Golpea de nuevo la gran máquina del sistema capitalista, ahora en
Canarias y en su vertiente de colapso de la tierra. No resulta muy
difícil comprender, cómo funciona un sistema que pone por encima de
todas las cosas, los beneficios económicos. Hay que producir y para
producir, hay que especializar a los diferentes territorios para
generar el máximo, sin tener en cuenta las consecuencias.
Cuando se creó la Unión Europea, los arquitectos de la estructura,
sabían muy bien lo que hacían y fomentaron en cada territorio, las
cualidades que ya poseían. Algunos de los lectores podrán pensar
que esto, no es algo malo. Pero vamos a analizarlo un poco (si alguien
quiere profundizar sobre este tema, le recomiendo la lectura del gran
libro, “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo
Galeano. Expone el mismo tema, pero centrándose sobre todo en la
agricultura). Cuando el “gran experimento” de la Unión Europea
se creó, como he dicho antes, potenciaron en cada lugar lo que
creían su vellocino de oro. Dejando de lado muchos de los recursos
con los que contaba cada área de la Unión. Así por ejemplo, a los
países del norte, les dotaron con más capacidad y facilidad, para
potenciar su industria, pues eran los motores del proyecto. A las
zonas del sur, garantes de sol y playa, debían ser el reposo del
resto de europeos. El lugar de ocio gratificante (de consumo, claro
está), buen tiempo, actividades al aire libre, etc. Esto tiene unas
consecuencias devastadoras en cada lugar. Primeramente, cuando existe
un crecimiento económico correcto, los diferentes lugares realizan
inversiones, crean proyectos y montan infraestructuras, dedicadas al
sector en el que les ha tocado especializarse. Esta forma de actuación,
genera en la mayoría de los casos:
Diferenciación
en los niveles de vida de las personas. En las zonas industriales,
se potencia la investigación, el trabajo en masa, se generan
residuos y se crea una población absolutamente consumista.
Destrucción
del medio ambiente. Por ejemplo, las lluvias ácidas, se veían
principalmente en países como Polonia, y eran como consecuencia de
la industrialización del país vecino Alemania. En España, por
ejemplo, potenciar el ocio, contribuyó a la construcción
sobredimensionada del parque urbanístico. Grandes hoteles, campos
de Golf, destrucción costera, etc, etc.
Trabajo
cualificado en unos casos, trabajo precario en otros.
En definitiva, se crea lo que se llama un centro y una periferia.
Ciudadanos de segunda y ciudadanos de primera. Una zona en la que la
mano de obra, pueda ser más barata y otra en la que se consuman
productos. Además de las consecuencias ecológicas que conlleva el
especializar al máximo un territorio, explotando unos recursos hasta
agotarlos. En zonas donde existan bosques, se talará; en zonas donde
exista pesca, se esquilmará; en lugares donde sea barato construir,
no se dejará un metro cuadrado de tierra libre; en territorios
propicios para tener industrias, la contaminación de aire y agua,
será espectacular. Así hasta la redundancia.
Pero esto no es todo, cuando el crecimiento económico se frena.
Cuando, debido a los diferentes ciclos de producción, se entra en
una crisis económica, los problemas se agravan aún más. (Las
crisis, no nos olvidemos que son intrínsecas al régimen económico
actual. Léanse, “Las Crisis del capital” de Karl Marx. Un
librito de muy fácil comprensión, para entender cómo la búsqueda
del máximo beneficio, trae como consecuencia, periodos de bonanza y
periodos de escasez). Si resulta que, por ejemplo como ha ocurrido
con la vivienda en España, la población no puede consumir un cierto
producto o servicio, el territorio que había invertido todo en el
mismo, se hunde. Ocurriendo lo que ya todo el mundo conoce,
generación de un paro elevadísimo, bajada del nivel de vida,
resentimiento aún mayor del potencial económico de un territorio.
Pues bien, en Canarias, esta especialización de la economía se
basó, en el turismo de consumo e irracional. Se comenzó a construir
desaforadamente. Sin respetar leyes de costa, sin tener en cuenta los
recursos hídricos viables para poblaciones flotantes grandes, sin
infraestructuras de reciclado de residuos. Ahora, años después y
con una perspectiva diferente, otorgada por la recesión económica,
nos damos cuenta.
Greenpeace, ha sacado un informe desolador que aporta las cifras de
la “dolce vita” canaria, en concreto, desde el año 1987 hasta el
2005. Quiero aportar alguno de estos datos, pues son la evidencia de
lo que ha supuesto la especialización, propia del capitalismo, en
esta parte del mundo.
Canarias ha sido la segunda comunidad autónoma, que más aumentó su
ocupación en la franja de los 500 metros pegados a la costa, un
incremento del 36%. Siendo además también la segunda que más
aumentó la superficie artificial en términos absolutos (10.931 ha).
Si hablamos de términos municipales, Santa Cruz de Tenerife tiene
una superficie total de 200 ha, dentro de esos 500 metros de la
franja costera, de los cuales se encuentra ocupados, el 100%. En Las
Palmas de Gran Canaria, la extensión es de unas 1.000 ha, de las
cuales, están ocupadas más del 60%.
Si se mantiene la tendencia de construcción, algo que
afortunadamente y debido a la crisis, parece que después del 2008 no
ha sido así (aunque faltan datos), el incremento anual de ocupación
sería del 0,26%
Pero aún hay más…, uno de los datos que “más me gusta”, pues
pone de manifiesto, como el poder político ha estado y estará,
supeditado a las órdenes del mercado. Quebrantando leyes de costa,
creando leyes nuevas como la actual, en definitiva, corrompiéndose
hasta el punto de que arruinen sus propios pueblos con tal de
llenarse los bolsillos, es el gasto público que ha supuesto la mala
gestión en las costas españolas en general, ha sido de 140 millones
según un informe de Europa Press.
Con este artículo, el autor pretende hacer una reflexión para todas
aquellas personas, que viéndose en estos momentos sufriendo, que
piensen con cautela, si lo que quieren es volver 10 años atrás, o
realmente, esa forma de vida es lo que nos trajo aquí. No hay
solución fácil, pero desde luego, esa solución no se encontrará
dentro del régimen económico actual así como en el político. La
salud de la tierra, depende de nuestra concienciación, economía
local, no especialización de los territorios, consumo racional y en
definitiva, ruptura con el sistema.