A comienzos de la década de los 80 Holocausto Caníbal (Ruggero Deodato, 1980) sentó un fantástico precedente en la historia del cine: con ella se inauguraba de forma oficial el subgénero del found footage o metraje encontrado, técnica cinematográfica consistente en rodar una obra en primera persona con continuas apelaciones de los actores a cámara y cuya misión principal, su verdadera razón de ser, es convencer a los espectadores de que lo que se narra es tan verdadero como la vida misma. No fueron pocos los que creyeron que los crímenes acaecidos en plena selva amazónica de Holocausto caníbal eran reales, como también son numerosos los que a día de hoy todavía tienen pesadillas con la leyenda de la Bruja de Blair a raíz del falso documental El proyecto de la Bruja de Blair (Eduardo Sánchez, 1999), el otro gran exponente del subgénero. Troll Hunter (André Ovredal, 2010), uno de los últimos grandes ejemplos de found footage, suma a todos estos elementos el tema fantástico o mitológico al hacer virar la obra en torno a los trolls; unos seres propios de los cuentos de hadas que aquí son los protagonistas de una predestinada a engañar al público a base de su empecinamiento en hacernos creer que lo que nos están contando sucedió en la realidad.