencia, pues
su padre ha sido ajusticiado en la horca y su madre, encarcelada por la
Inquisición de Toledo. Pablo se encamina a Segovia y se separa de Don
Diego, que también ha recibido carta para que vuelva sin la compañía de
Pablos. Por el camino se encuentra con un proyectista extravagante que
propone facilitar la conquista de Ostende secando con esponjas el mar;
un espadachín que pretende ayudarse de las matemáticas para acertar en
sus golpes; un poeta ciego autor de un largo poema de cincuenta octavas
para cada una de las once mil vírgenes; y luego con un soldado que
exhibe sus sabañones como heridas recibidas en combate, y algunos tipos
más.
Novela
abigarrada de personajes peculiares (prostitutas, brujas, delincuentes,
etc.) y de ideas descarnadas (corrupción, egoísmo, insolidaridad,
fealdad, etc.) que la convierten en una de las más originales de la
picaresca, una obra brillante y cruel que carece por completo de
compasión y un testimonio ideológico y social de su tiempo. La historia
avanza variada, ágil, tan incongruente y rica como la vida cruel que
describe y se adapta a todas las formas, pero el autor da preferencia a
la agudeza, a la astucia verbal. En una caprichosa y audaz elaboración,
Quevedo sustituye el dato por la invención ingeniosa y ésta,
caricaturizada, potencia la realidad. Nos cuenta las cosas más tremendas
con una frialdad implacable y para ello usa la caricatura, el
pesimismo, la sátira despiadada e inmisericorde sin dejar resquicios
para la emoción o los sentimientos. La ambición de Pablos de ser un
caballero se enfrenta al sentir de una época que exige aceptar la
posición social atribuida en el nacimiento y permanecer en ella. Pablos
representa a una fuerza socialmente explosiva y en su fracaso se
concentran las características morales y sociales más indeseables.
Quevedo
va más allá de cuanto es cínico, doliente, amargo o trágico, con la
impasibilidad de un jugador genial, sin la menor señal de compasión. El Buscón es
uno de los libros más agudos y al mismo tiempo más inhumanos que se
puedan imaginar; asusta, junto a sus extraordinarias dotes literarias,
la indiferencia del autor al jugar con el dolor y la muerte. En su
intención de superar al Lazarillo de Tormes, modelo de la novela
picaresca, incluso por asombrar y anular al primero del género, se aleja
de la sobriedad y el realismo. Destaca Alborg, más que el contenido
crítico, la forma de la novela, y dice que es el <<exponente
genuino del más peculiar estilo quevedesco, de su prosa precisa,
gráfica, agresiva, dueña siempre de los matices más sugerentes, del giro
más audaz, de la más atrevida metáfora>>. Estamos ante un
maestro del retruécano, del juego de palabras, de la precisión, del
continuo llevar y traer al lector por sus artificios.
Hay
críticos que ven en ella una parodia de la picaresca por la distorsión
sistemática de sus personajes, por el perfil caricaturesco en los que
las pinceladas de humor o punzantes predominan sobre los contornos que
dibuja el sentimiento, el amor o el odio.
La
novela ha sido admirada y leída en todos los tiempos y ha suscitado
reacciones variadas. Por su contenido, por su expresión, por la
maliciosa inteligencia de su autor, entre otros méritos, pasa de ser una
de las obras capitales de la literatura española.