Cuando se inicia a observar el espacio de lo político, uno comienza a observar que contiene niveles de racionalidad y de pasiones que embargan las geografías donde las subjetividades políticas intervienen, geografías en las cuales el conjunto de representaciones espaciales sobre las que el pensamiento político se sostiene, constituye e instituye, espacialidad sobre la cual el conjunto de pronunciamientos y lenguajes de la política forman sus conceptos, distribuyen los actores, organizan las acciones y diseñan la política, en el conjunto de términos de colaboración y de conflicto, de orden y desorden, de jerarquías y de igualdad, de inclusión y exclusión, limites de los niveles de la participación, representación, espacios geográficos donde se expresa la articulación de los diferentes niveles del poder.1



