. Lo digo, porque se ofrecen decenas de recetas para alcanzarla en cuanto
curso, seminario y evento se publica. En un par de pasos, tras algunas charlas
o terapias, pareciera que se alcanza.
Hace unas semanas pasó por estas
tierras un monje benedictino, David Steindl-Rast, quien, sin mayor pompa
ofreció una serie de modestos pero sabios consejos en relación a la felicidad.
Como siempre, las verdades más profundas son las más simples y baratas.
En cinco sencillos pasos le
recordó a su audiencia cómo podía alcanzar en parte aquí, eso que llamamos
felicidad.
El primer paso es cultivar un corazón
agradecido. Nada es obvio. Incluso los males, bien asumidos, pueden ser camino de
felicidad. La gratitud tiene la valentía de confiar, lleva a supera el miedo. No
es agradecer solo para sí, sino llevar a otros a ganar esa actitud. Movilice la
valentía de su corazón. Ayude a otros a vencer sus temores y a obtener un
corazón agradecido.
El segundo paso es transmitir calma.
La gratitud lleva al reposo, a una cierta conformidad con lo que se tiene. Cultive
sentimientos nobles. Aborde a otros con mesura, tranquilidad, serenidad. Notará
que crece en paz y felicidad.
El tercer paso es ejercitarse en
una apertura al otro, a dejarnos sorprender por el resto. Ponerse en contacto
con personas a las que normalmente ignoramos, lleva a vencer prejuicios, a apreciar
lo positivo en él, a crecer en humanidad. Haga el esfuerzo de saludar a quien
normalmente no lo hace, rompa el hielo, tome la iniciativa de alegrarle el día
a quien vea apesadumbrado y entristecido.
El cuarto paso es hacer al menos una
buena obra al día en forma completamente desinteresada. No es fácil, se lo
digo. Tras una obra de caridad, muchas veces se esconde algo de
autorrealización, ánimo de sentirse bien, de ganar reconocimiento. No es malo,
pero solo alimenta nuestro ego. Busque hacer una obra de la que no obtenga
ninguna retribución, anónima completamente. Se ensancha el corazón.
El quinto paso es aumentar
nuestro sentido de pertenencia a una comunidad, a un grupo humano, a las
personas queridas. Las relaciones humanas, cuando son solo funcionales, se
agotan y nos cansan. Hay que cultivar el sentido comunitario por el simple
hecho de ser personas, aunque nos cueste.
Los cinco pasos sugeridos son
pequeños, pero funcionan. Imagine un país cuyos ciudadanos, sean más pacíficos,
agradecidos, abiertos hacia los demás; un país cuya gente se da cuenta que
todos se comprenden como una familia. Otro gallo cantaría ¿Quién diría que la
gratitud logra iluminar tanto la existencia?