A finales del siglo pasado, Scream. Vigila quien llama (Wes Craven, 1996), marcó un hito principalmente por su forma de introducir el componente cómico y/o autoparódico al cine de terror. Quince años después, La cabaña en el bosque (Drew Goddard, 2011) reivindica de nuevo esta máxima, dotándolo además del toque fantástico y de ciencia-ficción. La que fue la gran sorpresa del Festival de Sitges en 2012 se ha ido convirtiendo en una de las películas más laureadas por público y crítica por méritos propios. Guionizada a cuatro manos entre el director y Joss Whedon -responsable de Los vengadores (2012) o creador de series como Buffy Cazavampiros-, la película empieza como la típica cinta de terror adolescente para transformase, en su genial giro de tuerca del minuto 40, en uno de los espectáculos más originales y frescos del género. Conviene que el espectador se arme de paciencia y no prejuzgue con demasiada antelación un film cuyo punto de partida lo conforma ese trillado grupo de amigos que van a pasar un fin de semana a una cabaña abandona en un inhóspito lugar, pero que luego sorprende por su audacia y originalidad. ¿Tópico? Nada más lejos de la realidad.