Nunca más. A 40 años del golpe militar.

A tres días del 40° aniversario del golpe militar, se han sucedido las reflexiones en torno a esta emblemática fecha. Imposible restarse a ello, sobre todo por la proliferación de eventos, programas, reportajes y discusiones en torno al tema. 

 

. Imposible restarse a ello, sobre todo por la proliferación de eventos, programas, reportajes y discusiones en torno al tema. 
La proyección de material gráfico inédito en programas de televisión aumentó aún más la expectación ante esta fecha y su significado. Surge la pregunta ¿qué aprender de ello? ¿Será cosa de olvidar, hacer borrón y cuenta nueva? ¿O sacamos lecciones que nos ayuden a construir una mejor sociedad y evitar tropezarnos en la misma piedra? Me inclino por esto último. De hecho, las voces que se han escandalizado ante la proliferación de información sobre el 11 de septiembre de 1973 han sido las menos. Abunda la mesura, la madurez histórica, las ganas de hacer de esta fecha un punto de inflexión positivo, de aprendizaje, antes que de divisiones y enfrentamientos.

Destaco nuevamente los gestos de perdón de distintas personajes públicos ante lo que les pudo tocar en esos dolorosos acontecimientos. “Nunca más” debe ser la convicción que nos acompañe y anime la mirada hacia el futuro. La violencia no debe ser nunca más fuente de arreglo de los conflictos entre los chilenos. De hecho, no lo fue.

Somos un pueblo apegado al derecho, al respeto a la ley, a la convivencia pacífica. Por lo mismo, una primera lección será renovar ese amor a la paz y justicia, el respeto a los derechos de las personas. Lo que conmemoramos debe llevar a mejorar el espíritu democrático, el respeto a las instituciones que hemos construido con esfuerzo. Con la distancia del tiempo, es fácil decir lo que se pudo o no haber hecho. Lo inexcusable sí, es el atropello cobarde a los derechos de las personas, los atentados a la vida, las muertes. Que ello sea fuente de autocrítica y renovación del espíritu de paz como camino de solución de conflictos.

Las divisiones a nada conducen. Son fuente de pobreza, estancamiento, esterilidad. Al contrario, el involucrar al otro, hacerlo partícipe de los proyectos comunes, lleva a distender tensiones, vencer desconfianzas y miedos.

Debemos aprender a ver al otro como adversario político, pero jamás como enemigo; a empatizar con lo que piensa y siente. Preguntarse ¿porqué sostiene ideas tan diversas a las mías? Las diferencias en el campo político no pueden ser estorbo para la paz. Tendemos a diferenciarnos artificialmente del otro, “para marcar la diferencia” como dicen. Pero al final del día, las similitudes son más que las diferencias ¿Por qué no acentuarlas y buscar lo común?

Celebramos septiembre, mes de la patria. Que terminemos renovados, más unidos, reconciliados, en paz. 

Hugo Tagle

twitter: @hugotagle

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