Desde 2002, seis de los líderes más importantes de al-Qaeda, fueron asesinados o detenidos en ciudades de Pakistán y no en sus áreas tribales. En esta oportunidad cae nada más y nada menos, que Osama ben Laden, lo que demuestra de forma unívoca, que un sector clave del establishment militar paquistaní, daba alberge, al hombre más buscado por los Estados Unidos, patrocinando con ello, el terrorismo, sobre la base de que es la única forma de hacerse eco, del clamor de una población mayoritariamente islámica, que exige su utilización como instrumento estratégico de política exterior.