. En la Comisión revisora, de 5
senadores que analizaron este proyecto de ley, 2 votaron en contra y 3 a favor.
Así ha pasado a plenario y será en la Sala donde se decida el destino de esta
norma.
El gran tema parte por los
precedentes de contaminación agrícola que han provocado los cultivos
transgénicos en Argentina y en países europeos y la situación desprotegida en
que quedarían con esta ley UPOV 1991, los pequeños agricultores respecto a sus
semillas naturales y los reservorios que mantienen las comunidades, toda vez
que la ley privilegia el Derecho de Propiedad Industrial y, vía manipulación
genética, un producto natural podría ser patentado en su versión modificada por
su obtentor y se obligaría a los agricultores a utilizarlo si quiere ser
admitido en los circuitos comerciales. El poder concentrado de estos organismos
obtentores y los grupos del retail, dejaría en situación desmedrada a la
agricultura campesina, pequeña y mediana y de los pueblos originarios, que
tienen una concepción más bien cooperativa de las semillas y preservan por generaciones
y siglos el patrimonio natural de nuestra tierra.
Es la gran discusión que provoca
esta Ley UPOV 1991, se argumenta que es un compromiso ya suscrito por Chile en
el marco de la OMC 1994 y de los TLC con Estados Unidos y Canadá, pero
soberanamente el país, al igual como lo han hecho países europeos, puede revisar
un compromiso si el mismo atenta contra el interés nacional y han cambiado las
circunstancias en que se aprobó originariamente el acuerdo de base. Cuando esto
se acordaba en 1991, existía desconocimiento de los efectos de la manipulación
genética y de los híbridos, además de una fuerte presión de las multinacionales
sobre los Estados para fijar un orden mundial que las favoreciera y este
Convenio UPOV 1991 ha buscado garantizar la protección del derecho de propiedad
industrial a quienes desarrollen nuevos productos vegetales, dejándoles espacio
libre para la manipulación genética. La experiencia mundial lleva más de 20
años y ha demostrado que los transgénicos utilizan pesticidas que destruyen las
cadenas biológicas y afectan a los cultivos naturales, impidiendo que se
desarrolle una agricultura de sello verde, totalmente orgánico y libre de
pesticidas, fungicidas y pesticidas, que son productos de alta demanda en los
mercados mundiales. Los rechazos de embarques de miel en Alemania por rastros
de transgénicos pusieron un alerta roja por el daño que se está produciendo por
la expansión descontrolada de los cultivos y sus efectos en la salud humana. El
representante de Monsanto, Erick Von Baer, ha recurrido al Tribunal
Constitucional para defender el secretismo en materia de cultivos transgénicos
y su ubicación territorial, con lo que se infiere que se trata de evitar el
conocimiento y denuncia de su impacto sobre predios vecinos. Duerme en el Senado
el proyecto de Ley que se enviara el año 2002 sobre Etiquetado de productos que
contengan insumos transgénicos, con lo que se ha desprotegido a la ciudadanía
que quiere tener, al menos, la capacidad de decidir qué come.
En medio del tráfago electoral,
el tema Transgénicos causó los mayores consensos transversales, pero las dos
coaliciones que han pasado a Segunda Vuelta le han bajado el perfil al
problema, apostando a la ignorancia y desinformación de la opinión pública.
Sin embargo, si se alcanzare un
compromiso formal de la coalición que acepte
reconocer la necesidad de una moratoria en materia de Obtenciones Vegetales con
la ciudadanía, Chile y sus pequeños agricultores, podrían dormir tranquilos, exigiendo
que dicho compromiso se cumpla y no sea un artificio de campaña.
Son planteamientos desde las
personas a la clase política, que deben ser escuchados y atendidos.
Periodismo Independiente, 23 de Noviembre de 2013 @hnarbona en Twitter.