La empresa es una organización social, y un empresario debe tener esto en cuenta. Si uno visualiza su empresa como parte del engranaje de la sociedad, será más claro su desarrollo y la evolución de la misma, ya que podrá considerar a todos los grupos involucrados, es decir, a todos los que hacen que la empresa sea parte integral de su sociedad.
Estos grupos son los clientes, los empleados, los accionistas y la comunidad en la que se desarrolla. Es fundamental que el empresario tenga como objetivo la creación de una organización social. Esto es, una empresa debe tener entre sus objetivos la creación de empleo, la venta de un producto o servicio que agregue valor a sus clientes, gestionar correctamente la inversión de los accionistas que han creído en el proyecto y cuidar (y no dañar) a la comunidad en general.
Si el empresario mantiene de forma constante el balance entre los cuatro grupos de interés, tendrá una mejor oportunidad de desarrollar su empresa. Como comparativo, consideremos, la “empresa” que no busca la creación de empleo se convierte en un negocio de autosubsistencia (situación en la que realmente están millones de Pymes), o la “empresa” que no logra entregar valor a sus clientes, para ésta será muy difícil permanecer en el mercado e imaginemos, la “empresa” que no busca generar un retorno en la inversión de sus accionistas (aun cuando el accionista sea el mismo empresario), ésta corre el riesgo de no contar con el capital necesario para invertir y crecer.
La empresa (y así debe ser desde su concepción en la mente del emprendedor) no es una máquina para hacer dinero, es una organización social. Este enfoque debe generar un cambio general en la empresa y en el empresario. La empresa ya no es, de manera única, una extensión de la idea de su creador, es ahora la aportación de su creador a la sociedad en la que vive y se desarrolla. La empresa no está para cumplir el objetivo de unos cuantos, la empresa existe porque puede crear una realidad diferente para sus empleados, clientes, accionistas y comunidad.
Hagamos una pausa ahora. Podemos estar hablando de la empresa como organización social, pero, ¿realmente podemos imaginar a nuestras Pymes como tal? Yo creo que sí. El tamaño y el alcance de la empresa no cambia la necesidad de estar enfocados en los cuatro actores principales a los que sirve la misma. A pesar de ser una empresa pequeña, nuestra Pyme puede ser el mejor lugar para trabajar, entregar valor incomparable a nuestros clientes, redituar a los accionistas su inversión realizada, y ser un punto de referencia para la comunidad en la que se desenvuelve. Incluso el autoempleo no está enfrentado a este concepto. La diferencia radica (como dijimos antes) en la concepción mental de la empresa. Un emprendedor puede iniciar como autoempleado, pero el objetivo es el crecimiento, no la subsistencia.
Visualizar a la empresa como parte de la sociedad dará una plataforma diferente de inicio y, a su vez, una ventaja en el desarrollo y crecimiento de la misma, al tener una mayor claridad en el rumbo a seguir gracias a que hay un marco de referencia definido por los grupos de interés. De igual forma, el objetivo de crear una empresa, una organización social, será la diferencia entre ser empresario o ser dueño de un negocio.