. Por ello en la antigüedad se guardaban
de dar el conocimiento a gente innoble y egoísta, que no acreditara una
trayectoria moral de vida, pues era poner en sus manos un medio
demasiado poderoso.
Actualmente el conocimiento se da de un modo más asequible, aunque asistimos a una forma de enseñar bastante mecánica. Estamos
inmersos en un mundo racionalista que promueve una actitud intelectual
ante la vida. Se dan más datos pero no siempre se enseña a discernir. La
enseñanza de las leyes básicas de la vida no suelen pertenecer a
ninguna de las materias de estudio, y apenas la enseñanza de la
filosofía aún conserva una leve pátina de su antiguo esplendor, aunque
también se encuentra algo mecanizada y desgajada de la búsqueda total,
incluso ética y espiritual que algún día fue.
• El desarrollo de la mente se ha confundido con el desarrollo de la “capacidad mental”. El
tener agilidad mental nos hace más listos pero a veces ello no tiene
relación con cualidades más altas, como el discernimiento. Por ello la
agudeza mental es utilizada hoy en día tanto para asaltar un banco, para
defraudar al fisco, para pasar por bueno siendo torcido, como para
desarrollar las grandes obras de la humanidad. Siempre hubo de todo,
pero ayudar al desarrollo mental de una persona no es tan solo darle la
capacidad mecánica de lograr algo sino además el correcto encauce de esa
fuerza. Del mismo modo que aprender ciertas reglas matemáticas no
siempre lleva al estudiante a entender la armonía y belleza del
universo, así discernir es una cualidad más elevada que una mera
capacidad mecánica, y es el aprendizaje para tomar el camino más
correcto posible en la vida, entendiendo por tal el que menos dañe, el
que nos haga más plenos y felices, y nos lleve a las mayores cotas de
evolución posibles.
• Por ello, aunque se considera también
al cerebro como igual al concepto de mente, hay que distinguir entre el
órgano físico, que es asiento o receptor de la mente, y la mente, pues
no son lo mismo.
Se puede comprobar que un síntoma que refleja la existencia de una gran
sensibilidad en una persona es poseer una piel delicada y suave. Ello no
implica, utilizando éste argumento a la inversa, que podamos afirmar
que la forma y aspectos físicos definen la capacidad espiritual de una
persona. Pero del mismo modo que el cuerpo algunas veces refleja la
calidad del espíritu del ser superior que lo habita, sin por ello ser lo
mismo, el cerebro no es tampoco lo mismo que la mente.
• Según las concepciones tradicionales el cerebro es la estación receptora de unas ondas que provienen de la mente,
las cuales se hallan como una atmósfera rodeándonos, del mismo modo que
ocurre con un aparato receptor de las ondas de radio. Así, los mensajes
emitidos por la mente son independientes del receptor físico que
conecta con una idea.Estas ideas, que parecen flotar en el ambiente de
un momento y una época, si no son alimentadas y reforzadas se
desvanecen, y en cambio cuando son repetidas y reforzadas por varias
personas parecen tomar fuerza y consistencia, como si se asentaran con
una forma y fuerza propia, de tal modo que perviven más allá de las
personas que las concibieron en un principio. Las ideas, que parecen
entidades que flotaran en la atmósfera mental, son algunas veces
“sintonizados” por alguien y otras no, y así, una misma idea puede ser
concebida por varias personas al unísono.Según la concepción tradicional
el mundo mental es un mundo organizado, compuesto de átomos mentales,
de ahí que se considere que un pensamiento toma “forma y consistencia”
en la medida que se le añade energía mental al mismo, pero éste es un
tema demasiado extenso para poder desarrollarlo en estas breves
páginas.¿Cuántas veces hemos pensado en una persona largo tiempo ausente
y al día siguiente la encontramos de nuevo?, ¿Cuántas veces recordamos a
una persona que vive a cientos de kilómetros, y a las horas nos llama
por teléfono? ¿Cómo supo que la llamábamos mentalmente? ¿Cuántas veces
dichos efectos son casi instantáneos? En otros casos, hemos ido a hablar
con una persona sin saber que tal vez nos llevó allí la necesidad de
encontrar un libro que surgió en el transcurso de aquella conversación y
que al fin nos cambió la vida. ¿Casualidad?, ¿destino?, ¿rutas de
pensamiento prefijadas ó transmisiones de ideas que cambian según sean
nuestros impulsos mentales que son irradiados al ambiente? ¿Existe un
mundo casual o un hilo conductor que traza el camino invisible que nos
espera y reclama, como una invitación a hallarnos a nosotros mismos?
• El mundo mental tiene formas
variadas porque tiene cierta consistencia, se conforma con átomos
mentales que dan cuerpo a las ideas, que son como líneas de
fuerza alrededor de las cuales se crea una estructura mental. Las ideas
actúan como líneas creativas invisibles, trazan el diseño mental, y
cuando esas ideas van tomando cuerpo, se decantan del mundo de lo
receptivo al mundo de la plasmación, se aglutina la materia mental en
torno a ellas, tal como las partículas eléctricas siguen las líneas de
fuerza de potencial de un campo magnético.
Cuando lanzamos un pensamiento al ambiente que nos rodea, puede ser
captado por otros, de tal modo que entre todos creamos la atmósfera
mental, colectiva, que nos circunda. Los pensamientos excesivamente
materialistas conformarán con el tiempo van tomando cuerpo y plasmando
una atmósfera gris y egoísta; en cambio los pensamientos nobles,
heroicos, altruistas ayudarán a que las mentes que los captan vibren en
sintonía con mejores estados de conciencia.
Es por tanto nuestra responsabilidad frenar en nosotros las ideas que
juzgamos negativas, para nosotros y para los demás, y no darles asiento
ni consistencia mental en nuestra propia atmósfera individual de
pensamiento. Por otro lado, y mucho más importante, es la necesidad de
no lanzar más ideas negativas a la atmósfera mental colectiva, pues
dichas ideas podrán ser captadas, amplificadas y recreadas por otras
personas que las seguirán alimentando y engrosando.
A modo de ejemplo: en nuestro tiempo, las
novelas o películas que hablan de violencia, de formas de robo
sofisticadas mostradas como una loable astucia mental, o el culto que se
hace a personajes ególatras, paranoicos, que se llegan a tomar por
héroes, han desplazado a las biografías de los grandes hombres y de
reales héroes, bajo la excusa de que ello no vende. ¿No serán fruto de
intereses de grandes multinacionales que no buscan tan solo dinero, sino
poder e influencia social, o tal vez buscan unificar conciencias,
unificándolas por lo más bajo para crear un ejército de seguidores
movidos por la igualdad de sus encefalogramas planos? ¿Acaso no hemos
aprendido de la historia cómo fueron cabalgados los movimientos hippies y
underground, o el mismísimo Mayo del 68, y cómo fue utilizada su
búsqueda bien intencionada de paz, de lograr un mundo mejor, y cómo se
vendieron libros a su costa sobre las nuevas ideas pseudofilosóficas u
orientalizantes, por aquellos que simulan dormir pero lo hacen siempre
con un ojo bien abierto? ¿No hay alguien detrás de la profusión de
programas de TV zafios, vacíos, que recrean la disputa entre personajes
de dudosa calidad humana o el sexo como único reclamo de audiencia, que
están logrando que se escriba una de las páginas más denigrantes de éste
medio? ¿Que hay que darle al intelecto de los espectadores que debieran
ser “informados, entretenidos y formados” lo que ellos desean, aunque
sea el nivel más bajo posible, o lo que es conveniente para su propio
desarrollo humano? Si bien es difícil fijar un nivel para todas las
personas, ¿quién digita que ello siempre roce el nivel más bajo posible?
¿No habrá al menos un punto medio, en el que decimos se halla la
virtud?.
• El pensamiento se satisface a sí mismo,
y se estanca cuando se cree suficiente, cuando se cree haber alcanzado
un tope, lo que nos llega a una parálisis en el aprendizaje.
• La mente se apoya para conformar nuevas ideas en otras anteriores,
aunque algunas ideas preexistentes se cristalizan en nosotros, se
tornan rígidas, pierden frescura, se convierten en esquemas mentales. Se
enreda entonces la mente con los propios esquemas de pensamiento, se
encasilla en unas frases hechas, en ideas enlatadas previamente que nos
restan frescura, en frases resueltas a priori como un alimento
precocinado, que merman la capacidad de reflexión a fuerza de repetirse
una idea constantemente y convertirse con el tiempo en hábito mental.A
modo de ejemplo, solemos decir “el dinero no da la felicidad pero ayuda a
conseguirla”, pero con el paso de los años llegamos a creer que sin él
no podremos ser nada, como si la realización personal tuviera que
depender del nivel económico alcanzado, sin darnos cuenta de que las
circunstancias que nos rodean siempre serán cambiantes, pues por propia
definición serán circunstanciales, y los cambios procuran en el fondo
mayor avance humano que los estatismos abúlicostros dirán: “cómo no me
he casado yo a mis treinta años.., no es posible que ésto me ocurra a
mí”, o bien, otros se repetirán que una vida que ha alcanzado su
plenitud pasa necesariamente por tener una casa propia en el campo,
próxima a la ciudad, y un buen automóvil de la mejor marca posible en la
puerta.
En general ocurre que a fuerza de
repetirnos ciertas ideas, que creemos válidas para todos, creamos
“corrientes de pensamiento” que exportamos a los demás, y con
las generaciones se conforman en la inicial plasticidad mental surcos
que llamamos “mentalidades” que a modo de raíles fijos llevan a las
personas en el sentido conveniente. Así en Europa, actualmente los
antropólogos reconocen ocho grandes mentalidades que se repiten como
grandes tipologías de pensamiento en las cuales parece que encajamos
unos y otros.
Se crean entonces líneas de pensamiento
convenientes o correctas para una sociedad, y todo lo que se aparta de
ello se rechaza, se excluye, se acaba persiguiendo bajo el rótulo de
raro, o bien como inmoral, sin reconocer que se excluye por la falta
personal de tolerancia.El hombre acaba siendo atrapado por las propias
corrientes de pensamiento que a modo de “formas mentales” van tomando
cuerpo, van asentándose en nuestra sociedad creando un programa cultural
del cual es difícil de zafarse, por la propia presión familiar,
mediática y endocultural. Salir a la luz de un pensamiento libre es
entonces una labor ardua, propia de quien busca un programa individual
de conducta, como si el efecto invernadero no fuera tan solo físico sino
alcanzara a crearse una nube de pensamientos previos, de ideas hechas,
de conductas aprobadas o reprobables cargadas de trabajados “a prioris”
que no tienen mayor fundamento que las costumbres sociales, poco
reflexivas a veces, que son patrones de conducta útiles para adormecidas
conciencias y receptivas mentalidades.
• Lo dicho anteriormente ocurre en la medida que el hombre refleja el medio convirtiéndose en un hombre espejo.
El hombre es más permeable mentalmente en la medida que atiende tan
solo hacia el exterior, por la falta de una verdadera solidez mental, y
acaba reflejando las ideas y actitudes de otros. En una etapa
adolescente este modo de aprehender las ideas de otros va conformando la
estructura del propio edificio mental, pero con el tiempo esas ropas
ajadas tendrán que dejarse a un lado y construir la propia vestimenta de
pensamiento. Hay, en fin, que trabajarse, que educar el propio
carácter, y consolidarse alrededor de unas ideas principales, las
cuales, a modo de núcleo, aglutinarán otras más cambiantes y
superficiales, que han de someterse siempre a revisión antes de
integrarlas en la propia estructura de pensamiento.
En cuanto más reflejamos el
entorno mental menos consistencia propia logramos, y navegamos en la
superficie del pensamiento que podríamos alcanzar. A la
inversa, también es notorio que quien es más superficial, menos ideas
propias elabora y más se apoya en las ideas que le circundan, y más se
descubren en su conversación los últimos titulares de los periódicos,
los razonamientos del último programa de TV de mayor audiencia,
desconociendo lo que es un buen libro, una buena música y no mero ruido,
etc., porque hay una ausencia de un programa cultural propio, de un
programa de desarrollo trazado por sí mismo.Tal vez algún día aprendamos
a comprender a los seres humanos tan bien como hemos aprendido a
reconocer el medio físico, pues nos es más importante. Cuando en una
persona hay una gran carestía de pensamiento o es muy permeable, se
asemeja a un terreno muy árido ó a un terreno arenoso que no retiene el
agua, se pueden observar y medir fácilmente el grado de saturación en
agua que tiene, pues las manchas de agua afloran sin trabar relación con
sus partículas. En cambio, un buen terreno de labor, que no debe ser ni
poco ni demasiado permeable, admite agua, pero la retiene e integra en
su estructura manteniendo un grado de humedad constante. En el primer
caso citado, la labor de pensar es algo que nos es ajeno, y el agua de
vida que son las ideas no son asimiladas, reelaboradas e integradas en
nuestra estructura mental, como ocurre en el segundo ejemplo.
• La mente mide y comprende por comparación, dado que se mueve siempre entre dos polos opuestos. Lo
alto y lo bajo, lo bello y lo feo, la alegría y la tristeza, son
conceptos no absolutos, sino relativos, que comprendemos por
comparación. La mente siempre se debate entre dos extremos, entre pares
de opuestos, y alcanza estabilidad cuando aprende a distinguir cuál es
el punto medio de las cosas.
• Dado que la mente comprende por comparación siempre
pasa por la comparación con los demás. Pero hay que señalar que la
comparación con otros siempre propicia duros resultados a fuerza de
hacernos salir de nuestro propio interior y promover en nosotros niveles
ajenos. Este mirarse constantemente en otros crea anhelos de
situaciones que no son aplicables a veces a nuestra vida, propicia a
veces la envidia, que acaban en situaciones de celos soterrados.
En el difícil juego de la vida, debemos
tan solo compararnos con nosotros mismos, sacar de dentro lo mejor que
poseemos, hallarnos y entendernos sin que en ello tengan nada que ver
los méritos, las condiciones, las realizaciones o la fortuna de otros.
Nos deben alegrar las realizaciones ajenas, pero no sus fracasos, ni sus
amarguras. Podemos emular lo mejor de quienes admiramos sinceramente,
pero no emular sus aspectos más bajos ni envidiar sus conquistas o
posesiones materiales. Hay que ejercitar a lo sumo la sana envidia, que
es la admiración de sus virtudes y valores más altos.
• Solemos tener fijaciones mentales que obturan los canales de pensamiento. La
excesiva preocupación en algún tema, de carácter obsesivo, aprisiona la
mente como si la estrechase, restándole amplitud de horizontes. Es como
si todas las carreteras de un país quisieran partir o pasar por una
ciudad única, que acapara toda la atención y los movimientos que se
generan.Por ejemplo, si la autoestima se ve dañada porque la gente nos
muestra indiferencia o nos desprecia, sentiremos todo pensamiento con
inseguridad, y a a cada paso dudaremos, nos faltará capacidad de
decisión y de resolución. Ese nudo mental afecta así a toda acción y a
los propios sentimientos, pues se proyecta siempre la idea de que no
podremos ser queridos, o incluso de que somos despreciados. La mente
tizna así el resto de la personalidad de sombras, de dudas, de miedos,
que sólo acaban cuando ese nudo se va deshaciendo pacientemente con
ideas positivas y constructivas, o bien cortando, sin dilaciones, esa
dependencia con el exterior.
Cuando la energía de la vida se remansa
en un lugar hay que hacerla recircular, pues de lo contrario, como un
pequeño coágulo en una arteria, puede llegar a obturar los canales de
transmisión, afectando a una red mucho mayor, y dejando sin riego áreas
principales.
• Algunas veces no sólo pasamos
nuestra mirada sobre las cosas, las tocamos incluso con la mente, que a
modo de extremidad o prolongación del cuerpo va más allá de lo físico,
llega antes a las soluciones que luego costarán mucho más de realizar
en el mundo de lo físico. Tanto corre la mente que se precipita, da por
entendidas las cosas, pero no las razona ni entiende realmente. Éste es
el aspecto de una mente que se sacia con el primer sorbo de agua, que
entrevé las cosas sin llegar a profundizar realmente. Manoseamos las
cosas con nuestra mente, fantaseamos en lugar de dirigir firmemente
nuestra imaginación, especulamos sin freno, hacemos cábalas, y quedamos
atrapados por una mente pobre, superficial, que se mueve por primeras
impresiones.
• Podemos diferenciar en nuestra
mente dos aspectos: una mente teñida de deseos, más cotidiana y egoísta,
y una mente más profunda y universal, que nos emparenta con
los grandes arquetipos e ideales de la humanidad, pero acabamos
utilizando el aspecto más concreto de la mente, el más cotidiano y
superficial, y no su nivel más elevado. Dejamos de lado el entendimiento
profundo de una mente elevada, inegoista y noble, para enredarse en el
“me conviene”, o “me interesa”, sopesando siempre las cosas desde el
punto de vista de lo que puedo obtener de ellas. La contaminación mental
y psicológica arrastran a una mente poco educada hacia el propio
interés, pues ante nuestros ojos se muestra siempre como una
preocupación lícita sobre uno mismo.En otro lugar menos transitado de la
mente quedan entonces arrinconados los grandes ideales, las
aspiraciones por alcanzar un mundo mejor, más fraterno, más espiritual, y
realmente humano. Tenemos tal vez en nosotros una semilla de esas
concepciones elevadas, pues las podemos entender, aunque pocas veces las
hacemos nuestras realmente, y bastantes menos nos comprometemos con
ellas sinceramente.
• La mente se halla sometida a leyes de causa y efecto, aunque
comúnmente nos quedamos en los hechos, en los efectos, sin llegar a
descubrir las causas que los mueven. Estamos tan convencidos de que todo
es casual que perdemos por ello la posibilidad de entender que también
en lo mental, como en la naturaleza, el mundo se rige por leyes de causa
y efecto. La casualidad es lo que ven nuestros ojos cuando pasan sobre
las cosas, pero ver los lazos que relacionan los hechos es el trabajo
profundo de una mente internamente despierta. Todo sentimiento y actitud
está causado por algo, y a su vez siendo efecto de algo será causa de
un efecto posterior.
• La mente, por estar inmersa en la Naturaleza, se halla sometida a las mismas leyes que la rigen, como la ley de la ciclicidad. Del
mismo modo que pasamos del día a la noche, tal como se suceden las
estaciones, la mente fluctúa entre momentos de euforia, de actividad y
momentos de pasividad. Hay etapas de gran impulso, creativas,
expansivas, de gran capacidad de reflexión, de análisis, junto a
momentos posteriores de inflexión, y otras etapas de incapacidad de
relacionar ideas simples, como si nuestra mente se hallara frenada,
aturdida e incapaz de crear en sí misma nada nuevo.Ante semejante
circunstancia conviene mantener unos mínimos en los momentos bajos,
mantener una actividad reducida pero imprescindible y previamente
pactada, y sembrando con actitud positiva y disciplinada para cuando
llegue el tiempo expansivo y fértil. También en dicho tiempo habrá que
aprender a dosificar las energías, no enredándose con excesivas
actividades, ni abriendo varios frentes que pronto harán que la mente se
aturda, por stress, por tensionarla en exceso.
• Es necesario distinguir los diversos grados de desarrollo de la mente. Es
necesario distinguir entre la capacidad mental y la verdadera
inteligencia. Dado que la inteligencia es la capacidad de saber elegir
de entre varias posibilidades la adecuada, la verdadera inteligencia no
es tan solo agudeza mental, sino que debe utilizarse para discernir
correctamente de entre todas las posiciones, acciones, sentimientos e
ideas, aquellas que nos lleven a vivir como auténticos seres humanos,
regidos por los valores más elevados posibles.Al decir de Platón, los
arquetipos humanos son las ideas tipo que rigen nuestra condición humana
y son comprensibles para todo hombre, tales como la idea de libertad,
de fraternidad, de valor, etc., que deben servirnos de guía, y llevarnos
a los arquetipos últimos, como son lo Bello, lo Bueno, lo Justo y lo
Verdadero. Discernir, que rebasando la actividad mental abarca la esfera
de la intuición profunda, es la capacidad de regirnos por lo más
elevado a la luz de la verdadera inteligencia.
PROPUESTAS
• Evitar lo que implique rutina, evitando que se mecanice la mente y quede atrapada y adormecida en ella.
• El ejercicio prolongado de la mente,
incluso a edad avanzada, la fortalece y la mantiene elástica, con la
debida frescura, al igual que ocurre con los músculos del cuerpo. Dado
que la mente no guarda una formación paralela a la del cuerpo físico, y
por ser de carácter más sutil, no sufre por igual los achaques del
tiempo, y por ello puede decirse que no acaba de formarse a ninguna
edad.
• Hay que evitar además que la mente se
rigidice en sus posturas con el paso de los años, por ello la labor de
receptividad y de apertura mental debe ser continua. La necesidad de
trabajar nuestra mente no termina nunca, y dado que nuestro cuerpo y
emociones la seguirán dócilmente si ella se autodisciplina, es
fundamental su formación para el correcto desarrollo humano.
• Comprender las leyes de la Naturaleza
que tan bellamente se reflejan en “El Kybalión” egipcio, dado que nos
señalarán nuestras propias leyes (de ritmo, de ciclicidad, etc.)
• Descubrir el propio ritmo mental
tratando de ponerlo en sintonía con los ritmos de la naturaleza, con el
paso de los ciclos, de las estaciones, de ahí que frecuentemente
observemos que las etapas de invierno acompañan a etapas de mayor
introspección y el estío impulsa en nosotros un estado más expansivo
hacia el exterior. Pero esas diferencias de ritmo pueden ser sanamente
aprovechadas en nuestro favor para lograr un desarrollo integral.
• Elevar el aspecto más humano y
cotidiano de la mente hacia su aspecto más profundo y elevado,
restándole superficialidad. Saber discernir, descubriendo las ideas
fundamentales de entre las secundarias y accesorias, para conducirnos
por las más elevadas.
• Mantener una actitud mental
descontaminada, para no contribuir a contaminar el mundo. No
corromperse, no olvidar los grandes sueños e ideales con el paso del
tiempo, cuando los roces con la vida adormecen los anhelos de juventud.
Mantenerse joven en lo mental e internamente.
• No vivir como un ser separado del mundo: educar la propia individualidad de las ideas sin ser individualista.
• Evitar ser un hombre-masa, superficial o
demasiado permeable, para no ser un hombre espejo que refleje tan solo
las corrientes de pensamiento imperantes. Forjarse un criterio propio,
revisando las ideas que sustentamos y adecuándolas a la realidad.
• Encontrar el propio centro.
• Entender que la conciencia no es la
mente, sino que aquella se halla por encima de esta y es capaz de
dirigir el pensamiento hacia los más altos arquetipos humanos. El
verdadero anhelo de superación, de perfección, de búsqueda de la
sabiduría procede del verdadero ser y trasciende el mundo de lo mental.
• Evitar los dogmatismos, que restan
comprensión pues nos atrincheran en pensamientos que damos como válidos
sin poderlos razonar. Si bien la profunda intuición nos puede permitir
captar ciertas ideas aunque sean difícilmente expresadas por la razón,
debemos en lo posible tratar de entenderlas con elementos racionales,
evitando el creer en aquello que la razón no pueda apoyar con argumentos
coherentes.A modo de ejemplo cabe decir que cuando el cristianismo
afirma que Dios es uno y trino, en la tradición original de las primeras
épocas del cristianismo, hallamos elementos suficientes para comprender
lo que significa dicha expresión sin tener que recurrir a admitir algo
por que sí, y sin entenderlo. En dichas tradiciones se explica que en el
universo al igual que en el hombre, y dada la dificultad de expresar la
idea de la divinidad, se consideraban tres aspectos espirituales, que
son al mismo tiempo una unidad: una voluntad pura, que se expresa en el
universo a través de las leyes que lo rigen; una intuición profunda, que
lleva a la verdadera comprensión, al amor y la sabiduría, y que en el
cosmos se manifiesta como energía y vida; y una inteligencia, que se
expresa en las formas de la creación.
• Finalmente, aunque logremos ciertas
cotas de desarrollo de la mente y dadas la fluctuaciones de la misma
¿cómo mantener centrada la mente en esas posiciones? Si atendemos a los
consejos que propone el texto clásico hindú, el Baghavad Gïta,
debemos-evitar los apegos y los lazos del deseo,
-evitar los vaivenes emocionales que la afectan, frenando la variabilidad, la ociosidad, el apego al éxito o al fracaso,
-tener una recta determinación para dirigir nuestra mente, evitando los meros deseos pasajeros,
-tener paciencia cuando no se logra lo que nos propusimos y volver a intentarlo,
-evitar el impulso momentáneo, no perder de vista el objetivo, el rumbo que nos fijamos,
-la mente recta se prueba a sí misma por la recta acción.
Ramón Sanchis Ferrándiz.Artículo publicado en Octubre 2007 en la Revista Esfinge, en la categoría de Psicología.