Antes de referirme al Papa Francisco y su visita a Brasil, dos líneas sobre un acontecimiento médico notable. El transplante de riñón a una niñita de 57 días de vida, Javiera Mansilla, de Chiloé (Chile).
Antes de referirme al Papa Francisco y su visita a Brasil, dos líneas sobre un acontecimiento médico notable. El transplante de riñón a una niñita de 57 días de vida, Javiera Mansilla, de Chiloé (Chile).
. El transplante de
riñón a una niñita de 57 días de vida, Javiera Mansilla, de Chiloé (Chile).
Todo un
hito en la medicina chilena y un claro ejemplo de lo que es capaz por salvar
una vida. Javiera venía con una malformación que se pudo diagnosticar a pocos
meses de su gestación. En dos palabras, una vida “inviable”, como se podía
prever con facilidad. Candidata a morir pocos meses después de nacer. Pero
nació y se esperó a la posibilidad de un transplante. Llegó el riñón que
necesitaban. Y se pudo hacer el transplante ¿y si se hubiese tirado la toalla
antes? Se hubiese hablado de las bajísimas probabilidades de vida que tenía
luego de nacer, que no valía la pena que viviera. Mejor ahorrarle a la madre la
experiencia traumática de dar a luz un hijo “inviable”. Gracias a Dios, los
padres de Javiera siguieron con el embarazo y se sometieron a los exámenes de
rigor, corriendo el riesgo de que no apareciera ningún donante. El amor a la
vida pudo más. Habrá que ver cómo evoluciona Javiera. Pero ya se hizo lo más
importante: el intento tenaz por salvar una vida, por pequeña y frágil que sea.Y sobre el Papa Francisco y su visita a Brasil. Desde
aquí un saludo a los miles de peregrinos chilenos y a esos casi 2 millones de
jóvenes participantes en la JMJ Río 2013, que se reunieron y reunirán aún con
el Papa en estos días de Jornada. Ellos representan a esos millones de jóvenes
en el mundo sedientos de Dios, de sentido de vida, de ganas de darse. Y éstas
no son frases de ocasión. Es la realidad que muestran jóvenes que anhelan un
encuentro con Dios, experiencia de una Iglesia viva y servidora de los hombres.El Papa invitó a
asumir tres sencillas actitudes: mantener la esperanza, dejarse sorprender por
Dios y vivir con alegría. Dios camina a nuestro lado, dice el Papa, en ningún momento nos
abandona. Nunca perdamos la esperanza. Jamás la apaguemos en nuestro corazón.El cristiano está
llamado a ser luz de esperanza. Tengamos una visión positiva de la realidad.
Demos aliento a la generosidad que caracteriza a los jóvenes, ayudémoslos a ser
protagonistas de la construcción de un mundo mejor: son un motor poderoso para
la sociedad. Ellos no sólo necesitan bienes materiales: necesitan ejemplos de
integridad, respeto por el hombre, rectitud y pasión por la vida y el servicio.El cristiano es
alegre, nunca triste. De ahí que la actitud de todo hombre de fe, es vivir cada
día como si fuese el primero y el último, el mejor. Solo tenemos esta vida para
hacer el bien.Grande Francisco. Su
paso por este continente será una bendición.
Hugo Tagle