Se tiende a juzgar el mayor o menor grado de ambición de una película por su presupuesto o los medios técnicos empleados para ponerla en marcha. Todas las mujeres (Mariano Barroso, 2013) echa por tierra este argumento. En el que es su mejor trabajo hasta ahora, el director catalán satisface la demanda del espectador de películas ambiciosas, sí, pero no de envoltorio, sino de contenido. Y ahí, en su médula genética, la cinta es ambiciosa hasta la desmesura. Aunque su idea original fue concebida para el cine, empezó siendo una miniserie de 6 capítulos dirigida por el propio Barroso para el canal de televisión de pago TNT para finalmente permutar en uno de los espectáculos con más enjundia del cine español reciente. El director apunta alto en un trabajo de esencia eminentemente teatral que, en el fondo, no es más que un periplo de alto voltaje emocional entre cuatro paredes. Las materias primas esenciales de la obra son un buen guión y unos eficaces intérpretes; Todas las mujeres es una película de (pluscuamperfectos) diálogos y de actores, absolutamente entregados a la causa. Eduard Fernández vuelve a estar genial, pero las seis mujeres que le rodean no se quedan atrás.